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"Conocer la danza contemporánea y aprender a bailar me ha hecho persona"
Javier Murugarren, bailarín
¿En qué está trabajando ahora?
El miércoles me voy a Budapest, para trabajar en una obra de un coreógrafo ruso, Oleg Zukowsky. Es una versión del Sueño de una noche de verano, de Shakespeare.
¿Cuándo empezó a bailar?
Con 20 años, cuando estaba en Canarias, a donde había ido para estudiar Ciencias del mar. Me acerqué a la danza como a otras muchas cosas, por ejercicio y por curiosidad.
¿Nunca antes había bailado?
No. El baile ni me gustaba ni me dejaba de gustar, nunca había tenido opción para conocerlo cuando vivía aquí. Pero al poco tiempo de empezar a entrenar vi un espectáculo de El ojo de la faraona, una compañía canaria, y me quedé alucinado. Al mes, entrenaba con ellos.
Y empezó a dedicarse a la danza.
El Gobierno canario me concedió una beca para ir a estudiar a Barcelona. Acabé algo quemado por mi situación personal, porque trabajaba de camarero y en el baile no era nada creativo, no ponía nada de mí en lo que hacía. Además, había también mucha competitividad entre bailarines.
En Amsterdam, donde vive ahora, ¿es distinto?
Sí. En la escuela donde estoy enseñan, además de técnica, mucha teoría e historia de la danza y del teatro, y fomentan la creatividad, la creación propia, más que la interpretación.
¿Aquí no hay nada parecido?
En España es imposible encontrar escuelas de este tipo, ahora hay una en Altea, en Alicante, pero no es lo mismo en absoluto.
¿Tan mal estamos?
Desde que yo me fui ha crecido algo el tema cultural, por ejemplo en Estella se hace alguna cosita. Pero la diferencia es tan pequeña que apenas se nota. En Navarra el panorama es terrible. Se han gastado una millonada en el Auditorio Baluarte de Pamplona, cuando han tenido que cerrar pequeños teatros y las becas de formación artística han desaparecido. El que tiene el dinero lo pone donde le va a dar resultados inmediatos, por eso todo se va a Pamplona. Lo pequeño aquí no importa, a diferencia de en el norte de Europa, donde se da mucha más importancia a la idea de acercar la cultura a la gente. Son proyectos muy a largo plazo, con resultados poco visibles, pero que se notan. El teatro ayuda a la gente.
¿A usted le ha ayudado?
A mi me ha hecho persona. Yo llegué a la danza a los 20 años, un poco más tarde de lo habitual. Pero he encontrado en ella mi medio de expresión.
¿Y qué es lo que expresa bailando?
Verdades, que es lo que la gente quiere oír.
Si no fuese bailarín, ¿qué sería?
Pues oceanógrafo, buceador o navegante, que es lo que fui a estudiar a Canarias. Aunque ahora mismo me llama mucho, por ejemplo, el diseño de moda.
¿Piensa dedicarse a ello?
No creo, pero como ahora lo que quiero hacer son mis propios proyectos, pequeñas producciones, puedo controlar todos los elementos, no solo el baile, sino también, por ejemplo, la luz y el vestuario, y usarlos para significar. Ahora mismo tengo muchas ganas de seguir aprendiendo y creciendo, no sé hacia dónde, pero en este ámbito. Gracias al baile y al teatro he encontrado mi sitio
Que está lejos de aquí.
Sí, ahora mismo veo muy difícil volver para aquí, la verdad.
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