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Hemen zaude: Hasiera Hemeroteka «La danza del vientre te conecta con algo que fuiste. En otra vida, otros mundos»

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«La danza del vientre te conecta con algo que fuiste. En otra vida, otros mundos»

Maialen Urdapilleta. La danza: Tierra, aire, fuego, agua.

Egilea
Begoña del Teso
Komunikabidea
Diario Vasco
Tokia
San Sebastián
Mota
Elkarrizketa
Data
2006/06/25

- Estamos hablando de la danza del vientre en euskera. Curioso, ¿no?

- ¿Te lo parece?

- De primeras, me asombra. Supongo que esperaba una odalisca, una hurí, una dama del Magreb. No sé, como hablar de flamenco con una japonesa...

- Verás, por supuesto que en todo el mundo árabe bailan la danza del vientre desde la raíz más verdadera. Desde niñas han estado cerca de esa música, de esos ritmos, de esa sensualidad, de ese universo, de esos movimientos. Pero, por otra parte, no creas. La danza del vientre del siglo XXI es el resultado de una potentísima fusión. Al principio, casi en la prehistoria, mujeres de pura tierra movían únicamente las caderasen un rito de intensa fertilidad. Poco a poco esa mujeres entraron en contacto con los otros elementos primigenios: las persas movían las manos elevándolas al aire; en la mirada de las señoras del harén había fuego. Los movimientos se fueron ondulando más y más, hasta hacerse casi acuáticos... Volviendo a lo de una occidental bailando la danza del vientre, por supuesto que ese baile tiene un origen claro y un universo sabido, pero en realidad, puede bailarlo cualquier mujer que quiera recuperar aquello que, de alguna manera, le ha sido hurtado: su cuerpo, sus caderas, sus curvas. Su chakra primero, ése que nos ha sido cercenado.

- El chakra primero está, precisamente ahí, en el vientre, y es el de la sexualidad, ¿no?

- Sí. Y por serlo, por ser el más peligroso, porque si se nos enciende puede llevarnos al éxtasis y al contacto con la Naturaleza más poderosa, es por lo que nos lo han hecho ocultar hasta casi provocar su desaparición.

- Pero no lo han conseguido.

- No. Es demasiado potente. Sin embargo, Occidente ha desarrollado una danza en exceso estilizada y gimnástica que se aleja de la tierra. Espectacular, eso sí, muy espectacular. Cuando contactas y conectas con los mil bailes del Oriente, o con el flamenco mismo, descubres que lo suyo, a pesar de la gran perfección, de la maravilla, de sus pasos y movimientos, es simple, muy simple y busca la relación con lo que nos da la vida.

- De alguna manera, impresiona. Me imagino a sus alumnas. Llegan para mover un poco el esqueleto y se encuentran con una danza que clava sus raíces en la vida misma.

- Yo, lógicamente, ni puedo ni quiero ni debo obligarlas a que se introduzcan tan al extremo de esta danza, pero sí prefiero enseñarles cinco movimientos bien sentidos, bien interiorizados, que mil realizados porque sí o porque no. De todas ellas, algunas se quedarán en la superficie y otras empezarán a preguntarse qué es lo que están sintiendo y por qué lo sienten. Entonces, penetrarán suavemente en su interior. De esas, unas tantas comprenderán que la danza del vientre te conecta con algo que fuiste. En otras vidas, en otros mundos. Uno puede bucear en su interior de muchas maneras. Yo creo que hay quien lo hace a través del yoga o por medio de la meditación. A mí me ha tocado buscarme a través de la danza. Y quiero unir esos tres puentes.

- En Arabia, ¿reflexionan de esta manera sobre la danza del vientre?

- Resulta increíble y poderoso. Por un lado, no hay fiesta sin bailarina, bailarina que llegó a bailar en antiguos templos como una sacerdotisa. Pero por otro lado, ningún hombre quiere que la que baile sea su mujer o su hija porque aquella que ejecuta la danza del vientre está considerada, en ciertos casos, lugares y momentos, peor que una perdida. Las desprecian, las aman y crearon mil músicas diferentes para acompañarlas. Bailan al ritmo de sones populares y antiquísimos. También al de otros de altísima sofisticación y clasicismo.

- En Occidente la imagen de una bailarina de la danza del vientre es...

- ...La que nos transmitieron aquellos primeros viajeros y artistas llamados orientalistas. Cayeron bajo el embrujo de pueblos que no habían renunciado a su unión con la tierra verdadera. Una imagen puede que idealizada pero real: supieron captar la sensualidad de la mujer que reconoce su cuerpo y su placer.

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