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Carnaval Cara y cruz de las fiestas de invierno
Ya está aquí el Carnaval, este año antes que nunca por los caprichos del calendario. Los organizadores de seis de los más conocidos relatan sus problemas, necesidades y el momento actual de esta fiesta en sus respectivas localidades
¿Qué queda hoy de todo aquello? Desde luego el Carnaval rural mantiene su pujanza donde siempre la tuvo, en los pequeños pueblos que viven la fiesta más importante del año, la que hacen entre todos los vecinos. En cambio, en las zonas urbanas que recuperaron o recrearon su Carnaval se aprecia un generalizado estancamiento de la fiesta.
Lantz
Se acabaron los agobios
El más famoso de los carnavales rurales es el de Lantz. De origen sin duda antiquísimo, se dejó de celebrar con la Guerra Civil y, a partir de un estudio de José María Iribarren en 1949, la fiesta se reanudó en 1964. Ese mismo año, los hermanos Julio y Pío Caro Baroja inmortalizaron las plásticas imágenes de Miel Otxin, Ziripot y los txatxos en una famosa película a la que el Carnaval de Lantz debe gran parte de su éxito, junto a su indudable valor etnográfico y a la divulgación masiva en los medios de comunicación. En un pueblo de 120 vecinos censados, cerca de cincuenta salen a la calle para representar la farsa de Miel Otxin. "En Lantz aún hay bastante gente de entre 20 y 40 años; además, al Carnaval vienen todos los del pueblo que viven fuera", explica el alcalde, David Mariñelarena, para quien ésta es "la fiesta del pueblo por excelencia, muy por encima de las patronales de septiembre".
El Carnaval de Lantz no requiere de mucha organización. No existe ningún programa ni horario más allá del establecido por la costumbre que se repite año tras año: el domingo es el Carnaval txiki, el lunes y el martes sale la comparsa desde la Posada en una hora indeterminada en torno al mediodía y el martes al anochecer se quema a Miel Otxin. Tampoco necesita fuertes presupuestos ("el Ayuntamiento paga la música, los txistularis", dice el alcalde) y supone una buena fuente de ingresos para la Posada, que el Consistorio arrienda para todo el año y que es "es el único lugar de ocio que hay en el pueblo", afirma el alcalde.
David Mariñelarena es joven pero recuerda los agobios de vehículos y visitantes no hace muchos años. "Aquello ha pasado a la historia, ya no se ven aquellas filas de autobuses. El domingo se acerca mucha gente al carnaval infantil, sobre todo por la mañana, y también el martes vienen para la quema. Después, la gente se va enseguida, no se quedan de juerga como antaño. Ahora por la noche suelen venir los jóvenes de los pueblos cercanos", dice.
Alsasua
27 exitosos años
El de Alsasua es, tal vez, el carnaval recuperado con mayor acierto y éxito. Este año va a celebrar su 27ª edición y está "plenamente asentado", según Patxi Morcillo, de la comisión organizadora. Este año se retrasa en el calendario una semana, hasta el 12 de febrero, para evitar la coincidencia el día 5 con la fiesta de Santa Águeda, también de gran tradición en la villa. En el Carnaval rural de Alsasua salen al desfile entre 800 y 900 personas. "El récord se batió hace dos años, con ocasión del 25º aniversario, cuando calculamos que hubo mil personas disfrazadas", señala Morcillo. "Es totalmente espontáneo, cada cual se viste de lo que quiere, de momotxorro, de sorgiña... o simplemente se pone una berza por la cabeza, aunque también hay unas comparsas fijas", explica. El Carnaval de Alsasua sí requiere una organización importante. Una docena de personas conforman la comisión que se encarga de coordinar la fiesta. El Ayuntamiento, por su parte, paga todo lo que son actos en la calle, música, etcétera. También colaboran otros colectivos del pueblo, como las sociedades, que aportan las típicas torrijas que luego se ponen a la venta. En cuanto a la asistencia de público, Morcillo recuerda que "es una fiesta del pueblo, pero vienen visitantes. Se ve gente de Pamplona, de Guipúzcoa, y también muchos de Iparralde".
Comarca de Pamplona
¿Disfraz rural o de princesa?
Muchos pueblos de la Comarca de Pamplona recrearon sus propios personajes. En Zizur, por ejemplo, tienen a Tártalo, recuperado hace unos 25 años. José Mari Asín, coordinador cultural, señala que "es una fiesta bastante maja, el sábado se pasea a Tártalo por el pueblo, luego se fuga, el martes vuelve a aparecer, lo cogen y lo queman. También hay una danza específica de este carnaval". Organizan la fiesta de Zizur los colectivos del pueblo (gaiteros, charanga, dantzaris, apymas...) y el Ayuntamiento, que la financia íntegramente. La participación es elevada, sobre todo de la chavalería, aunque Asín reconoce que este año hay más dudas, teniendo en cuenta que los escolares no tendrán vacaciones esa semana. En su opinión, "el Carnaval de Zizur irá adelante siempre que los colectivos sigan siendo los protagonistas".
Un proceso similar se desarrolló enn Burlada, donde se recuperó la figura del brujo local, Lucas de Aierbe, como malvado de la fiesta, que aquí denominan Martingala. Está organizada por una comisión de organismos populares y las apymas en los colegios con una subvención de 2.000 euros del Ayuntamiento. "Intentamos potenciarlo todos los años, pero a la gente le cuesta salir a la calle. En la Martingala somos un centenar de personas, cuando en el Burlatako Eguna nos reunimos 500 y en el Olentzero, 3.000", explica un miembro de los organismos populares. En su opinión, el problema no es de dinero porque "el Ayuntamiento nos subvenciona y tampoco cuesta tánto", sino de concienciación: "Hay que potenciar el Carnaval rural en los colegios porque lo cierto es que las niñas prefieren disfrazarse de princesas".
Estella
A punto de no celebrarse
Precisamente el problema económico es uno de los males que aquejan al Carnaval de Estella. La peña La Bota se encargó de la organización durante muchos años, hasta que, incapaz de afrontar el déficit, cedió el testigo a una comisión integrada por colectivos locales. Esta comisión reclama que el Ayuntamiento aporte a la fiesta "una partida digna; ya no es que trabajemos sin cobrar, sino que no nos cueste dinero", señala Larraitz Trinkado, miembro de la comisión. El Consistorio estellés financia el Carnaval de este año con 6.000 euros, "y además pretendía decirnos en qué teníamos que gastarlos", dice Trinkado, lo que hizo que la comisión se plantease dejar la organización. A última hora, ha dado marcha atrás y mantiene la fiesta. Según Trinkado, el Carnaval de Estella está vivo: "Siempre ha participado mucha gente, sobre todo en los Caldereros, aunque al Carnaval rural le está costando un poco más", por lo que no entiende la actitud del Ayuntamiento. Para Trinkado se trata de una decisión política: "Tiene que decidir si es preferible gastar el dinero en traer a grupos de fuera o en tus propios colectivos locales".
Tudela
Las segundas fiestas
En 1989 salieron por primera vez en Tudela los zipoteros, aunque el carnaval empezó en 1983. "Hemos tratado de recuperar a estos personajes populares que salían en pequeñas cuadrillas en los carnavales de finales del siglo XIX y principios del XX. Hay que tener en cuenta que, según las noticias que nos han llegado, el Carnaval de Tudela siempre fue muy vistoso, más que las propias fiestas patronales. Lo que hemos hecho es adornar un poco esa figura con un chupinazo, desfile con música y una txistorrada; hay un buen ambiente", señala José María Blanzako, uno de los organizadores y zipotero mayor hace unos años. Los zipoteros salen por el Casco Viejo únicamente el viernes por la tarde: "Suelen ser entre 30 y 50; la fiesta despierta interés y acude bastante gente. Tudela necesita el Carnaval porque, al contrario que otras localidades esta ciudad no tiene más fiestas que las de Santa Ana en julio", señala Blanzako.
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