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Cunningham a los 100

El siglo en el que reinventó la danza

Merce Cunningham cumpliría cien años el próximo 16 de abril. Creador de coreografías que redefinieron la danza y con unas condiciones físicas portentosas como bailarín, puso movimiento y belleza a la cultura del siglo XX a través de un instinto que compartió con artistas de diversos ámbitos como Robert Rauschenberg y John Cage.
Egilea
Elna Matamoros
Komunikabidea
El Cultural
Mota
Erreportajea
Data
2019/04/12
Lotura
El Cultural

 

Merce Cunningham en Changeling (1957). Foto: Richard Rutledge

Merce Cunningham (Centralia, Washington, 1919-Nueva York, 2009) sigue revelándose en su centenario como uno de los creadores más revolucionarios del siglo XX. Certero y elegante, disparatado y rompedor, su trabajo modificó tanto el ojo del espectador como el proceso de creación. Sus sorprendentes planteamientos escénicos lo convirtieron en un coreógrafo de éxito, pero también en un símbolo de postmodernidad y de ambivalencia creativa que aún sigue vigente.

“El trabajo de Merce no es solamente único en el campo de la danza sino en el de las artes escénicas, las artes plásticas, la música y el cine”, dice a El Cultural Trevor Carlson, consejero del Merce Cunningham Trust y responsable del Centenario del artista. “El hecho de plantear una obra sin argumento, que música y danza puedan ser independientes entre sí aunque se estén representando a la vez, o que consideremos la posibilidad de filmar a alguien y que no se vea su cuerpo entero, sino sólo secciones, son prácticas normales hoy día”, añade. “Podría haberlo hecho otro... ¡pero él fue el primero!”, explica. Su estrecha relación con el compositor John Cage determinó el enfoque de su trabajo:“Cage se planteaba la música desde perspectivas que Merce aplicó también en su propia obra y se han convertido en herramientas”, explica Carlson refiriéndose a la aleatoriedad de elementos o a la separación absoluta de música y danza.

Formado en la Cornish School of the Arts y habiendo pasado por las filas de la Martha Graham Dance Company -de la que fue el bailarín masculino, sucediendo a Erik Hawkins, en una agrupación puramente femenina-, Merce apareció en Nueva York en 1944 interpretando seis solos con música de Cage y poco después, ya en Black Mountain College, ambos se unieron a Robert Rauschenberg, David Tudor, M.C. Richards y Charles Olson creando lo que se considera el primer happening de la historia. En 1964 Cunningham ideó sus Events mostrando su trabajo fuera del convencional espacio escénico con montajes de 90 minutos a partir de retazos de su repertorio, presentados de forma aleatoria e inesperada.

Cesc Gelabert, pionero de la danza contemporánea en España, destaca la trascendencia de su obra: “Todo el postmodernismo de Steve Paxton o Trisha Brown no se entiende sin su filtro y su mirada”. Además, “Merce no va solo, sino con todo un grupo. Todos viajaban en un volkswagen que conducía Rauschenberg. Cage llevaba las cuentas y cocinaba, y el road manager era Jasper Jones”, explica admirado, comparando a ese grupo de artistas diversos -que se junta para hacer algo de forma colectiva- con el impulso creativo de Les Ballets Russes de Diaghilev. Su aportación, insiste, “es enorme”.

En su búsqueda constante y extrema de nuevas herramientas coreográficas, Cunningham se alió con el cine en los años 70 -colaborando con Charles Atlas o Elliot Caplan- y, años después, con la informática. “Merce era un fanático del movimiento humano en el espacio. Si se quedaba sin retos y alguien le mostraba la posibilidad de mirar algo bajo un prisma distinto, intentaba saciar su curiosidad al momento”, explica Carlson. De sus experimentos tecnológicos nacieron coreografías como BIPED (1999), Fluid Canvas (2002) y los célebres Mondays with Merce, una serie de documentales muy breves en los que se recoge el trabajo del coreógrafo y de muchos de sus colaboradores, y que actualmente pueden verse en un canal de YouTube del Merce Cunningham Trust, que controla todo su legado.

“Su trabajo no pertenece solo a la danza. También al teatro, a las artes plásticas, a la música, al cine...”. Trevor Carlson
Con su cuerpo delgado, de extremidades eternas y precisas, cuello largo y un salto prodigioso, su relevancia como bailarín es también indiscutible. Recuerda Cesc Gelabert la primera vez que lo vio bailar en su mítico estudio de Nueva York, al que acudió en peregrinación en cuanto aterrizó en la ciudad. “De pronto apareció él dentro de aquel jersey en el que metía las manos. Por la cabeza tenía varias mangas -en su célebre Antic Meet, con diseños de Rauschenberg- y me pareció extraordinario”. Le impresionó cómo daba expresión y vida a lo abstracto: “Con él ya no era ‘sólo abstracto' sino otra cosa; esa expresión tan bonita de la sensación, de la percepción, creo que es su mayor influencia”.

La filosofía Zen que regía la vida de Cage y Cunningham -relación que terminaría con la muerte del músico a los ochenta años- influyó notablemente en su percepción del arte y la vida. Con 190 coreografías y 700 Events creados, además de una compañía fundada en 1953 por la que pasaron centenares de artistas, Cunningham se planteó el futuro de su legado de una forma, cómo no, única y valiente: el cierre de la compañía después de su fallecimiento formaba parte de sus últimos deseos. “Daba mucho miedo, sobre todo pensando en los bailarines que quedaban en la compañía, y hubo mucha controversia”, admite Carlson. “Se lo comunicamos primero a los bailarines aproximadamente un año después de la muerte de Merce, pero había mucho misterio en el aire; no sabíamos si sucedería en un año o en cinco”. Finalmente fueron dos años en lo que se llamó el Farewell Legacy Tour, una gira mundial con la que se despidieron del público el 31 de diciembre de 2011, en París. “Merce decía claramente que no era buena idea mantener una compañía-museo”, explica. “Si lo analizamos diez años después y en relación a su centenario, ha sido muy práctico para todos los implicados; en muchas compañías se bailan sus piezas y su técnica despierta gran interés; no es un museo ni una biblioteca”. Gelabert está de acuerdo en que la controvertida decisión fue muy razonable, porque “lo importante en una compañía así es que se mantenga el espíritu del creador”. Sin él, insiste, “no tenía sentido”.

Las celebraciones de su centenario son muchas y diversas, y están recogidas en la fantástica página web del Merce Cunningham Trust, sus coreografías se están representando en compañías de todo el mundo y talleres sobre su obra y su técnica -Cunningham fue también un excelente pedagogo- asoman estos días por universidades, museos y centros de investigación, impartidos por sus discípulos. La mayor expectación la despierta la llamada Night of the 100 solos, una espectacular conmemoración en la que el 16 de abril el Barbican Theatre de Londres, la Howard Gilman Opera House en la Brooklyn Academy of Music de Nueva York y el Center for the Art of Performance UCLA en Los Ángeles presentan cada uno 90 minutos de danza a través de 100 solos creados por el norteamericano con bailarines y asistentes coreográficos de la Merce Cunningham Dance Company, homenajeando la pasión de Cunningham por la tecnología. Las actuaciones serán retransmitidas en directo por internet. “Trato de no imaginar nunca lo que diría Merce de todo esto porque él siempre me sorprendía -sentencia Carlson- pero sí creo que lo más emocionante para él sería que tanta gente fuera a juntarse para celebrar su cumpleaños. Eso le daría una grandísima alegría”.

@ElnaMatamoros
 

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