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Cuatro generaciones en danza

El futuro del folclore vasco

Egilea
Arantza Rodriguez
Komunikabidea
Deia - Noticias de Bizkaia
Tokia
Bilbao
Mota
Erreportajea
Data
2010/05/02

Empezó a bailar a los siete años bajo el monóculo escrutador del franquismo, cuando "censuraban todo, desde los colores -llevar rojo, blanco y verde era imposible-, hasta las letras y las músicas". Superadas aquellas "trabas", Jon Pertika, presidente del Beti Jai Alai, advierte de que hoy día los grupos de danzas vascas también atraviesan dificultades, pero por otros motivos. "Ahora es más difícil mantener un grupo, puesto que las generaciones que vienen tienen diferentes maneras de ocio y no está tan arraigado ese sentimiento hacia la cultura vasca, que se va perdiendo un poquito de generación en generación. Esperemos que se recupere, pero es un poco difícil", reconoce, consciente del tirón que tiene el fútbol entre los niños, este septuagenario al que se le siguen "moviendo las piernas" en los ensayos.

Aunque la artrosis le hizo colgar las abarcas a los treinta y tantos, Pertika recuerda como si fuera ayer sus inicios. "Mi padre fue el que fundó hace 66 años el grupo Beti Alai y como dicen aquellos: De padres gatos, hijos michinos", bromea y da fe de las "restricciones" a las que tuvieron que hacer frente los dantzaris de la época. "Primero tenías que pasar el rastrillo de Información y Turismo, después te mandaban a los espectáculos a la Policía para ver si cumplías exactamente la letra que habías mandado... Siempre con pegas", critica. Lejos de desanimarse -"basta que te lo prohibieran para ser más incisivos e impetuosos"-, Pertika recogió el testigo de su padre y fundó hace 42 años el grupo Beti Jai Alai. "Por medio de la parroquia de Basurto nos dieron un permiso como academia de danzas regionales. Era la manera de tapar aquello", explica y destaca lo difícil que resultaba entonces "poder investigar y desplazarse a los pueblos para aprender los bailes autóctonos". Pese a ello, su grupo fue distinguido por el Ayuntamiento de Bilbao por su aportación al folclore vasco y, en concreto, por recuperar el aurresku de Begoña que se baila junto a la basílica el 15 de agosto.

Con la convicción de que "la danza es una forma de mantener la cultura de nuestro pueblo a capa y espada", Pertika lamenta la falta de relevo, fundamentalmente masculino. "Los grupos adolecen de chicos, que se dedican más al fútbol y otros deportes. Además, existe entre los niños la creencia de que el baile vasco es de afeminados, fíjate tú, si agarras un palo o una espada... Algún día tendrán que bailar las chicas lo de los chicos. Bueno, ya hay quien lo hace", atestigua en la sede de Bizkaiko Dantzarien Biltzarra, en Bilbao, donde se dan cita bailarines de varias generaciones.

"Antes había mas tradición" También Maite Ortiz, una auxiliar administrativo de cuarenta y cinco años que se inició en la danza a los cuatro, deja constancia de los prejuicios de los más pequeños. "Ahora los chicos tiran más al fútbol, oyes a muchos hablar de que esto es de maricas. Antes no había ese concepto de chicas por un lado y chicos por otro, era para todos igual. En ese sentido, se ha ido hacia atrás".

Hija y hermana de dantzaris, Maite estrenó abarcas por tradición familiar, pero enseguida sintió el baile como algo propio. "Empecé por hobby, pero luego lo fui absorbiendo y en ningún momento me he planteado dejar el grupo. Aunque no levantes la pierna, hay otra serie de cosas que puedes hacer, como enseñar a los críos", asegura esta integrante del Beti Jai Alai.

A lo largo de su trayectoria, Maite ha detectado que "antes había mucha más tradición de bailar" y que "ha cambiado mucho el pensamiento de los dantzaris". "Antiguamente teníamos la danza como algo nuestro. Ahora es más si puedo voy y si no puedo no voy, es diferente".

Quienes sí aprecian y mucho las danzas vascas son los extranjeros. Prueba de ello, apunta que "en Alemania bailando Xemeingo dantza, a la hora de hacer la parrilla y levantar al chico, la gente se ponía de pie aplaudiendo". "Fue muy emocionante", recuerda y subraya que, aunque "para nosotros sea un simple baile, allí la gente alucina".

Puestos a repasar actuaciones, Maite cita como las más emotivas el homenaje que le brindaron en Basurto a Ramón Sanz, "un componente del grupo que falleció y era como mi segundo aitite", y la que realizaron hace un par de años en el Teatro Arriaga para conmemorar el 40 aniversario del Beti Jai Alai. "Yo no bailé, pero estuve dentro con todos los entresijos y me pareció una actuación muy importante", destaca. Como la más divertida, señala aquella en la que el escenario se vino abajo con todo el grupo. "Se rompió una tabla y yo me quedé enganchada de los sobacos. Ahora te ríes, pero en aquel momento qué susto y qué miedo. Son gajes del oficio, una más para contar", relata sonriente.

Al igual que sus compañeros, Ane Fernández, una dantzari de 19 años que estudia Dietética y Nutrición, también se hace eco de los comentarios de los recién iniciados. "Yo doy danza a los chiquitines y muchos te dicen que ese baile no quieren hacer porque es de chicas o que sólo quieren bailar los bailes de levantar la pierna. Para muchos no hay más que el fútbol", reitera.

Ella, que lleva en danza desde los cuatro años, se incorporó al Beti Jai Alai porque "tenía una amiga ahí, era el grupo del barrio y mis padres me animaron". "De niña te hace ilusión que te vistan de aldeana y que tus aitas te vayan a ver. Ahora estoy más por las actuaciones, los viajes y el ambiente que hay entre nosotros", explica. "Cuando vas a bailar fuera de aquí, estás representando a Euskal Herria y estoy orgullosa de eso también", añade esta joven, que siempre reserva un hueco en su agenda para ensayar. "Si algo te gusta, sacas tiempo", rubrica y comenta que algunos de sus amigos no entienden su afición. "Hay gente a la que le gusta y cuando vas a fiestas de Bilbao y hay una romería, te dicen: Jo, qué envidia, yo también quiero saberme el baile, y hay otra que cuando un sábado te tienes que ir antes porque el domingo tienes que bailar te dice: Sal ya de ahí".

Además de la actuación del Teatro Arriaga, a Ane también le dejó un grato recuerdo la que ofrecieron en el Palacio Euskalduna. "Bailamos en un espectáculo que se llamaba Los vascos y la danza. Nos costó mucho prepararlo, pero fue muy intenso y bonito", afirma.

El benjamín del grupo, Imanol Sáenz de Ugarte, tiene claro a sus nueve años que "hay que respetar los gustos de las personas", aunque él se inició en la danza a regañadientes. "Me apuntó mi madre y al principio no quería ir. Me daba vergüenza no tener ningún amigo en el grupo. Luego ya me gustaban los bailes. Además, he hecho amistades y me lo paso muy bien", relata este chaval al que le pirran el baloncesto y la danza a partes iguales. Ahora que ya considera "divertido" bailar, anima a otros a sumarse. "Cuando actué la primera vez me pareció como ser un poco más importante".

Imanol Sáenz de Ugarte, con pelo moreno y en primera línea; Ane Fernández, en tercera fila a la derecha; y Maite Ortiz, justo detrás de ella, posan muy unidos.

Imanol Sáenz de Ugarte, con pelo moreno y en primera línea; Ane Fernández, en tercera fila a la derecha; y Maite Ortiz, justo detrás de ella, posan muy unidos. (Foto: Oskar Martinez)

Algunos de los dantzaris más jóvenes del Beti Jai Alai, acompañados por la experimentada Maite Ortiz, bailan en la sede de Bizkaiko Dantzarien Biltzarra en Bilbao.

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