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Burukoak, la desconocida prenda de las mujeres vascas que fascinó al mundo
Akelarre es la última película del director Pablo Agüero, ambientada en el País Vasco de 1609. Desde el principio de esta historia de inquisidores y brujas, podemos observar entre las jóvenes protagonistas a una anciana portando un curioso tocado. Desde el siglo XII hasta finales del XV, las mujeres vascas más pudientes no podían ver la luz del sol si no llevaban sobre sus cabezas unas piezas de hilo, lino o algodón que las llamadas tocaderas cosían y daban forma todas las mañanas. Cada uno de estos diseños contaba una historia muda que decía al mundo quiénes eran.
En la imagen inferior observamos la obra «Boda en Begoña», creada por el pintor alavés Francisco de Mendieta y Retes en el año 1607. En ella podemos observar la escena de un enlace de clase alta en el interior de un templo y a sus integrantes engalanados con los trajes típicos de la época. Sobre las cabezas de las mujeres, una inmensa variedad de tocados dignos de estudio. El pintor añade una leyenda en la que señala que «cada figura femenina representa el traje propio de su anteiglesia o villa», y es que a través de estas piezas podemos descifrar, entre otros detalles,la procedencia de la dama en cuestión. Como ejemplo, la figura Nº6 que, según el propio artista, «lleva el tocado de las mujeres de Bilbao y Portugalete».
La forma de este accesorio estaba relacionada directamente con la orografía de la región a la que pertenecía: el de Gordexola era plano, al igual que sus tierras; el de Artziniega era ondulado, como sus colinas; el de San Sebastián, se elevaba en forma de montaña recortada como si intentase evocar las curvas del Monte Igueldo. Sin duda, unas creaciones que dejaban impresionados a todos los viajeros que hacían parada en Euskadi. Muchos de ellos, plasmaban sus vivencias en los códices de la época, dejándonos un legado inmejorable. «Envuélvense la cabeza en un lienzo casi a la morisca, pero no en forma de turbante, sino de capirote, con la punta doblada, haciendo una figura que semeja el pecho, el cuello y el pico de una grulla: este tocado se usa en toda Guipúzcoa, y dicen también en Vizcaya», afirmaba en uno de sus pasajes Andrea Navajero, el famoso embajador veneciano de Carlos V. Había gran variedad de tocados, algunos inspirados en elementos de uso cotidiano, otros influenciados por la religión y los más impactantes, los corniformes, a los que hacía referencia este texto medieval. Estos tenían unas formas tan sugerentes que la Iglesia acabó por prohibirlos en el siglo XVII.
Según el color y la forma de llevarlo, también revelaban el estado civil. Si la mujer en cuestión estaba casada, las telas ocultaban el cuello y la nuca, si estaban en edad de contraer matrimonio estas partes quedaban al descubierto. A las viudas se las peinaba un cuerno y si se volvían a casar las tocaban con dos. Por el contrario, las más jóvenes no tenían que llevarlo, pero en su caso se les rapaba la cabeza. En aquella época, mantener el pelo a la vista estaba considerado casi una provocación.
Dependiendo de la cantidad de tela que se utilizaba en cada tocado se podía deducir, incluso, su rango en la escala social: a más tela, mayor estatus, porque era un elemento caro que demostraba poder adquisitivo. Estos se sustentaban con un armazón de mimbre o alambre, donde se enroscaba y anudaba la tela, cuyas dimensiones llegaban, en ocasiones, a superar las 31 varas si era fino o las 6 si era grueso (la vara castellana equivale a 835,9 milímetros).
Para hacernos una idea de la importancia y complejidad que tuvieron estos tocados, cabe destacar que el Museo San Telmo de San Sebastián encargó al mismísimo Balenciaga en los años 50 que hiciese una serie de reproducciones que, aún hoy, forman parte de la exposición permanente del Museo.
Iniciativas que cuentan la historia de Euskadi a través de la moda
Amarenak, «de las madres» en euskera, es una firma que nació hace 4 años con la misión de rescatar a través de la moda y el diseño, el patrimonio textil y cultural vasco, creando «historias que se llevan puestas», de forma sostenible y a través de la producción local. Detrás de esta labor se encuentra Oihane Pardo, que ha sabido devolver a nuestra historia contemporánea piezas tan arraigadas a la tradición como el kaiku, la prenda que antiguamente utilizaban los arrantzales vascos. A ella le siguió la arratiarra, la chaqueta tradicional del valle de Arratia que antiguamente vestían los hombres el en el día de su boda.
En su búsqueda incesante por recuperar lo mejor del pasado, y con motivo del 500 aniversario de la circunnavegación de Juan Sebastián Elcano, Ohiane empezó a estudiar la indumentaria vasca del siglo XVI y se quedó impresionada con los tocados que llevaban las mujeres en esa época. Se adentró en su historia, tiró del hilo y nació Burukoak, una campaña de crowfunding para conseguir materializar su último proyecto. «Siguiendo la filosofía de Amarenak, queremos dar a conocer esta historia y devolver a los tocados la importancia que tuvieron, mostrando su variedad y riqueza mediante la moda y el diseño», explica.
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