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«Moriré con las zapatillas puestas»
Igor Yebra bailarín y director de escuela
No podría. Cuando me preguntan cómo veo el futuro, siempre digo que no sé lo que me deparará el destino, pero que tengo claro que moriré con las zapatillas puestas.
Entonces, ¿cómo va a compaginarlo ?
Más que como docente me veo como director, como coordinador, como la persona que se ocupe de marcar unas líneas. Voy a hacer todo lo posible por estar aquí, para dar clases y supervisar. Actualmente, soy solista invitado de las Óperas de Roma y de Burdeos, y no están muy lejos de Bilbao. Puedo coger aviones muy frecuentemente para estar en mi ciudad.
¿A quién va dirigida la escuela?
A la gente que quiera disfrutar con el ballet. A niños y a niñas que quieren una formación en este arte. ¿Edad? Cuanto antes se empiece mejor. Estoy muy sorprendido porque, sin apenas publicidad, ya tenemos un gran número de alumnas, e incluso algún alumno. Creo que hay una carencia y una necesidad de este tipo de centros. En realidad, esto no es ni la cuarta parte de lo que tengo en la cabeza y lo que creo que debería de existir...
Por ejemplo, ¿una compañía nacional vasca de ballet?
Por ejemplo. El aval es la carrera que yo he hecho. Tengo muchas ideas y muchas ambiciones para que la gente no tenga que salir de aquí y pueda seguir bailando profesionalmente.
¿Va a ser un profesor muy duro?
No voy a tener el mismo nivel de exigencia para todo el mundo. ¡Ojalá salgan muchos profesionales! Pero la escuela está abierta a todo tipo de gente. Eso sí, con las que quieran dedicarse a ello y vea que tienen talento, voy a ser muy duro, para que lleguen a lo más alto, porque sé lo que cuesta. Voy a hacer todo lo posible para que triunfen y les voy a ayudar a ello.
¿Cómo fue Igor Yebra como alumno?
Cómo fue no, cómo es. Un bailarín siempre tiene que estar aprendiendo. ¿Como alumno? Mi carrera fue muy atípica, me fui a Madrid con 14 años y entré inmediatamente a formar parte de la compañía de Víctor Ullate. Tuve que hacer al mismo tiempo la carrera de bailarín y la de alumno. Siempre he sido muy disciplinado, porque es la única manera de conseguir las cosas. No hay otra.
¿Muchas sacrificios y horas de ensayo?
Un mínimo de cuatro horas diarias no te lo quita nadie. Todo depende de las funciones que tienes que hacer, de la obra... Pero, menos de cuatro horas, nunca. Cuando se acerca la función, los ensayos duran más de diez horas.
¿En alguna ocasión ha tenido la tentación de colgar las zapatillas para siempre?
Nunca, ya he comentado que moriré con las zapatillas puestas. Pero, a veces, me satura, no el ballet, sino todo aquello que le rodea. No son las cosas las que están mal hechas, son las personas las que hacemos que estén mal hechas. Del ballet no tengo ninguna queja y lo amaré siempre profundamente. Además, yo siempre he dicho que me moriré siendo un bailarín.
¿Sólo baila en los escenarios y en su casa?
Bailo mentalmente en todos los sitios. Hay algunos que dicen que son bailarines cuatro horas al día, yo lo soy las 24 horas. Es una necesidad vital. Estoy viendo un espectáculo, leyendo un libro y pienso en cómo se podría bailar eso. El domingo estaba viendo la final de baloncesto y de repente, vi un salto y me di cuenta de que había hecho un paso impresionante de ballet.
Antes ha dicho que se han matriculado algún alumno a su escuela. ¿Por qué los hombres siguen siendo tan reacios?
Es otra cosa que vamos a intentar cambiar. Ahí tienes Rusia, Estados Unidos... No hay ese tipo de problemática. Aquí, en Euskadi hay muchos bailarines buenísimos en compañías europeas, como se demostró en la I Gala de Danza Vasca, que se celebró recientemente en Euskalduna.
Y entonces, ¿les sigue dando apuro apuntarse al ballet? ¿Es una cuestión de machismo?
Es un problema básicamente educacional, que ocurre en muchas partes del mundo. Me acuerdo de que estaba bailando en Venezuela y me empezaron a hacer preguntas ridículas y les tuve que parar los pies, les dije: «Señores, que esto no es un país del tercer mundo». Las cosas claras. El ballet no tiene nada de homosexualidad. Me parece ridículo y sobre todo, tercermundista.
¿Le parece que en Euskadi hay cultura como espectadores de ballet?
Hay mucha cultura de danza, las danzas vascas son una cosa nuestra, tradicional y el ballet clásico es una de las disciplinas que tiene la danza en general.
Entonces, ¿por qué no hay una compañía de ballet?
Hace 30 años, el ser bailarín era pertenecer a la farándula. Los hombres eran tachados de homosexuales y las mujeres de prostitutas. En aquel momento, los que triunfaban eran los rusos, y eran los comunistas. Poco a poco ha ido cambiando y ahora hay una demanda de ello. Cada vez que hay un espectáculo de ballet, se llena, se coloca el cartel de no hay entradas. Estamos en plena adolescencia en ese aspecto.
¿Y cuándo se va a cumplir la mayoría de dad?
No sirve de nada que alguien te dé 300 millones, por decir una cifra, y que crees una cosa maravillosa a golpe de talonario, si no tienes detrás unas infraestructuras. Es una fantasía crear un conservatorio superior si antes no tienes un conservatorio a nivel medio. Ya que no tenemos una compañía de ballet, vamos a hacerla bien. Muchas ciudades europeas tienen sus propios conservatorios y sus compañías de ballet. ¿Por qué no va a tenerlos Bilbao?
¿Su meta?
No tengo meta. La Luna.
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