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«La danza del vientre te conecta con algo que fuiste. En otra vida, otros mundos»
Maialen Urdapilleta. La danza: Tierra, aire, fuego, agua.
- Estamos hablando de la danza del vientre en euskera. Curioso, ¿no?
- ¿Te lo parece?
-
De primeras, me asombra. Supongo que esperaba una odalisca, una hurí,
una dama del Magreb. No sé, como hablar de flamenco con una japonesa...
-
Verás, por supuesto que en todo el mundo árabe bailan la danza del
vientre desde la raíz más verdadera. Desde niñas han estado cerca de
esa música, de esos ritmos, de esa sensualidad, de ese universo, de
esos movimientos. Pero, por otra parte, no creas. La danza del vientre
del siglo XXI es el resultado de una potentísima fusión. Al principio,
casi en la prehistoria, mujeres de pura tierra movían únicamente las
caderasen un rito de intensa fertilidad. Poco a poco esa mujeres
entraron en contacto con los otros elementos primigenios: las persas
movían las manos elevándolas al aire; en la mirada de las señoras del
harén había fuego. Los movimientos se fueron ondulando más y más, hasta
hacerse casi acuáticos... Volviendo a lo de una occidental bailando la
danza del vientre, por supuesto que ese baile tiene un origen claro y
un universo sabido, pero en realidad, puede bailarlo cualquier mujer
que quiera recuperar aquello que, de alguna manera, le ha sido hurtado:
su cuerpo, sus caderas, sus curvas. Su chakra primero, ése que nos ha
sido cercenado.
- El chakra primero está, precisamente ahí, en el vientre, y es el de la sexualidad, ¿no?
-
Sí. Y por serlo, por ser el más peligroso, porque si se nos enciende
puede llevarnos al éxtasis y al contacto con la Naturaleza más
poderosa, es por lo que nos lo han hecho ocultar hasta casi provocar su
desaparición.
- Pero no lo han conseguido.
- No. Es
demasiado potente. Sin embargo, Occidente ha desarrollado una danza en
exceso estilizada y gimnástica que se aleja de la tierra. Espectacular,
eso sí, muy espectacular. Cuando contactas y conectas con los mil
bailes del Oriente, o con el flamenco mismo, descubres que lo suyo, a
pesar de la gran perfección, de la maravilla, de sus pasos y
movimientos, es simple, muy simple y busca la relación con lo que nos
da la vida.
- De alguna manera, impresiona. Me imagino a sus
alumnas. Llegan para mover un poco el esqueleto y se encuentran con una
danza que clava sus raíces en la vida misma.
- Yo, lógicamente,
ni puedo ni quiero ni debo obligarlas a que se introduzcan tan al
extremo de esta danza, pero sí prefiero enseñarles cinco movimientos
bien sentidos, bien interiorizados, que mil realizados porque sí o
porque no. De todas ellas, algunas se quedarán en la superficie y otras
empezarán a preguntarse qué es lo que están sintiendo y por qué lo
sienten. Entonces, penetrarán suavemente en su interior. De esas, unas
tantas comprenderán que la danza del vientre te conecta con algo que
fuiste. En otras vidas, en otros mundos. Uno puede bucear en su
interior de muchas maneras. Yo creo que hay quien lo hace a través del
yoga o por medio de la meditación. A mí me ha tocado buscarme a través
de la danza. Y quiero unir esos tres puentes.
- En Arabia, ¿reflexionan de esta manera sobre la danza del vientre?
-
Resulta increíble y poderoso. Por un lado, no hay fiesta sin bailarina,
bailarina que llegó a bailar en antiguos templos como una sacerdotisa.
Pero por otro lado, ningún hombre quiere que la que baile sea su mujer
o su hija porque aquella que ejecuta la danza del vientre está
considerada, en ciertos casos, lugares y momentos, peor que una
perdida. Las desprecian, las aman y crearon mil músicas diferentes para
acompañarlas. Bailan al ritmo de sones populares y antiquísimos.
También al de otros de altísima sofisticación y clasicismo.
- En Occidente la imagen de una bailarina de la danza del vientre es...
-
...La que nos transmitieron aquellos primeros viajeros y artistas
llamados orientalistas. Cayeron bajo el embrujo de pueblos que no
habían renunciado a su unión con la tierra verdadera. Una imagen puede
que idealizada pero real: supieron captar la sensualidad de la mujer
que reconoce su cuerpo y su placer.
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