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De California a Valcarlos para bailar
El luzaidarra Fernando Caminondo, residente en Estados Unidos, actuó de 'makilari' en el 'Día de los Bolantes'
Después de la Misa Mayor, hacia el mediodía de ayer, la plaza de Santiago de Valcarlos recibió entre los aplausos de cientos de luzaidarras y foráneos la llegada de los bolantes, encabezados por los barbudos zapures, los zaldikos, gigantes y gorris, toda una comitiva que impregnó de color el día turbio y nublado. Por supuesto, en el desfile no podían faltar los makilaris, quienes mostraron sus habliidades con la makila, que lanzaban al aire, levantando los aplausos de todos los asistentes.
Y entre estos singulares personajes, se encontraba Fernando Caminondo Iribarren, cuya historia gusta contar a los oriundos del lugar. Fernando nació en Valcarlos hace 44 años, pero desde hace tres lustros reside en la localidad norteamericana de Bakersfield (California) con su mujer, Anita, y sus dos hijas, Vanessa y Patricia.
Antes de dejarlo todo y marcharse hacia Estados Unidos, este luzaidarra se ganó la vida durante casi 12 años como carpintero, aunque en su actual destino se dedica a la jardinería. Ayer, en la plaza Santiago de Valcarlos, en el día grande de su pueblo natal, Fernando bailó ante la atenta mirada de todos sus vecinos y amigos, con una alegría especial. "He aprovechado estas fechas de Semana Santa para venir a Valcarlos y ver a mi madre y a toda la familia. Al mismo tiempo, he querido disfrutar también de esta maravillosa fiesta, que la llevo muy en el corazón", recordaba muy emocionado.
Hace un par de años, la vida le dio un duro golpe a este luzaidarra con el fallecimiento de su hermano en un accidente, con apenas 37 años, y quien también era dantzari. De alguna forma, participar como makilari en el Día de los Bolantes es una forma de honrar la memoria de su hermano.
Este navarro afincado en California conoció a su mujer, Anita, en Valcarlos, ya que su madre era natural de esta localidad navarra y veraneaban aquí con frecuencia. Más tarde, viajó a California para casarse y estableció su residencia en Bakersfield, donde tuvieron dos hijas: Vanessa y Patricia. Aunque este americano reconoce sentir "cierta morriña" de su pueblo, intenta mantener las tradiciones y costumbres más arraigadas con otros paisanos emigrados. "Allí nos juntamos todos los vascos -explicaba Fernando- y los americanos nos llaman picnik, que no sé muy bien qué significa. Ensayamos las dantzas de la tierra e incluso vamos a bailar a distintos lugares. Por ejemplo, en la última semana de mayo se celebra en Bakersfield la fiesta grande y allí bailamos. También, el primer fin de semana del mismo mes, en Fresno, después en San Francisco, en Chino, en las Nevadas... Visitamos muchos sitios".
Ahora, a este navarro le enternece comprobar que los jóvenes de Valcarlos, lejos de abandonar el folclore popular, lo avivan año tras año. "Me gusta mucho esta fiesta y he encontrado muchos bailarines jóvenes. Es bueno que se siga la tradición y espero que sea por muchos años", deseaba.
'Carnavales', en Pascua
A pesar de celebrarse el Domingo de Resurrección, el Día del Bolante se caracteriza por ser una fiesta sobre todo carnavalesca. De hecho, antaño se festejaba en el mes de febrero, coincidiendo con la visita de Don Carnal. Sin embargo, cuando parte de la población luzaidarra comenzó a emigrar por motivos laborales y de estudios, se decidió trasladar la fiesta a un día en el que pudieran disfrutar todos los oriundos de Valcarlos y se optó por este domingo de Pascua.
Para antes del mediodía, ya se había producido la tradicional colecta por las casas del pueblo y lugares aledaños, en busca de un dinerico para sufragar los gastos de tan suntuosa fiesta. Un grupo de 20 bolantes, cuatro gorris, dos gigantes y cinco makilaris, al que más tarde se le unió otro grupo, visitaron incluso la villa de Arnegi, al otro lado de la frontera, tradición que cumple más de 100 años, transmitiendo con sus bailes la alegría del festejo.
Oficiada la Misa Mayor, la comitiva se trasladó a la plaza de Santiago para deleitar a la concurrencia con sus tradicionales dantzas, con Musikoak abriendo el acto. Durante más de una hora, los bolantes y demás partipantes exhibieron un repertorio con los mejores bailes heredados de la Baja Navarra, así que tras este acto, bien en grupo o en solitario, cada uno emprendió rumbo a la mesa para reponer fuerzas.
A pesar de lo seglar del acto, la costumbre atrajo ya por la tarde a todos los bolantes hacia la casa del párroco de Valcarlos, José Mari Celayeta, donde bailaron a la vez que degustaban buen moscatel y pastas.
Más tarde, el frontón Arretxe de la localidad acogió un repertorio de dantzas más amplio que el de la mañana, para concluir con el tradicional Baile de la Era y rematar la jornada con el Artza Ta Tupina, donde dos hombres se disfrazan, uno con piel de oveja y pinchos, el otro con una mandarra, y se mantienen unidos por una soga. El objetivo del juego es intentar desvestirles, una ardua tarea que puede resultar incluso arriesgada, ya que portan una zarpila para atestar a diestro siniestro contra quien busca la hazaña.
A pesar de que el sol no acompañó durante la jornada, los cielos nubosos aguantaron y no dejaron escapar lluvia, algo que hubiese deslucido una fiesta, que se caracteriza sobre todo por su alegría y colorido.
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