Los tres bailarines de la compañía “Elias Aguirre” han asimilado los movimientos más cotidianos que observamos en la naturaleza y sus criaturas, con tal exactitud y mimetismo, que nos introducen en los rincones más recónditos de sus hábitats, en la precisa evolución de sus desplazamientos en grupo, en la comicidad de sus saltos. También, en las luchas, desvanecimientos y forcejeos de sus relaciones vitales. Eso sí, sin acentuar el dramatismo que se le supone a la vida salvaje; y con una vitalidad inaudita, expresada en una danza que no decae nunca, que transmite una versatilidad a prueba de toda postura, basada en una preparación física y dancística, formidables. A mi juicio, el gran mérito de la compañía no es sólo esa imitación precisa del movimiento del individuo, sino el haber captado el tic de todo un hormiguero, por ejemplo. Son tres bailarines capaces de vivir, durante hora y pico, como anfibios, peces, flores… hasta que, en un final arrollador (nunca mejor dicho) son engullidos por la propia naturaleza, (una enorme lona a modo de ameba, lava u ola marina).

David Candela, David Eusse y Elías Aguirre ofrecen un espectáculo cuajado, con los pasos bien estudiados; afortunadamente, con muy poca improvisación (si la hay). En danza contemporánea, a menudo, se abusa de la improvisación, algo que, por cierto, para muchos, no existe; o que, simplemente, es el salir más o menos airoso de un error de cálculo. Aquí, todo está muy bien medido. Me llama la atención la exactitud de la distancia entre los tres cuando se mueven en grupo o van a la simetría. Su recorrido por el escenario, siempre respeta, con más cercanía o más alejamiento, la distancia que quieren mantener. El tramo de saltitos –físicamente muy exigente–, o las evoluciones con una danza abierta, de brazos alborotados y con aporte de expresión individual, siempre llenan el escenario de auténtica danza, con pasos originales.

Cuando la representación pasa al “animal racional”, la compañía domina la danza urbana, del desahogo de la “break dance”, a la exageración –cómicamente bien hecha– de los tics de los bailes pop de discoteca. La música de “Ed is Dead” y Pablo Polo es básicamente electrónica; y sobrevuela la vida de estas criaturas como viento sonoro indeterminado, que no concreta lirismos pastoriles, precisamente, sino más bien sonidos terrosos, un tanto crepitantes. Eso sí, cuando entra el ritmo de la percusión, los intérpretes bailan lo que suena, y demuestran así, una vez más, sus dotes balletísticas.

En el muestrario gestual, tampoco faltan el temblor, la cámara lenta (sin abusar), o el movimiento rápido del cine mudo. Y el final, muy acertado, es conclusivo de todo lo ofrecido. Una enorme lona los fagotiza. Desaparecen, aparecen… hasta diluirse en ella. Elías Aguirre, el director y coreógrafo de la compañía, ha expuesto un original y variado muestrario de ideas. Y, al final nos viene a decir que nos identifiquemos con la Naturaleza, porque si no, nos traga. O, ambas cosas.

Compañía Elias Aguirre

David Candela, David Eusse y Elías Aguirre, bailarines. Programa: “Flowerheads Show”. Elías Aguirre, director y coreógrafo. Música: “Ed is Dead” y J.Pablo Polo. Ilumoinaciòn: Sergio G. Domínguez. Ciclo Danz del Ayto. De Pamplona. Civivox Iturrama. 25 de enero de 2024. Algo más de media entrada (3 euros).