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Carne humana al por mayor
Crítica, L'Explose
Se trata de un espectáculo nada complaciente y carente de concesiones,
pero con una fuerte dosis de honestidad. El coreógrafo asturiano
sacrifica vistosidad y espectacularidad, con la intención de resaltar
el aspecto más primario del ser humano. Así, los bailarines no
interpretan un rol determinado, sino, más bien, parecen bloques de
carne humana en movimiento. Comienza el espectáculo con una sugerente
puesta en escena. El escenario, concebido a modo de depósito de
cadáveres y rodeado por una hilera de camisas blancas, presenta cuatro
mesas de disección con sus respectivos cuerpos, mientras que un
cuarteto de mujeres hace las veces de forenses. Dentro de la rotundidad
de la imagen, la presencia de un enano, como guía en el descenso a los
infiernos, contribuye a acentuar el punto de vista esperpéntico de la
obra. También, para primar aún más el aspecto corpóreo, Tino Fernández
resalta la desnudez en el elenco de intérpretes-cadáveres.
Frenesí
no posee una línea argumental clara. Así, la concatenación de escenas
puede dar la sensación de caótico desorden. Pese a ello, todos los
cuadros inciden en varios elementos: la cosificación del ser humano y
la acentuación del componente erótico. En el plano coreográfico, Tino
Fernández huye del virtuosismo. Prefiere el movimiento más espontáneo,
enérgico y directo. Por eso, los bailarines de L'Explose ofrecen una
danza poco sofisticada. Además, el creador asturiano juega con la
tensión escénica y el morbo de la danza del enano, produciendo en el
espectador una sensación de extrañeza. Si coreográficamente "Frenesí"
no presenta ningún material novedoso, quizás el punto de vista sea lo
más destacable de la propuesta.
Tradicionalmente, los enanos
eran los bufones de la corte cuya misión era hacer reír a los
poderosos, sin embargo, en esta ocasión, el enano es el guía en este
crudo ritual de muertos vivientes en danza. ¿No será que Tino Fernández
ha buscado un rol para cuestionar las miserias humanas? Bajo la
comodidad de la estética del feísmo, el asturiano se permite ofrecer
imágenes esperpénticas de una sociedad podrida moralmente. En todo
momento, la muerte está presente en los cuadros escénicos, ya desde el
inicio en la morgue, hasta el final con el torero entrando a matar. La
conclusión es sencilla: si la muerte es la última etapa, hay que
exprimir la vida hasta llegar al frenesí. En el aspecto visual, la
rotundidad de sus imágenes se queda tatuada en la retina de los
asistentes.
Respuesta tibia a esta contundente propuesta que,
a buen seguro, no dejó indiferente al respetable. Frenesí es una receta
arriesgada, cuyo elemento esencial es la carne humana al por mayor. No
apta para todo tipo de públicos.
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