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Cuerpos fundidos en música

Crítica, Tokyo Asami Maki Ballet

Egilea
Ana Remiro
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Kritika
Data
2006/08/20

El espectáculo estrella en cuanto a programación de danza de la Quincena Musical llegó de la mano de la más importante compañía de ballet de Japón interpretando la última versión del aclamado Pink Floyd Ballet de Roland Petit.

Fue un ballet ágil y dinámico, muy fácil de ver, con un componente primordialmente visual y que planteó una danza ligera, vistosa y de rápida asimilación. La estructura de la obra es simple y lineal al tratarse de una sucesión de coreografías cuyo objetivo no es otro que el de plasmar en la plástica de los cuerpos, los ritmos y las melodías del mencionado grupo. No obstante, la acertada combinación de los temas musicales consigue dotar al espectáculo de relieve y de ritmo, incluyendo los necesarios contrastes. La escritura coreográfica en sí se mantiene fuertemente sujeta a la música adoptando repeticiones simples que inducen a un primer efecto excesivamente cuadriculado. Este aspecto se supera con el desarrollo coreográfico que toma fuerza en dos aspectos principalmente: en la multiplicación que ofrecen los conjuntos y en las cualidades interpretativas de los solistas en los momentos de dúos y de solos. A pesar de tratarse de una coreografía que tiene ya 30 años hay que decir que mantiene grandes aciertos coreográficos que siguen vigentes hoy en día.

Las tres intervenciones de Lucía Lacarra (dos de ellas acompañada por su pareja y partenaire habitual Ciryl Pierre y acompañada por Lienz Chang) sublimaron la coreografía de Petit sobre el escenario. Sus majestuosas líneas dibujaron con indescriptible exactitud las geométricas figuras que solicitaba la coreografía, entre la dulce y controlada cadencia de sus movimientos. De igual forma acometió velocísimas piruetas que se derritieron en lánguidos finales con escrupulosa sincronía musical y asertiva y despierta expresión. Su singular y natural forma de llegar al final de cada movimiento, con una mezcla de fuerza y serenidad que le es propia, le permite encarar el más complicado de los pasos técnicos o el más sencillo de los gestos con igual frescura y espontaneidad.

Entre los demás solistas destaca la armoniosa elegancia de Dugaraa, así como el buen hacer de Lienz Chang. El cuerpo de baile de la compañía estuvo a la altura ofreciendo un gran trabajo de sincronía en la plasticidad de las formas y en la interpretación del movimiento.

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