La biomecánica es la ciencia que estudia y analiza el movimiento del cuerpo en diferentes situaciones. Un movimiento incorrecto o mal ejecutado supone no obtener todo el rendimiento físico que se debería e incluso puede llegar a derivar en una lesión. El bailarín Igor Goyena conoce bien esta disciplina y ha creado un método en el que, uniendo biomecánica y ballet, enseña a utilizar el cuerpo para obtener «el máximo rendimiento con el menor esfuerzo».
Igor Goyena descubrió la danza con 13 años. Su prima, la bailarina María Jiménez, le invitó a participar en una clase de ballet durante unas vacaciones de Navidad en Madrid y en ese mismo instante le ofrecieron una beca para formarse en el Centro de Danza Víctor Ullate. El gasteiztarra aceptó y arrancó entonces su formación como bailarín. Goyena estudió posteriormente en el Centro de Danza Ion Beitia de Bilbao, en la Rotterdamse Dansacademie de Rotterdam y en el Conservatorio José Uruñuela de Vitoria-Gasteiz.
Su carrera profesional le ha llevado a viajar por diferentes países y ha formado parte de compañías como el Ballet de Teatres de la Generalitat Valenciana y el New English Contemporary Ballet. Además, ha trabajado como profesor invitado en Vietnam, Suecia y Francia, y como repetidor en el centro Coreográfico Gallego.
Vuelta a Vitoria
Tras mucho tiempo lejos de Vitoria-Gasteiz, hace 13 años Igor decidió regresar a casa y comenzó a impartir clases en un centro de terapias holísticas: “Me pareció que podía aportar una visión diferente del movimiento desde el mundo de la danza, haciendo ver a la gente que moverse es un placer, y que hacerlo bien te genera una sensación de bienestar constante”.
Así, hace tres años el gasteiztarra arrancó con su proyecto personal, Estudio DBM (danza, ballet y movimiento), ubicado en la calle Correría 71. Actualmente cuenta con alrededor de 25 alumnos/as a los/as que imparte clases de forma individual o en grupos reducidos: “Enseñamos movimiento, entendiéndolo como la biomecánica del cuerpo”, explica. “Cada persona viene por un motivo diferente, por molestias o situaciones físicas que les incomodan. No somos médicos, pero vemos patrones conductuales de movimiento y el ballet ayuda a homogenizarlos. Cada alumno/a tiene su cuerpo y su estructura, pero con la danza todos/as acaban teniendo un cuerpo más espigado, alargado y fibrado. Y lo más importante, aprenden a utilizarlo de forma armónica”.
Uno de los primeros alumnos de Igor fue un joven con piernas de caballista que acudió a él a través de una amiga. “Probamos con una clase y le sentó muy bien, así que seguimos trabajando juntos. Actualmente tiene las piernas totalmente rectas y no sufre dolores lumbares ni de rodillas”, cuenta. “Tengo otro alumno que en apenas dos meses, acudiendo cinco días a la semana, ha dado la vuelta a su cuerpo y su bienestar ha mejorado notablemente”.
La danza como método
Hosteleros/as, jubilados/as, personas que trabajan en el ámbito del hogar y empresarios/as son los perfiles que pasan a diario por Estudio DBM. Es gente que, a priori, no tiene un contacto estrecho con la danza, pero que termina dominando el fondu, el tendu o el plié a la perfección. “Antes de comenzar con ningún ejercicio, hago un pequeño estudio de cada persona. Veo cómo se mueve y adecúo los ejercicios a sus necesidades. Por ejemplo, cuando una persona camina, la distancia entre sus pies tiene que ser de un pie. Si es mayor quiere decir que la cintura pélvica está suelta y si es menor, que está excesivamente tensa. Los ejercicios que hacemos para corregir este tipo de movimientos están basados en el ballet clásico y son muy sencillos de realizar”, explica.
El bailarín describe como “milimétrico” el trabajo que hace con cada persona. “La conciencia corporal se basa en aprender un patrón conductual de movimiento y aplicarlo. Cada día vas depurando la técnica, quitando las impurezas, hasta llegar a un movimiento armónico. La práctica lleva a la perfección. Aprender es el hecho de que puedas moverte, olvidarte del movimiento y disfrutar del mero hecho de estar fluyendo a través del espacio”, apunta.
Conciencia corporal en los centros educativos
Igor asegura que el cuerpo es todavía hoy un “gran tabú que nos condiciona a la hora de relacionamos”. Por eso, incide en la necesidad de incluir en el programa educativo de las escuelas asignaturas orientadas a la gestión emocional y la gestión física. Asegura, además, que el bienestar físico y el mental están relacionados entre sí: “Si no tienes tensiones en el cuerpo, seguramente no tendrás tanto estrés. Si te encuentras bien físicamente, la mitad de los problemas desaparecen”.
Tras muchos años formándose y trabajando lejos de casa, Igor ha encontrado en su centro la forma de “devolver y agradecer a la sociedad el privilegio que yo he tenido a través de mi trabajo. Me gustaría que Estudio DBM evolucionase, se convirtiese en un centro más grande y poder aportar una metodología que ayude a la sociedad vitoriana a encontrar su bienestar”.