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«Ordizia nos mira. Hemos de cumplir con la tradición»
Charla con... Josu Irastorza, desafío, saludo y cortejo de santaneros
-El último ensayo fue el viernes.
- Sí pero cada cual sigue ensayando en su casa. Mi esposa y yo hemos grabado la música, hemos tomado imágenes en vídeo. Práctico ante el espejo. Yo antes nunca había bailado. Bueno, ya sabes, sólo las tonterías que se hacen en los bares. Para el baile del pañuelo - que no se baila con tu esposa sino con otra mujer y en el que no te puedes permitir tocarla ni que el pañuelo se deslice- ensayamos juntos porque tengo que girar y girar. No puedes fallar.
-¿Hombre! El pueblo de Ordizia perdonará los fallos: tan sólo nueve días de ensayo, la mayoría de ustedes sin experiencia como dantzaris...
- A tí te puede parecer que mostrarían compasión pero yo no estoy tan seguro. Pienso más bien que nos sacarían cantares. Recuerdo haber visto el baile de pequeño y haber oído a la gente «Miraqué mal baila ese, fíjate cómo lleva el mantón de Manila aquella...». No me olvido tampoco -no lo hace el pueblo- de los años en que el suelo no estaba, digamos que, adoquinado y parecía mojado, resbaladizo. Más de un aurreskua y de un atzeskua se han caído hacia atrás. Levantaban la pierna y se desequilibraban... No, mira. Ordizia te está mirando y tienes que hacerlo bien. Eso sí, sin pensar que hay miles de ojos sobre tí.
-Ya, el dichoso miedo escénico.
- Ni más ni menos. Debes saber que te están mirando para hacerlo bien. Pero para hacerlo mejor, has de olvidar que Ordizia está presente.
- El santanero ¿con quién está cumpliendo? ¿Con Santa Ana, con Ordizia, con su mujer a la que recién esposó, con la tradición...?
- Las tradiciones, el ritual, los mayordomos, la firma en el viejo libro de actas de 1792, la comida en el Martínez, el baile en el Hogar de los Ancianos, la verbena de casados, los centenarios mantones de Manila, la ilusión de tu familia, tu mujer, tu hombre, el peso de esos 500 años de baile, cuentan, cuentan mucho pero yo, como santanero, pretendo cumplir conmigo mismo. Tomé, tomamos mi esposa y yo, la decisión de bailar y pretendemos hacerlo bien, muy bien. Por nosotros. Y por todo lo demás.
- Cuentan que en tiempos añejos sólo bailaban los linajudos.
- Cierto. Y más aún para ser aurreskua edo atzeskua, esos dos gallitos que abren y cierran el baile, saludan y se desafían. Era de rigor ser hijo de alcalde o alcaldesa, maestro de danza o hijo de maestro. Y linajudo. Quizás por eso, antes, los santaneros se comprometían a ayudar a los necesitados del pueblo.Hoy, ya ves, tú decides salir o no y, a la postre, acaba tocándote de chiripa y carambola abrir y cerrar el baile
- Cuentan que en los tiempos viejos la kalejira se hacia para ir dejando a las esposas en casa y así holgar los varones solos.
- Verdad parece pues lo cuentan las crónicas, pero no creo que las damas de hoy nos permitieran dejarlas en casa. Las creo más bien capaces de llevarnos a nosotros al hogar e irse ellas a la gran juerga.
- Sí pero cada cual sigue ensayando en su casa. Mi esposa y yo hemos grabado la música, hemos tomado imágenes en vídeo. Práctico ante el espejo. Yo antes nunca había bailado. Bueno, ya sabes, sólo las tonterías que se hacen en los bares. Para el baile del pañuelo - que no se baila con tu esposa sino con otra mujer y en el que no te puedes permitir tocarla ni que el pañuelo se deslice- ensayamos juntos porque tengo que girar y girar. No puedes fallar.
-¿Hombre! El pueblo de Ordizia perdonará los fallos: tan sólo nueve días de ensayo, la mayoría de ustedes sin experiencia como dantzaris...
- A tí te puede parecer que mostrarían compasión pero yo no estoy tan seguro. Pienso más bien que nos sacarían cantares. Recuerdo haber visto el baile de pequeño y haber oído a la gente «Miraqué mal baila ese, fíjate cómo lleva el mantón de Manila aquella...». No me olvido tampoco -no lo hace el pueblo- de los años en que el suelo no estaba, digamos que, adoquinado y parecía mojado, resbaladizo. Más de un aurreskua y de un atzeskua se han caído hacia atrás. Levantaban la pierna y se desequilibraban... No, mira. Ordizia te está mirando y tienes que hacerlo bien. Eso sí, sin pensar que hay miles de ojos sobre tí.
-Ya, el dichoso miedo escénico.
- Ni más ni menos. Debes saber que te están mirando para hacerlo bien. Pero para hacerlo mejor, has de olvidar que Ordizia está presente.
- El santanero ¿con quién está cumpliendo? ¿Con Santa Ana, con Ordizia, con su mujer a la que recién esposó, con la tradición...?
- Las tradiciones, el ritual, los mayordomos, la firma en el viejo libro de actas de 1792, la comida en el Martínez, el baile en el Hogar de los Ancianos, la verbena de casados, los centenarios mantones de Manila, la ilusión de tu familia, tu mujer, tu hombre, el peso de esos 500 años de baile, cuentan, cuentan mucho pero yo, como santanero, pretendo cumplir conmigo mismo. Tomé, tomamos mi esposa y yo, la decisión de bailar y pretendemos hacerlo bien, muy bien. Por nosotros. Y por todo lo demás.
- Cuentan que en tiempos añejos sólo bailaban los linajudos.
- Cierto. Y más aún para ser aurreskua edo atzeskua, esos dos gallitos que abren y cierran el baile, saludan y se desafían. Era de rigor ser hijo de alcalde o alcaldesa, maestro de danza o hijo de maestro. Y linajudo. Quizás por eso, antes, los santaneros se comprometían a ayudar a los necesitados del pueblo.Hoy, ya ves, tú decides salir o no y, a la postre, acaba tocándote de chiripa y carambola abrir y cerrar el baile
- Cuentan que en los tiempos viejos la kalejira se hacia para ir dejando a las esposas en casa y así holgar los varones solos.
- Verdad parece pues lo cuentan las crónicas, pero no creo que las damas de hoy nos permitieran dejarlas en casa. Las creo más bien capaces de llevarnos a nosotros al hogar e irse ellas a la gran juerga.
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