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Burbuja Dadaísta
Crítica de danza
Sería una especie de 'anti-arte'.
Algo de su influjo aún permanece, ya que 'Ataraxia', undécima obra de La
Intrusa Danza emerge como una propuesta sin sentido. El término griego
'ataraxia' hace referencia a un estado anímico de equilibrio emocional,
sin pasiones ni emociones. Si la intención es provocar dicha sensación
en el espectador, prueba superada. No en vano, otros espectáculos de la
compañía tales como 'Pobres bestias' (2009) o 'Tres tristes stripteases'
(2003) también persiguen esa línea. Lo que resulta innegable es la
originalidad del planteamiento general, pero, sobre todo, gracias al
concurso del elemento audiovisual y del imaginativo atrezzo que surte la
obra. En sus quince años en activo, La Intrusa Danza ha dotado de una
gran importancia tanto a la plasticidad como a la iluminación, sin duda,
dos de las bazas fuertes del asunto. Así se presenta en el escenario un
mundo bipolar, dividido por un souvenir turístico en forma de bola de
cristal con nieve y toda clase de aditamentos, cuya función es servir de
protectora burbuja, y un exterior hostil. La creación de diferentes
atmósferas, bien oníricas bien sórdidas, es otro de los puntos
destacables de la propuesta del tándem García-Muñoz. En el terreno de la
danza, abunda la presencia escénica en solitario de la vitoriana
Virginia García, evidenciando muchas carencias bien maquilladas por el
conjunto del atrezzo. Sin embargo, cuando aparece el alavés Damián Muñoz
su función es equivalente a una pastilla en el caldo, es decir,
enriquece el movimiento dibujado en escena. Subrayar que lo mejor de un
espectáculo de danza es la faceta audiovisual del mismo resulta cuando
menos excepcional. Incluso la acogida del público donostiarra fue un
tanto tibia en relación a otras propuestas programadas en el espacio
Gazteszena, por fin, con un apreciable número de espectadores.
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