- Ya lo he hecho con todas las bailarinas del mundo.
- Quiero decir, en la vida.
- Ah, pues con toda esa gente que me ha aportado algo o con cualquier miembro de mi familia.
- La familia es importante.
- No de una forma obsesiva, como la pintan ciertas asociaciones, pero sí, es importante.
- Usted no ha formado aún la suya.
- Me encantan los niños, pero ahora mismo tengo tres perros.
- ¿Estoy ante el mejor bailarín del mundo?
- Mire, he visto demasiados egos en este oficio. Y gente
sin ningún tipo de escrúpulos. Sobre todo, en España; gente que tira a
degüello y si te puede destrozar, lo hace.
-¿Qué dijo Michelle Obama al verle bailar?
- Me contaron que se había quedado impactada con «el chico del pantalón azul». «¿Quién es, quién es?», repetía. Y era yo.
- ¿Y la Reina de Inglaterra?
- Con ella se produjo una situación extraña, porque me
preguntó qué sentía al volver a bailar en el Covent Garden después de
su rehabilitación. Tuve que aclararle que nunca antes había bailado en
el Covent Garden. Se quedó chafada.
- Suerte que no le arreó con el bolso
- Sólo me dijo: Ah, muy bien, muchas gracias. La vi muy protocolaria. Nuestra Reina es más cariñosa.
- Creo que de niño fue un poco Billy Elliot.
- Lo tuve casi peor. No en cuanto a la familia, porque
mis padres me apoyaron cien por cien. Ellos están muy evolucionados en
lo espirtitual.
- ¿En lo espiritual?
- En casa nos gusta mucho el tema de la espiritualidad,
la reencarnación... Pero lo que quería decir es que, de niño, en el
colegio, cuando se enteraron de que hacía ballet, la piedra iba siempre
directamente hacia mí. Algún profesor llegó a decirme que me dedicara a
algo más viril.
- Como la carpintería, que es su otra pasión.
- Me encanta. Ahora estoy forrando una habitación de mi casa de madera y la estoy pintando en plan colonial.
- ¿Quién fue en su vida anterior?
- No sé. Pero muchas de las cosas que me han sucedido en mi carrera yo creo que estaban predestinadas.
-¿Y en su próxima vida le gustaría seguir bailando?
- Espero que no me queden muchas vidas más; que esté ya
lo suficientemente evolucionado como para no tener que seguir bajando a
la Tierra.
-¿A su padre no le importó que fuera bailarín?
-No, y eso que a él le encanta el deporte. Hasta fue boxeador.
-¿No le noqueó ver a su hijo en mallas?
-No. El ballet hay que vivirlo. A menudo son hombres los
que vienen cuando acaba la función y te dicen: «Mira, yo he venido
obligado por mi mujer, pero me he quedado impactado». Algunos, por lo
visto, piensan que los bailarines bailamos en zapatillas de puntas y
con tutú rosa.
- Farinelli estuvo en La Granja...
- Él era el 'castrato' que le cantaba a Felipe IV. Lo tenía en la habitación de al lado para cuando no podía dormir.
- ¿Los bailarines de clásico no son un poco 'castrati'?
- Más que 'castrati' somos sadomasoquistas. La pasión es
tal que desde la primera vez que te pones unas zapatillas de ballet se
convierte en una obsesión.
- ¿Se acuerda de su primera vez?
- Perfectamente. Tenía siete años. Dice mi madre que andaba con el chupete en la boca y ya bailaba como John Travolta.
- ¿Por qué son sadomasoquistas los bailarines?
- Porque para nosotros, el placer del dolor del cuerpo, el placer del esfuerzo es indescriptible.
- ¿Hay algún día en que no le duela algo?
- Ni uno.
- ¿Qué le duele hoy?
- Todo. Y cuando viajo en avión, ni le cuento, llego con el coxis destrozado.
- ¿Ha probado a tomar un analgésico?
- No. Ni fumo ni bebo y nunca he tomado drogas. Puedo
tomar una copita de vino, pero beber como los chicos de hoy, que van de
botellón, nada. ¿Y emborracharme? Creo que he estado contentillo dos
veces en mi vida.