Los nueve bailarines de la compañía C. Carlson son impecables en marcar los trazos de la coreógrafa. Tanto cuando abordan la simetría de todo el grupo como cuando evolucionan en dúos, tercetos o a cuatro, consiguen el empaque y la vistosidad de cuadrar al milímetro los movimientos, pero con la soltura y libertad de la danza contemporánea. Esto, cuando bailan, porque la danza de movimiento más convencional enseguida da paso a poses estáticas, de bonitas estampas siempre, pero que, a veces, dan la impresión de que se baila poco; o, mejor dicho, de que se interrumpen los bellos recorridos que habían iniciado, desembocando en una lentitud que busca trascendencia, pero que no siempre llega al espectador. The Tree es una obra visual muy poética, para ser contemplada más como una pintura. A ello contribuye la excelente iluminación, nítida, y que define muy bien los cuerpos de los bailarines, de Rémi Nicolas.

La música también está bien traída para lo que se pretende; sobre la base de un minimalismo un tanto etéreo, se insertan muy bien los sonidos de los fenómenos atmosféricos: lluvia, viento, fuego… u otros que se dan en la naturaleza: galopes, grillos, sierra… hasta que una percusión más rotunda apunta pasos más concretos, incluso un tanto violentos, por ejemplo el tramo del dúo en el banco. A veces hay cierta melancolía, cuando entra el chelo, por ejemplo. Todo enfocado al mensaje: los árboles que nos quedan, los que se talan, los que se queman, etc. Los propios bailarines los asumen en sus cuerpos y lanzan el mensaje, que, como siempre ocurre en el ballet contemporáneo, es un poco críptico, y se ha de servir de elementos un tanto simples para concretarlos: vaso de agua, rama de árbol, fuego, etc.

Al movimiento siempre le siguen las poses; algunas muy bellas, como la elevación de la bailarina de vertido largo, su recorrido zarandeada por el viento, etc. A mi juicio, el espectáculo cuando más gana es cuando se baila en grupo y se exhibe la bella disciplina, la conjunción perfecta de hombres y mujeres, tanto en conjunto como por separado. Un espectáculo esencialmente bonito, fotogénico, pero que no emocionó demasiado al público, quizás por su carácter más reflexivo, más hecho para el interior. Los que tenemos una cierta edad, comentamos cómo ha evolucionado la danza; entre bromas y veras decimos que hemos pasado de una diagonal en puntas (Osipova, Marianella Núñez…) a una diagonal arrastrando la rama de un árbol. Y, ojo, que queda bien, si se hace con la majestuosidad de esta compañía.

Y de fondo, las pinturas abstractas de tinta china del premio Nobel de literatura del 2000, Gao Xingjian. Quizás ahí esté la clave de todo. Recuerdo la exposición que montó el Reina Sofía (año 2002) sobre su obra. En el catálogo, Gao dice que la esencia del arte está en la estética. Gao es un “moderno anacrónico”, utiliza un lenguaje moderno pero respeta y dialoga con la tradición. Confiesa vivir “en la belleza” (pag. 34), y a través de ella, buscar la perfección. Carlson, aunque hable de destrucción, no abandona la belleza. Curiosamente, en esta acumulación de personajes sabios que coinciden en los Encuentros, el premio Goncourt y músico, Pascal Quigard nos invitaba, también, a refugiarnos en la belleza de estos tiempos convulsos que corren. Y estos días, no es difícil encontrarla en nuestra ciudad: además de la sabia cita, el atrevido flamenco de Carmona en el MUN, los poemas que cuelgan en la Ciudadela de la también premio Nobel H. Müller, la excelente versión de la Novena de Mahler por la EO, o el comienzo de temporada de la Sinfónica de Navarra, nos la acercan.

Carolyn Carlson, compañía de danza

Programa: The Tree, creación para nueve bailarines. Coreografía: Carolyn Carlson. Música: varios autores. Luz: Rémi Nicolas. Fecha: 8 de octubre de 2024. Incidencias: Comienzo de temporada de Baluarte, dentro de los Encuentros de Pamplona. Casi lleno el patio de butacas (de 32 a 10 euros).