Dos Premios Nacionales de Danza: el más reciente, el del andaluz al que le fue concedido el pasado septiembre, mientras que en 2017 recayó sobre la compañía del guipuzcoano.

Estos dos grandes nombres son los creadores e intérpretes de Yarin, que en turco significa mañana y una palabra surgida de la unión entre los apellidos de los coreógrafos. Un montaje que recala en la Sala BBK de la Gran Vía bilbaina hoy y mañana a las siete de la tarde. Lo hace después de estrenarse el pasado septiembre en la Bienal de Flamenco de Sevilla.

Creadores contemporáneos que parten siempre en sus trabajos de las raíces propias. “En un mundo tan globalizado y homogeneizado como en el que vivimos ahora es muy importante hablar de la singularidad e identidad propia”, manifiesta Maya. Para el dantzari, una cosa no quita la otra: “A partir de la singularidad de cada uno se puede fomentar el entendimiento”. Para la otra mitad del espectáculo, la convivencia consiste en “integrar y llevar lenguajes de unas raíces a otras con respeto hacia el terreno de cada uno”, afirma Marín.

Ambos subrayan que lo que tuvieron claro desde el principio fue la lejanía de los clichés y estereotipos dando paso así a “la sensibilidad y la profundidad que acaricia el subconsciente”

A la tierra y al aire

Podría decirse que Jon Maya y Andrés Marín se conocieron porque sus apellidos lo quisieron. Su primer encuentro fue en una mesa de coreógrafos organizada por la SGAE alfabéticamente ordenada. Tras varias conversaciones y encuentros en festivales, “nos dimos cuenta de que teníamos un bonito punto de partida que podría finalizar en un especátculo”.

A ellos se sumaron otros doce artistas. La música en directo de Julen Archiari, quien “cocina todos los elementos con su voz y sus percusiones”, tal y como apunta Marín. El diseño del paisaje sonoro quedó entre las manos de Xabier Erquizia. Y todo el conjunto se montó en Errentería.

En el proceso de pruebas, los bailarines se percataron de que lo “más honesto” era que cada uno siguieran profundizando en “su raíz”. A partir de de esto, atención y escucha. 

Con esta base, en la propuesta se perciben momentos de mayor encuentro y algunos de desencuentros que se funden en abrazos; otros en los que bailan sobre el mismo ritmo e incluso el mismo paso.

“En el montaje se ve a dos hombres contando su discruso y respetando su distancia. Desde la desnudez hasta el abrazo final donde convivimos y somos todos iguales”, explica Andrés Marín.

“Podemos ver que nuestras danzas se complementan. Por ejemplo, Andrés baila mucho a tierra y yo bailo mucho al aire”, detalla Jon Maya.

Perspectivas

El director de Kukai reconoce que siempre ha tenido “un ojo puesto sobre el mundo del flamenco” por el propio trabajo que se hace en la compañía.

Dentro de esta disciplina, su compañero Andrés Marín se considera “un bailaor anárquico, nada academicista”, aunque con un evidente “conocimiento de las bases y profundización en el género”. Define el flamento como un lenguaje “muy universalizado” ya que “hoy en día hay escuelas en todo el mundo”. Opina que, en un tiempo, la danza vasca tendrá un “interés universal con este tipo de propuestas que presenta Kukai”.

El artista sevillano se declara un “enamorado” de la cultura vasca. Señala su personal gusto por el carácter sobrio. Para él, hoy el estreno va en un doble sentido, porque es su primera vez “trabajando y bailando en Bilbao”.

Este espectáculo está coproducido por la Sala BBK junto a la Bienal de Flamenco de Sevilla. Se trata de la nueva producción propia del espacio ubicado en la Gran Vía para este 2023. Con este estreno, la Sala BBK culmina su tercer montaje propio.

Después de estas dos fechas en Bilbao, la pieza arrancará una gira que le llevará a actuar en Nimes, el 19 de enero; en Sopela, en la Kurtzio Kultur Etxea, el 27 de este mes. Mientras que para febrero, se trasladrá al Victoria Eugenia de Donostia el 3 y 4; y, el 19 en Getxo, en el Muxikebarri. Por el momento, la última cita confirmada es el de 3 de marzo, en el Leidor Zinema de Tolosa.