Belleza oscura

Crítica, Compañia Nacional de Danza

Una majestuosa y escueta escenografía daba pié a la última creación coreográfica de Nacho Duato con la que sorprendió al público donostiarra alejándose de su habitual planteamiento y con la que se desliza hacia otros terrenos creativos diferentes de los explorados por él hasta ahora. Nos presenta una obra oscura y sombría cuyo mensaje trasciende más allá de la belleza que con tan irrepetible don sabe imprimir a los cuerpos danzantes.

Su su escritura coreográfica permanece totalmente reconocible, fiel a su personal estilo, pero enfocada desde otra perspectiva en la que la forma en sí pierde protagonismo para primar el mensaje. Este mago de los cuerpos sigue desarrollando diseños de extraordinaria belleza. Los tríos masculinos y el cuarteto de mujeres con faldas vaporosas fueron dos momentos de especial belleza y exquisita sincronización dentro de un espectacular trabajo de precisión milimétrica, tanto en el matiz de movimiento como en la musicalidad; trabajo al que, por otra parte, nos tiene acostumbrado esta compañía. La soberbia iluminación, deliberadamente sombría, indujo al espectador a penetrar en la profundidad del mensaje de la obra. Entre música dramática, lírica o estridente y bellos textos recitados con formidable aplomo y profundidad, transcurrieron las infinitas coreografías en formato pareja que, constituidas en fuente de inagotable inspiración para el coreógrafo, poblaron esta historia individual y universal en la que las grandes preguntas sobre la existencia y la angustia que éstas generan emergieron dominando la pieza

Un exquisito final con un manto de agua avanzando lentamente sobre el escenario dio lugar a una serie de movimientos deslizados sobre el elemento líquido que añadían mayor gozo a la ya de por sí sensación de infinita libertad que desprendieron estos excepcionales bailarines. Poco a poco una serena quietud invadía el patio de butacas reflejándose en una especial y contenida sonoridad en los aplausos que emitió el público.