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Construir espacios con la mirada
Matxalen Bilbao y Johanna Etcheverry estrenan la pieza ‘L’autre/Bestea’ en La Fundición, dentro del festival de danza BAD
“El de la danza no es un lenguaje convencional, no es el lenguaje de la calle y hay que hacer un esfuerzo para entenderlo”, advierte Matxalen Bilbao, tajante. La bailarina bermeana no se muerde la lengua y nada a contracorriente. “Soy consciente de que somos un submundo, de que remamos en sentido inverso al que rema la sociedad, que se distrae con la comida rápida, que apuesta por el éxito inmediato, que camina a una velocidad que no es la nuestra. El esfuerzo está infravalorado. Contra eso, nosotras proponemos otra cosa, otra experiencia, otro tempo, y los 54 minutos de Bestea no son 54 minutos de la calle”, apunta Bilbao. ¿Slow dance? “En cierta medida, lo que proponemos es bastante sencillo -explica-: se trata de dejarse llevar, porque la danza tiene mucho que ver con los sentimientos y con dejarse llevar, con ser más instintivos, con disfrutar del cuerpo. No es un mundo elitista ni inaccesible”.
Para eso se han pasado los últimos seis meses diseñando L’autre/Bestea, pieza respaldada por el Gobierno vasco, que interroga sobre el espacio intermedio entre personas, “el entre”, como lo define ella. Así, la distancia se convierte en algo más que en un término físico y se transforma en una amalgama de espacios menos concretos “como el tiempo, las relaciones y las fronteras que separan todos esos huecos”. Resumiendo, la mirada construye el espacio y el movimiento es su herramienta más eficaz. “El cuerpo habla y no engaña. Por eso, la raíz de nuestra danza es el movimiento”, subraya la experimentada bailarina.
Todo para proyectar un mensaje comprensible: “Se trata de hablar del respeto hacia los demás, partiendo de la individualidad y de la identidad, pero no entendida como identidad patria, sino reconociendo que todos somos parecidos y diferentes a la vez”.
tejer espacios Para tejer espacios entre personas hacen falta, por lo menos, dos. Y Matxalen Bilbao ha recurrido a otra experimentada bailarina para conformar la coreografía que estrenarán hoy en La Fundición de Bilbao. Se trata de Johanna Etcheverry, que lleva años experimentando el vasto mundo de la expresividad. Ambas se conocieron gracias al proyecto Miradas cruzadas que promueven La Fundición, Malandain Ballet de Biarritz y GLOB. “Al principio, cuando empezamos a ensayar, me sentía un poco desnuda. Había trabajado en algo parecido, pero con temática distinta”, reconoce la bailarina de Baiona. “Ha sido un desafío -agrega-, porque nos hemos estado interrogando constantemente, hemos tratado de entendernos, de componer... desde la diferencia. Cosas importantes que me han hecho crecer”.
Etcheverry tiene una concepción de la danza muy peculiar, y asegura que dentro de la disciplina no hay nada dictatorial ni didáctico: “Yo no hago esto para enseñar nada en concreto, lo hacemos para transmitir emociones, para canalizarlas, para viajar a través de la danza, del movimiento. En la coreografía no queremos mostrar el proceso, sino nuestra fragilidad y humanidad”. Bilbao refrenda las palabras de su compañera: “Nosotras no estamos fingiendo, no tenemos un texto y no interpretamos un personaje. Tampoco apelamos al público porque hemos construido nuestro propio universo”. “Lo miramos -aclara Etcheverry-, pero como quien mira a un paisaje”.
Aun así, las dos bailarinas son conscientes de la dificultad que presentan estas piezas experimentales. “La danza tiene mucho que ver con la poesía -sostiene Bilbao-. Trabajamos ideas, pero al llevarlas al lenguaje de la danza, del movimiento, todo queda más abierto y abstracto. En lo que hacemos no hay literalidad, no tiene nada que ver con la comprensión racional, es otro plano que requiere otro tipo de sensibilidad, que no tiene porqué estar ligada a la lógica ni a la razón. Para mí, el arte es compartir, ni siquiera hace falta comprenderlo”.
Durante los últimos quince años como creadora, Matxalen Bilbao ha perfilado un vocabulario personal. Interesada en profundizar y desarrollar su propio pensamiento, sigue insistiendo rigurosa y metódicamente en sus preocupaciones, que tienen mucho que ver con la identidad. Además, también trabaja el plano pedagógico, de la mano de la Diputación de Bizkaia: “Necesitamos que los niños se familiaricen con los códigos de la danza, y en ese sentido sí se está trabajando, poco a poco. También hay algunas ayudas a la creación, que otorga el Gobierno vasco y ahora está Dantzerti, que ayudará a que nuestro oficio se normalice, a que no tengas que decir con la boca pequeña que eres bailarina. Pero nos falta una red de espacios que apuesten por este tipo de danza; los teatros tienen que abrir sus puertas a la danza no convencional”.
‘Bestea’
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