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«Creo muchísimo en nuestro patrimonio cultural para impulsar la creación contemporánea»

Jon Maya Bailarín y coreógrafo, director de Kukai,

El espectáculo 'Oskara' de Kukai Taldea ha recibido un nuevo impulso con las siete nominaciones a los premios Max
Egilea
Ricardo Aldarondo
Komunikabidea
Diario Vasco
Tokia
San Sebastián
Mota
Elkarrizketa
Data
2017/04/30
Lotura
Diario Vasco

Por la mañana había estado en Gernika con la aportación de Kukai a los actos del 80 aniversario del bombardeo de Gernika y mientras charlábamos ya le estaban esperando los niños para recibir sus clases. Al tiempo que mantiene como director de la compañía varios espectáculos en funcionamiento, y acaba de estrenar 'Topa', Jon Maya va asimilando las siete candidaturas a los premios Max que ha logrado su espectáculo 'Oskara', creado con Marcos Morau y La Veronal.

- Las siete nominaciones hacen de 'Oskara' el favorito para los premios Max. ¿Podía imaginar algo así?

- Ha sido una gran alegría, y una gran sorpresa. Al principio creí que nos había caído alguna candidatura, pero cuando vi que eran siete... fue una pasada. Ya teníamos ocho candidaturas con anteriores espectáculos, pero sabiendo de la dificultad de elegir solo tres nominados en cada categoría, nunca se sabe.

- ¿Cómo es 'Oskara' y qué tiene para convencer de esa manera en todos sus aspectos?

- Yo creo que se juntan diferentes factores. El hecho de unir dos universos que parecían tan diferentes, como el de Kukai y el de Marcos Morau y La Veronal, quizás sea original, porque se ve la mano de las dos partes, pero es un tipo de espectáculo que no habíamos hecho ni uno ni otro. Estéticamente creo que es muy bello, por la escenografía, el vestuario, la iluminación... Habla de la relación entre la cultura tradicional y la contemporánea, del papel que ocupa la cultura entre nosotros, de cómo llega y se va la vida del ser humano, mientras la cultura permanece... Y todos los intérpretes hacen un fantástico trabajo, tanto los cinco bailarines como el cantante Erramun Martikorena. Lo que me alegra de todas estas nominaciones es que se reconoce la labor del equipo en conjunto y en cada una de sus vertientes. El premio ya es ese.

- ¿Cómo han trabajado con Marcos Morau, dentro de esa tendencia a la colaboración que siempre ha tenido Kukai?

- Sí, ya desde 2008, además de continuar trabajando con Tanttaka Teatroa, abrimos otra vía de trabajo, que es la de invitar a coreógrafos contemporáneos a realizar procesos de creación en nuestro laboratorio. Por aquí han pasado La Intrusa Danza, Cesc Gelabert, Pepa San Martín, entre otros creadores, así que creo que llegamos a Marcos Morau con un bagaje. El proceso personal de acercamiento entre los dos, y de nuestro trabajo, ha sido de casi dos años. Recorrimos el País Vasco viendo museos, conociendo expertos en danza y música, vestuarios... Y después de dos años iniciamos el proceso de trabajo en sala con los bailarines.

- ¿Qué ha aportado Marcos Morau a la identidad de Kukai?

- A nivel estético tiene una visión muy amplia y muy atractiva. Ese sello tan especial que tiene en sus trabajos lo ha aportado a 'Oskara'. Trabaja desde una técnica muy concreta, que el llama 'koba', y adaptarla a nuestro lenguaje ha sido muy complejo. Pero al mismo tiempo nuestro equipo se ha apoderado de esta técnica, y eso es algo que le va a perdurar siempre y lo vamos a poder utilizar en otros espectáculos.

- La combinación de tradición y vanguardia también ha sido siempre muy importante en Kukai...

- Y lo seguirá siendo, yo no entiendo a Kukai sin esa raíz, es por lo que nació la compañía, para crear espectáculos contemporáneos a partir de la danza y la cultura tradicional vasca. Es nuestra materia prima, luego damos a cada espectáculo la dirección que necesita. Y creo que eso nos puede dar un sello especial, tanto aquí como internacionalmente.

- ¿Sigue habiendo prejuicios ante la idea de innovar a través de la tradición, o es algo ya superado?

- Si los hay, son eso, prejuicios. A nadie le cuesta ya unir la innovación y la tradición en la cocina vasca y hemos sido pioneros en eso. En la danza es exactamente lo mismo. Podemos jugar en los mismos circuitos que cualquier estilo de danza, de música, de cualquier disciplina artística a nivel universal, pero basándonos en lo que es nuestro. No somos más que nadie, pero tampoco menos. Tenemos una cultura en la que podemos inspirarnos para crear. Y esa creación, si es de calidad, se entiende y se aprecia. Es la primera vez en los veinte años de historia de los Max en que una compañía de danza es la que consigue más nominaciones, por encima de las compañías de teatro. Eso debe indicar que se están haciendo cosas con calidad y con rigor.

- ¿Y es este un momento de especial ebullición para esa mezcla?

- Es difícil decirlo desde dentro, pero seguramente en los tiempos de la República con Saski Naski, o luego con Juan Antonio Urbeltz también se podía pensar eso. En distintos momentos históricos ha habido propuestas de este tipo. Llevamos quince años desarrollando este tipo de trabajo y estamos muy contentos con él, pero no sé si forma parte de alguna corriente. Creo muchísimo en esta vía y en el patrimonio cultural que tenemos en nuestro país, y en hacer una creación contemporánea a partir de ella. Y seguiremos luchando en ese sentido.

- ¿Cómo se recibe internacionalmente ese poso de tradición en un espectáculo de vanguardia?

- Lo primero que interesa es que el espectáculo sea de calidad. Y luego se suele remarcar nuestro sello de identidad, nuestra característica muy arraigada a nuestro lugar de procedencia y eso se suele agradecer, les parece original, y les suscita preguntas sobre nuestra cultura.

- Esta semana han participado con la pieza 'Gernika-Guernica' en los actos del 80 aniversario del bombardeo. ¿Cómo es esa pieza?

- Es una pieza humilde, de 22 minutos de duración, hecha con tres bailarines para ser presentada en algunos puntos concretos alrededor del 80 aniversario, y por eso lo hicimos hace una semana en el Museo San Telmo y esta semana en Gernika y en el Museo Reina Sofía de Madrid. Para mí ha sido bonito porque el primer trabajo que hicimos en Tanttaka Teatroa se llamaba '1937' y contaba la historia de siete niños de la guerra. Poder retomar el mismo tema quince años después de una forma totalmente diferente para mí está siendo bonito. El año pasado trabajé mucho en Madrid, y visitaba el 'Guernica', leía sobre Picasso y sobre el bombardeo de Gernika... Pero también ahora estamos viviendo todos los días otros 'gernikas' y quería ver cómo hablar de esa memoria y de nuestro pueblo, al tiempo que sacamos a la luz esos 'Guernica' que cada día suceden.

- Crear una obra artística a partir de un tema así debe imponer...

- Sí, da respeto no estar a la altura que el teme merece, encontrar la sensibilidad adecuada y que llegue a la gente... Es una pieza que tiene un tiempo muy pausado, y es intensa. Tanto en el Museo San Telmo como en Gernika me quedé contento porque me vino mucha gente diciendo que le había llegado, que había sentido esa tensión y ese desgarro. Una de las mejores cosas que puede hacer el arte es mostrar de una forma artística y poética muchos sentimientos, que a veces cuesta transmitir con palabras, desde la emoción, la imagen, el sentimiento, el audio... En la gira que hicimos con el espectáculo '1937' nos fuimos encontrando con supervivientes, con hijos suyos y niños de la guerra. Y eso es muy potente y muy emocionante.

- ¿Cómo se ve en este momento como creador?

- Sí que es un momento curioso, porque hasta ahora mi cabeza ha estado sobre todo en el escenario, como bailarín, aunque dirigía la compañía y he creado coreografías. Es el momento en el que sigo bailando en algunos espectáculos pero en los últimos proyectos estoy más dirigiendo. Sigo estando entre dos aguas, pero la dirección va cogiendo más peso. Es un momento interesante porque seguramente tengo una mirada mucho más amplia de lo que es la creación y el espectáculo precisamente porque estoy fuera. Me estoy dando cuenta de que estoy a gusto y lo disfruto, y eso me alegra de cara al futuro. Es un proceso natural, porque el año que viene voy a cumplir 40 años, aunque siempre he dicho que la edad no es un impedimento. Ahí está el maestro Cesc Gelabert que con sesenta y pico años se hace unos solos que ya los quisiéramos cualquiera. He ganado características y experiencias que de joven no tenía, y he perdido cualidades que sí tenía de joven, pero es un proceso natural. Mientras me sienta bien y pueda seguir con las cosas que he venido haciendo, seguiré bailando, pero soy muy consciente de que en otros momentos puedo ser más importante fuera del escenario, y no tengo ningún problema para hacer ese trabajo. Y tengo muchas ganas e ideas a largo plazo.

Jon Maya, en la sala de danza, su laboratorio con Kukai Taldea, en Niessen en Errenteria.

Jon Maya, en la sala de danza, su laboratorio con Kukai Taldea, en Niessen en Errenteria. / ARIZMENDI

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