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Cuerpos fundidos en música
Crítica, Tokyo Asami Maki Ballet
El espectáculo estrella en cuanto a programación de danza de la
Quincena Musical llegó de la mano de la más importante compañía de
ballet de Japón interpretando la última versión del aclamado Pink Floyd
Ballet de Roland Petit.
Fue un ballet ágil y dinámico, muy fácil
de ver, con un componente primordialmente visual y que planteó una
danza ligera, vistosa y de rápida asimilación. La estructura de la obra
es simple y lineal al tratarse de una sucesión de coreografías cuyo
objetivo no es otro que el de plasmar en la plástica de los cuerpos,
los ritmos y las melodías del mencionado grupo. No obstante, la
acertada combinación de los temas musicales consigue dotar al
espectáculo de relieve y de ritmo, incluyendo los necesarios
contrastes. La escritura coreográfica en sí se mantiene fuertemente
sujeta a la música adoptando repeticiones simples que inducen a un
primer efecto excesivamente cuadriculado. Este aspecto se supera con el
desarrollo coreográfico que toma fuerza en dos aspectos principalmente:
en la multiplicación que ofrecen los conjuntos y en las cualidades
interpretativas de los solistas en los momentos de dúos y de solos. A
pesar de tratarse de una coreografía que tiene ya 30 años hay que decir
que mantiene grandes aciertos coreográficos que siguen vigentes hoy en
día.
Las tres intervenciones de Lucía Lacarra (dos de ellas
acompañada por su pareja y partenaire habitual Ciryl Pierre y
acompañada por Lienz Chang) sublimaron la coreografía de Petit sobre el
escenario. Sus majestuosas líneas dibujaron con indescriptible
exactitud las geométricas figuras que solicitaba la coreografía, entre
la dulce y controlada cadencia de sus movimientos. De igual forma
acometió velocísimas piruetas que se derritieron en lánguidos finales
con escrupulosa sincronía musical y asertiva y despierta expresión. Su
singular y natural forma de llegar al final de cada movimiento, con una
mezcla de fuerza y serenidad que le es propia, le permite encarar el
más complicado de los pasos técnicos o el más sencillo de los gestos
con igual frescura y espontaneidad.
Entre los demás solistas
destaca la armoniosa elegancia de Dugaraa, así como el buen hacer de
Lienz Chang. El cuerpo de baile de la compañía estuvo a la altura
ofreciendo un gran trabajo de sincronía en la plasticidad de las formas
y en la interpretación del movimiento.
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