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Danza al nivel más alto

Crítica, Vasos Comunicantes

Egilea
Ana Remiro
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Kritika
Data
2003/11/28

La Fundación Kursaal presentaba en estreno absoluto en Donostia Vasos Comunicantes, espectáculo que constituye una experiencia pionera que reune bailarines de todo el estado y que en la actualidad son primeras figuras en prestigiosas compañías extranjeras. A diferencia de una gala de estrellas al uso, su director y coreógrafo Goyo Montero realiza un espectáculo compacto en el que aparece, al tiempo, lo individual. Cada bailarín muestra un personalísimo trabajo, que se comunica con el siguiente cual líquido (o energía) que se trasbasara de un artista a otro. Las coreografías interpretadas por los bailarines, siempre en forma de dúos o solos, son trabajos independientes que se van relacionando entre ellos para desembocar en un final de grupo, estructurado sobre cuatro parejas, en el que sigue predominando la expresión de las individualidades muy finamente entretejidas. Las diferentes técnicas y estilos de los bailarines no son motivo de cortes ni rupturas. Toda la pieza está concebida en clave intimista, donde cada artista se comunica de tú a tú con el público entregando su propia esencia a través de su propio lenguaje, pero todos ellos utilizando un mismo registro en el tono expresivo.

La altísima calidad de todos ellos hace de este planteamiento coreográfico un espectáculo de lujo por el espectacular nivel técnico exhibido, por la riqueza de formas y matices, por la personal fuerza expresiva de cada artista y por la belleza de todo el conjunto.

Los músicos en el escenario son presencias rigurosas y sobrias con los que los bailarines establecen en algunos momentos sugerentes diálogos como el solo de Goyo Montero con el violín, el de Tamara Rojo con la guitarra o el de Iratxe Ansa con el piano. Todos ellos de enorme fuerza expresiva. Asi mismo, los dúos interpretados por Iratxe Ansa y Goyo Montero, y por Roser Muñoz y Joan Boix, fueron instantes de gran intensidad, rebosando plasticidad y sensualidad los primeros y exiquisita finura y elegancia los segundos.

La música de Bach interpretada por cada uno de estos excelentísimos instrumentistas envolvía la coreografía con un ambiente de pureza cristalina que encontraba su continuidad en los impecables movimientos de estos insuperables bailarines. Destacó e impactó el juego de luces, preciso y minimalista, que dibujó el espacio con enorme acierto estético.

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