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Danzad, danzad
Puro mareo o danza absoluta del cuerpo. ¿Será el
origen de la danza esta búsqueda infantil de los límites? La coreógrafa
alemana Pina Baush contextualizó de alguna manera esta sensación en su
memorable 'Café Müller'. Una bailarina se mueve por un escenario repleto
de sillas de madera con los ojos cerrados, mientras su compañero de
escena las va apartando para evitar el choque. La misma Pina, poco antes
de su muerte en 2008, retomó otro de sus espectáculos, 'Kontakthof',
con jóvenes adolescentes que nunca habían pisado un escenario ni habían
practicado ballet. Una invitación al baile que ahora es historia a
través del documental 'Dancing dreams'. La obra al completo de Pina
llega tambien a nuestras pantallas realizada por Wim Wenders en un
impecable 3D. La remozada tecnología del cine no solo está al servicio
de las grandes batallas y el cine de acción. En esta ocasión viene a
demostrarnos que el espacio escénico de la danza solo es viable
reproducirlo en las tres dimensiones. La obra está llena de movimiento y
de sentimiento. La gran Pina revive en la voz de sus discípulos,
mientras vemos en el escenario, en los parques y en las calles de Berlín
como la danza tridimensional llena nuestros sentidos.
¿Cuándo fue la última vez que vio un programa de danza
por televisión? Parece una pregunta retórica, porque nuestro modelo de
televisión consumista está totalmente reñido con este y otros programas
culturales. Desde el cierre del añorado Canal Clásico de la pública, las
grandes orquestas, la danza clásica o moderna, el arte hecho imagen ya
casi no tienen espacio donde vivir. Pero la expresión visual de las
artes crece y toca nuevas fronteras que disfrutamos en la sala grande, y
esperemos que en los nuevos plasmas con la ilusión de las gafas 3D. O
daremos la espalda al televisor, y con los brazos en aspa nos
entregaremos al mareo feliz del baile. Decía Pina: «Danzad, danzad; o
estaréis perdidos».
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