El dúo Bermúdez-Coury da una lección de compenetración dancística a través, esta vez, de su propuesta, digamos, de cámara: un bello y compacto paso a dos. Otras veces los hemos visto con la compañía completa, siempre al límite de la explotación física de los cuerpos. En Afines, el espectáculo que nos ocupa, se sosiegan un poco, el fraseo es más ligado, pero sigue, por supuesto, su potente componente de nudos corporales, de abundantes medias elevaciones de la bailarina. Son afines, como indica el título, porque ambos se meten en la misma respiración, en el mismo tempo; pero no iguales.
El vestuario –gabardina– con el que salen a escena sugiere encuentro en la calle, o, por lo menos, un primer encuentro de tanteo. Luego pasan a más intimidad. La función irá revelando su perfecta compenetración a la que llegan al final. El lenguaje corporal y de danza es muy rico. Son dos bailarines que acumulan mucha experiencia, además de partir de una preparación con una de las mejores compañías –si no la mejor– de danza contemporánea, la Batsheva Dance Company, y toda la aportación de los coreógrafos israelíes que conlleva. La primera parte es de tanteo, de estudio del otro, con expresiones a modo de palpitaciones, desenvoltura individual y tramos muy bailados en simetría cuando entra la música más rítmica. En este sentido, la técnica Gaga (improvisación y conocimiento del cuerpo sin prejuicios), ya no está tan presente; han logrado su propio estilo, hay más definición, en medio de su insobornable libertad. En esa búsqueda el uno del otro, hay recursos habituales, como el correr en círculo, o los bien trabajados pasos de suelo.
Compañía Marcat Dance
Programa: Afines.
Coreografía y bailarines: Catherine Coury y Mario Bermúdez.
Música: J. Pablo Polo.
Iluminación: Mamen B. Gil.
Civivox Iturrama. Ayto. de Pamplona. 9 de enero de 2025.
Casi lleno (3 euros).
Al despojarse de la ropa de calle, todo es más íntimo, y los dos bailarines exhiben una profunda fortaleza en su relación. La coreografía está planteada como un diálogo profundo que los dos cuerpos mantienen. Sin pretender exhibicionismo, el espectador recibe una gran carga de relación que va más allá de lo físico. La técnica que han adquirido permite que parezca muy sencillo, lo que es complicado: la facilidad con la que ambos se acomodan en el cuerpo del otro. Saltos y movimientos un tanto arriesgados: molinetes con el cuerpo de la bailarina, por ejemplo. La fortaleza de él da una seguridad apabullante a la bailarina. Ella, a su vez, también tiene una danza, a solo, muy dominada. Y en ese abrazo fundamental de ambos, en el que siempre termina la acción, hay figuras muy hermosas, como desplegar a la bailarina como un abanico… En definitiva, plena coincidencia entre la estética y la estilística de ambos.
Una música más lírica, nos va acercando a un final que, definitivamente les acerca. Su pequeña cita al folklore, indica que están contentos. La estampa que dejan antes de bajar el telón, es muy original: ella, sobre él, en el suelo, con los pies de ambos, en fila hacia arriba. Otro detalle que entraña dificultad, sin parecerlo. La danza, bien trabada en todas sus partes, sin fisuras, de Bermúdez y Coury nos han mostrado el agradable proceso que sigue el conocimiento de dos personas no que sabían que eran tan afines. Ovación sostenida para ambos.