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Bolshoi, sombras tras el telón

No solo es el mejor ballet del mundo. También es el escenario de grandes pasiones y rivalidades violentas. Tras el ataque con ácido que desfiguró a su director, dos realizadores han podido grabar entre bambalinas. Esto es lo que encontraron.
Egilea
Mark Franchetti
Komunikabidea
Mujerhoy
Mota
Erreportajea
Data
2016/02/06
Lotura
Mujerhoy

s la institución cultural más preciada de Rusia. A lo largo de dos siglos y medio, el Bolshoi ha capitaneado la escena mundial en lo que al ballet se refiere y, en una escala nacional, sus directores acaban convirtiéndose casi en celebridades. Por eso se entiende que hasta el más mínimo detalle de cada nueva producción sea objeto de un pormenorizado escrutinio por parte de la prensa rusa, que suele arrojar tantas luces como sombras.

Ubicado en el mismo corazón de Moscú, el Bolshoi viene a ser un reflejo de algunas de las paradojas y contradicciones que caracterizan al país. Ha logrado resistir a la corrupción política y los escándalos sexuales de todo tipo, además de a un juego perverso de traiciones e intrigas palaciegas que en 2013 desencadenó un acto de violencia extrema en forma de un frustrado asesinato premeditado. "Se dice que las bailarinas son a veces como escorpiones dentro de una botella comenta Alexander Petujov, uno de los maestros más veteranos de la compañía. Y en el gremio, medio en broma, decimos también que dos bailarinas solo se ponen de acuerdo si es para aliarse contra una tercera".

La compañía es opaca: sus apparatchiks (funcionarios del Estado) se entretienen estableciendo oscuras conexiones con los poderes fácticos que anidan en el propio seno del Kremlin, y hay una red invisible pero muy eficaz de conspiradores. El secretismo ha sido la marca de la casa durante generaciones, pero ahora, por primera vez, un equipo de filmación ha logrado permiso para moverse por el teatro y para hablar con sus figuras más destacadas. El galardonado cineasta Nick Read y yo mismo tuvimos el privilegio de pasar varios meses entre bastidores para rodar Bolshoi Babylon, una película sobre cómo es la vida tras el telón. La autorización resultaba aún más sorprendente, ya que la solicitud venía precedida de un conflicto interno brutal, incluso para una compañía acostumbrada a los escándalos: hace tres años el director sufrió un ataque con ácido.

Svetlana Zakharova, de 36 años, una de las bailarinas principales de la mítica compañía.
Svetlana Zakharova, de 36 años, una de las bailarinas principales de la mítica compañía.

Una historia de violencia

En enero de 2013, Sergei Filin, de 45 años, director artístico del Bolshoi desde 2011, fue atacado por un hombre que arrojó ácido sulfúrico sobre su cara y le provocó graves quemaduras y ceguera parcial de por vida. La agresión generó una profunda conmoción en el ánimo de los rusos y dejó seriamente dañada la reputación de la compañía. A raíz de aquello, antiguos miembros del Bolshoi que contaban con información privilegiada fueron tan lejos en sus declaraciones como para afirmar que el mayor símbolo cultural del país era una especie de "alcantarilla repugnante" y un "enorme lupanar".

Solo dos meses después del ataque a Filin, Pavel Dmitrichenko, un primer bailarín famoso por su vigorosa interpretación de Iván el Terrible, fue arrestado y acusado de organizar el atentado. Tras confesar que había urdido el plan, "aunque no de la forma en la que se produjo", Dmitrichenko se encuentra en la actualidad cumpliendo una condena de cinco años y medio de prisión.

La intervención de Putin

El bailarín dijo que solo quería darle un escarmiento al director, con el que se enzarzaba muy a menudo en discusiones. Al parecer, dijo que le había sacado de quicio que la que era entonces su novia, otra bailarina del Bolshoi, no fuera tenida en cuenta para los papeles principales. Durante el juicio, Dmitrichenko llegó a acusar a Filin de aceptar sobornos a cambio de papeles protagonistas y, aunque no presentó ninguna prueba, los rumores sobre esas malas prácticas eran habituales.

El escándalo propició que la policía interrogase a todas las bailarinas y adquirió tales proporciones que, de forma extraordinaria, el presidente Vladímir Putin (que, por lo general, antepone una partida de hockey sobre hielo con sus guardaespaldas a una función de ballet en el Bolshoi) se vio obligado a intervenir para poner fin a estas luchas intestinas. Echó sin contemplaciones al director, Vladímir Vasilyev (unos cuantos intrigantes más, así como un conflictivo primer bailarín, ya habían sido despedidos), y en su lugar colocó a Vladímir Urin, que había estado al frente durante un par de décadas del Stanislavsky, el segundo mejor ballet de Moscú.

Puede que el cargo de director del Bolshoi sea uno de los más prestigiosos y codiciados en el sector cultural ruso, pero también es un cáliz envenenado. Se dice que la esposa de Urin, Irina, se opuso a que su marido aceptase el puesto y, cuando al fin lo hizo, se pasó la noche llorando. "Le dije al Kremlin que solo aceptaría el trabajo con una condición: que no hubiese ningún tipo de interferencias políticas", confiesa Urin, una persona que destaca por su entusiasmo y por no tener pelos en la lengua: "Si me encuentro con injerencias desde lo más alto, dejaré inmediatamente el trabajo".

Pero ¿por qué el Bolshoi desencadena ese ramillete de intrigas y pasiones exacerbadas? No hay ningún otro teatro en el mundo que pueda reclamar para sí el prestigio del que goza el Bolshoi en Rusia. Empezando por el propio nombre, que en ruso significa "grande", todo en torno a él es descomunal. Levantado por los zares como un monumento a su gloria terrena, en la actualidad da trabajo a 3.000 personas. El acto de proclamación de la Unión Soviética tuvo lugar sobre las tablas de su inmenso escenario, lo mismo que el velatorio de Lenin.

Por su parte, Stalin (que, al parecer, mantuvo una larga relación adúltera con una de las primeras bailarinas) era un auténtico incondicional de este teatro, al que acudía regularmente para ver las representaciones desde un palco privado debidamente blindado con un cristal antibalas que lo protegía de cualquier tentativa de atentado.

Cisne negro

  • El 10 de enero de 2013, en una tranquila calle de Moscú, un hombre que cubría su rostro con una bufanda arrojó un frasco de ácido contra el rostro de Sergei Filin (izda.), por entonces director artístico del Bolshoi.
  • Además de sufrir múltiples heridas, Filin quedó ciego de un ojo y perdió el 90% de la visión del otro.
  • Fue operado 19 veces. Meses después, Pavel Dmitrichenko (dcha.), un primer bailarín de la compañía, confesó ante la policía que él había planeado el ataque.

Poder a escena

Durante el rodaje de nuestra película (justo cuando arreciaba la crisis en Ucrania), coincidimos con Dimitri Medvedev, el primer ministro ruso, en una de sus frecuentes visitas al Bolshoi. Le preguntamos si, en su opinión, el teatro podía ser aún hoy, como lo fue durante la Guerra Fría, una herramienta de poder de atracción en el extranjero. El delfín de Putin respondió en tono de broma pero sin pestañear: "El Bolshoi es nuestra arma secreta. El ballet y la ópera son un lenguaje universal, así que no se equivoquen: lo vamos a exportar a Gran Bretaña y Estados Unidos para culminar con éxito nuestros objetivos".

En la junta directiva del teatro figuran los nombres de grandes oligarcas y de gente influyente en el Kremlin, como Roman Abramovich, el multimillonario dueño del Chelsea, que ha descubierto una pasión tardía por el ballet.

Dos de los antecesores de Filin en el cargo nos confesaron hasta qué punto era habitual que los novios ricos de algunas bailarinas tratasen de influir en sus decisiones a la hora de configurar el reparto a base de sobornos, favores y, llegado el caso, amenazas. Y algunos miembros del Gobierno, encariñados con alguna de las bailarinas, también tratan de ejercer presión en la intendencia del teatro.

"Está claro que los apoyos externos son un empujón en tu carrera, pero, a la hora de la verdad, lo que se ve sobre las tablas es lo único que cuenta", dice Maria Allash, una primera bailarina de 39 años. "Si no eres la persona idónea para el papel, fracasarás irremisiblemente. Estamos hablando del escenario más inclemente de todo el mundo", reconoce.

Dmitrichenko, el bailarín ahora encarcelado, acusó a Filin de mantener un sinfín de romances con sus "protegidas" y de exigirles favores sexuales a cambio de papeles de relumbrón. "Todo eso de que me dejase sobornar o seducir, o que extorsionara a mis bailarinas para concederles un personaje u otro, no son más que una serie de denuncias sin prueba alguna", replica Filin, que regresó al teatro ocho meses después de la agresión tras haberse sometido a decenas de operaciones estéticas. "Lo único que puedo decir es que llevo más de 10 años durmiendo cada noche con mi mujer, y ella aún forma parte del cuerpo de baile", reconoce el director.

Nos costó meses conseguir una entrevista con Filin, un tipo afable aunque algo esquivo que para nuestra sorpresa vino sin ningún guardaespaldas. Antes de llegar a ser director artístico, había sido bailarín de la compañía durante unos 20 años. Dijo que su trabajo era como "un campo de minas" lleno de confabulaciones y componendas, y se atrevió a reconocer públicamente por primera vez que se arrepentía de haber aceptado el prestigioso cargo.

"Cuando bailaba no tenía ningún conflicto, pero en cuanto llegué a la dirección sentí desde el primer día una gran animadversión se sinceró Filin. La carrera de un bailarín es corta y eso hace que el personal exhiba una ambición desmedida que, al final, acaba generando todo tipo de conflictos. La gestión de la compañía no es nada glamurosa. Es un trabajo duro, infernal, por el que nunca vas a recibir reconocimiento alguno".

Zakharova y Vladislav Lantratov interpretan La Bayadère.
Zakharova y Vladislav Lantratov interpretan La Bayadère.

Nuevos aires

Vladímir Urin, la persona elegida para dirigir la compañía tras el ataque a Filin, espera poder poner fin a todos esos rumores acerca de sobornos y favores sexuales, y está empeñado en implantar un sistema mucho más transparente en la elección de los repartos dentro de la compañía. "Debe ser un proceso con luz y taquígrafos sentencia Urin, de 68 años. A cualquier bailarín que se postule para el papel hay que darle la oportunidad de conseguirlo. Todos deben contar con las mismas opciones como punto de partida".

"Hay que tener una determinación obsesiva si quieres entrar en el Bolshoi2, reconoce Anastasia Meskova, alguien capaz de hacer malabares para conciliar su carrera con su condición de madre soltera. "Una vez dentro, todas soñamos con un papel protagonista, todas queremos ser princesas. Y como todas no podemos serlo, ese sueño puede terminar acabando contigo".

En el punto de mira

Tras la conmoción social que provocó en todo el país el ataque con ácido, el Bolshoi está decidido a dejar atrás los escándalos y la crisis interna de los últimos años. Urin está haciendo frente a las quejas de los bailarines, que exigían más comunicación y menos hermetismo. Por eso ha destituido al director musical y no ha renovado el contrato de Filin, que expira en marzo. El exdirector seguirá ligado al teatro, pero no están claras cuáles van a ser sus funciones tras sus últimos y problemáticos cinco años al frente del Bolshoi.

"De momento, hemos logrado trabajar sin tener que lidiar con ningún escándalo prosigue Urin. Las cosas no son ni por asomo perfectas, pero sí creo que, hoy por hoy, hay menos tensión y menos suspicacias en el seno de la compañía. Ahora los artistas están centrados en su trabajo y no en follones".

"Pero esto es Rusia tercia un primer bailarín de la compañía. Cada vez que una bailarina obtenga un papel muy codiciado, volverán a correr el mismo tipo de rumores, maledicencias y teorías conspiranoicas. Sin eso, esto no sería el Bolshoi", recalca muy serio.

"Esta compañía siempre estará en el punto de mira, porque no hay nada comparable al Bolshoi", afirma Boris Akimov, que lleva trabajando para el teatro 52 años, primero como bailarín y ahora como profesor. "Es como un trasatlántico que no pierde su rumbo, aunque arrecie una tormenta perfecta argumenta. Ha sobrevivido a la Revolución Rusa, a dos guerras mundiales y a la debacle de la Unión Soviética. Independientemente de cualquier escándalo, el teatro continúa su singladura; y los bailarines y todo el personal que trabaja en él no son más que meros pasajeros que vienen y van. Sea como sea, el Bolshoi siempre seguirá navegando mar adentro".

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