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Hemen zaude: Hasiera Hemeroteka "A veces, se cree que la danza sólo es un movimiento bonito, cuando puede servir para contar muchas cosas"

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"A veces, se cree que la danza sólo es un movimiento bonito, cuando puede servir para contar muchas cosas"

Laida Azkona, bailarina

Egilea
Ana Oliveira Lizarribar
Komunikabidea
Noticias de Navarra
Tokia
Pamplona
Mota
Elkarrizketa
Data
2009/12/16

Itinerantes entre Navarra y Baleares, las comunidades de origen de ambos. Así viven Laida y Jean-Marc. Y con un pie siempre en Bruselas, porque allí pueden reciclarse y trabajar como bailarines mientras generan sus propios proyectos para Hierba Roja. Porque en Bélgica, como en otros países europeos, la danza tiene un estatus que está muy lejos de alcanzar en estas latitudes, donde apenas sigue siendo un hecho anecdótico. Y eso que no faltan profesionales que, como ellos, sacan adelante sus producciones a base de mucho esfuerzo.

¿Cómo surgió la idea de "Hasiera. El principio de la incertidumbre"?

Surgió hace mucho tiempo, cuando estaba haciendo un solo en Salzburgo. Entonces tenía en la cabeza un poema de Atxaga, el de las 37 preguntas al único contacto que tengo al otro lado de la frontera, que habla mucho de la nostalgia, de la sensación de estar lejos, y, como me fui de casa a los 18 años, me tocó mucho. En este sentido, a diferencia de nuestro espectáculo anterior, Coches rojos, miedo y cafeteras, que era más conceptual, éste parte de un sentimiento más personal, más íntimo.

¿Cómo se traslada Atxaga a la danza?

De entrada, de Atxaga tomamos la poesía, porque nos parecía más fácil de traducir al cuerpo, al movimiento, que la narrativa. Hemos leído muchos de sus textos para luego filtrarlos y quedarnos con los que nos venían bien para lo que queríamos contar.

También han tomado el principio de la incertidumbre, formulado por Heisenberg, que, de algún modo, viene a decir que es imposible medir con precisión algo porque el observador influye y, por tanto, modifica la realidad que pretende ser analizada. Complejo, ¿no?

Sí, pero nosotros hemos dejado la física teórica a un lado para llevar este principio a nuestro terreno. En este caso, se trata de mostrar que el ser humano no acaba de saber nunca cómo es la realidad que le rodea porque él mismo la modifica con su percepción. A nosotros no nos ha interesado tanto lo físico como lo metafísico de esta idea.

Desde luego, parece un trabajo muy íntimo.

Sí. La pieza es un trayecto personal de evolución íntima; de confrontación con los miedos propios, con la oscuridad, la luz... Pueden parecer clichés, pero creo que todos pasamos por esos instantes en algún momento de nuestras vidas. Y Atxaga, por ejemplo, habla mucho de ellos. Al final , después de mucho seleccionar, hemos cogido algunos de sus textos, pero los hemos fragmentado mucho, de manera que, salvo algunos concretos, la mayoría no se escuchan enteros. Hemos unido nuestros propios conceptos a los que nos proponía él para crear una nueva historia.

¿Qué nos cuenta esa historia?

En danza no trabajamos con narrativas cerradas, pero proponemos una especie de viaje a un desierto, que, aunque se visibiliza con la escenografía, es un desierto interno. Y es en esa quietud, en ese silencio, donde uno se pregunta cosas. La obra gira en torno a temas muy esenciales: lo que te reconforta, lo que te da miedo, lo que te hace sufrir, lo que te hace feliz...

¿Estamos ante una propuesta que mezcla danza y teatro?

Sí, hay mucho texto, pero no es una novedad para nosotros, porque siempre creamos así, desde el cuerpo, y el cuerpo de una persona habla, se mueve baila... Hay muchos tópicos que dicen que los bailarines son mejores o peores actores, pero cada uno es lo que es y a mí me puede parecer mucho más artificial un cuerpo que se mueve de una manera muy formal, con mucha técnica de ballet, que una persona hablando.

En este caso, además, mezclar ambos lenguajes nos ha permitido expresar ese mundo híbrido que hemos creado entre las cosas de Atxaga y nuestras ideas.

Ha mencionado su espectáculo anterior, "Coches rojos, miedo y cafeteras", que ganó la categoría de artes escénicas de los Encuentros de Jóvenes Artistas el año pasado. También aquí hablaban del miedo, aunque de un modo más conceptual.

Sí, era bastante más conceptual, aunque hay gente que ha visto las dos propuestas y que, en efecto, les encuentra puntos en común. Y es que, aunque en Coches rojos partimos de una idea más conceptual, externa, tomando imágenes de los medios, al final acabamos en un terreno emocional. Y eso sigue estando, sólo que esta vez el punto de partida es diferente, porque casi todos los materiales han surgido de nosotros mismos, de nuestra imaginación, y de la de Atxaga, claro.

En este sentido, ¿Hierba Roja apuesta por montajes que hablan de temas de la vida con los que todo el mundo puede llegar a identificarse?

Cuando empiezas en esto puedes llegar a pensar que tienes que ser muy, muy buena para plantearte siquiera crear, y entonces te entran todos los miedos; pero yo siempre he pensado que lo que hay que hacer es, simplemente, contar algo sincero, porque, así, seguro que comunicas. Aquí no damos respuestas al público, no le decimos cómo tiene que interpretar lo que le mostramos; nos conformamos con que a alguien se le activen ciertos mecanismos de reflexión.

¿Cómo tiene que venir el espectador a ver "Hasiera. El principio de la incertidumbre"?

Sobre todo, abierto. Hay muchos prejuicios en torno a la danza. Para algunos, un bailarín tiene que moverse de manera bonita y punto, pero la danza sirve para contar muchas cosas. Recomendaría al público que viniera dispuesto a sentir, a comunicarse, receptivo. Y cada cual entenderá el espectáculo en función de lo que es y lo que ha vivido.

Quizá esos prejuicios se romperían si se programase danza contemporánea más a menudo.

Sí, es un poco un círculo vicioso: si no se programa danza, la gente no se acostumbra a verla y si no se acostumbra, no acude o no la entiende...

La falta de apoyo institucional a la danza es una reclamación recurrente del sector. Quizá la creación de un plan integral de la cultura, como se pide desde el ámbito de las artes escénicas, arreglaría un poco la situación.

Sí, y hay que luchar por ello. No tengo claro desde dónde habría que hacerlo, si desde las administraciones o desde el sector privado, pero está claro que haría falta una figura central que, en el caso de la danza, coordinase un poco la producción, las ayudas, la distribución de los espectáculos... La idea de que se elabore un plan de la cultura está bien porque ahí podrían tener cabida profesionales cualificados en los distintos sectores que podrían aportar sus conocimientos por el bien de todos. Eso sí, también está claro que no todo debe depender de las instituciones, sino que nosotros también deberíamos unirnos más y hacer fuerza conjunta.

En su caso, ha sido la primera artista en residir en el Centro Huarte, ¿de qué le ha servido?

Nos ha servido muchísimo para esta producción. No tener que alquilar un espacio te ayuda a poder emplear recursos en contar con un equipo más amplio y en mejores condiciones. Hoy en día, incluso a las grandes compañías del mundo les están dando residencias, es una fórmula muy habitual, y estaría bien que se hiciera en Navarra, donde se han construido muchas infraestructuras escénicas.

Laida Azkona y Jean-Marc Serrano, en pleno ensayo del espectáculo que podrá verse mañana y pasado en el Centro Huarte.

Laida Azkona y Jean-Marc Serrano, en pleno ensayo del espectáculo que podrá verse mañana y pasado en el Centro Huarte.

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