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Concurso internacional de danza de Biarritz 2007
Crítica
En este concurso, como en todos, asistimos al ambiente propio de la competición: cierto recelo entre los concursantes que se va disipando con los días de convivencia, nervios de los familiares que esperan la salida de las listas... Pero que tiene sus peculiaridades, como ese ambientillo de fotografías y revistas dedicadas a la danza y el mercadillo de artículos muy propios de este arte que, está más que ninguno, al borde del precipicio. El miedo a las lesiones.
En la presentación de los candidatos -clasificados en diversas categorías- es la edad la que manda: desde los más pequeños -de seis a diez años-, hasta la categoría preprofesional -alrededor de los 18 años, pasando por las categorías de trece y diecisiete años, aproximadamente. En danza la edad cuenta tanto que, en la presentación de los candidatos, se dice los años y los meses que tiene cada uno.
En la edición de este años hemos constatado -siempre hablo de la eliminatoria de ballet clásico- que, como en todos los sitios, los hombres son escasos. Concretamente en la categoría de preprofesionales sólo hubo mujeres y es que los chicos que a los dieciocho años tienen nivel para presentarse a este concurso, ya tienen plaza en alguna compañía. Bien surtido estuvo, sin embargo, el grado superior, con cuatro representantes masculinos frente a tres femeninas. El resto de las categorías, abrumadoramente femeninas.
Aunque estemos en un concurso, el espectáculo visual es muy bello. Junto a las eliminatorias de técnica -siempre más austeras de adorno-; el apartado de variaciones fue francamente espectacular. Muy arriesgado en algunos casos, donde las imperfecciones se compensan con la valentía y frescura de los bailarines. Junto a las variaciones clásicas de Petipa o Balanchine, con músicas de Carmen de Bizet, Delibes o Tchaikovsky, sonó, en dos ocasiones, Sarasate, muy bien coreografiado, por cierto, y cuya música es muy clara y definida para el ballet clásico. En cuanto a las escuelas que se vislumbran en las demostraciones, y con la vista puesta siempre en la ortodoxia, -muy académica y concreta-, podemos, sin embargo, distinguir dos modos -principalmente- de abordar la disciplina de danza clásica: uno se basa en el aprendizaje que anula el movimiento natural del individuo y a partir de esa casi anulación, retoma las posturas de brazos, manos, piernas, en posiciones balletísticas. Es una enseñanza más tradicional. El otro deja el movimiento del individuo más libre y trata de modularlo: es más imperfecta, pero más viva. Dentro de este último el concursante mejicano, por ejemplo, llamó la atención por la vivacidad de sus saltos, pero parece estar mejor considerado el aprendizaje tradicional.
Hubo participación de una escuela de danza de Pamplona -la escuela Ravel- que presentó dos niñas preciosas, que se lo pasaron muy bien en su experiencia. Todavía no se puede competir -a esa edad- con el nivel y la tradición francesa. Pero yo animo, desde aquí, a asomarse a estos concursos, porque, en determinadas categorías, sí que se podría hacer un buen papel desde las diversas escuelas de nuestra ciudad.
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