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Ballets Olaeta: ni más ni menos
Hablamos del reconocimiento
debido a la familia Olaeta-Torrezuri. Y, en este caso, no se trata sólo
de un sentimiento generoso de deuda y agradecimiento, sino también de
una exigencia de dignificación de nuestra propia memoria, de una
exigencia de reclamación y requerimiento. Es decir, no se trata ya
sólo, que también, de homenajear al mítico Segundo Olaeta y su familia,
sino de reconocerse en su epopeya, de identificarse con su vocación, de
querer decir alto y claro que también nosotros tuvimos la suerte de
aprender de ellos, de ensayar con ellos, de bailar según ellos, de
intentar ser como ellos.
Los Ballets Olaeta son parte de la memoria y el conocimiento
cultural de varias generaciones de vascos. Fueron, sin duda, un espacio
de creatividad, ingenio, profesionalidad y entrega, en unos tiempos en
los que cualquier iniciativa era sospechosa de poner en riesgo el orden
establecido. Pero los Ballets Olaeta fueron también un lugar de
encuentro, participación, concienciación y estímulo. Y lo fueron en
momentos en los que no era fácil dar rienda suelta a los sentimientos y
emociones, a la rebeldía cultural, a la propia forma de sentir y de
sentirnos formando parte de la colectividad vasca democrática.
Los avatares de la familia Olaeta-Torrezuri nos retrotraen a la
creación, en 1926, de Elai Alai, primer grupo coreográfico vasco, por
el entonces director de la Banda Municipal de Gernika, Segundo Olaeta.
Bajo su dirección, se iniciaron los primeros cuerpos de baile,
subvencionados por la Diputación Foral de Bizkaia. En el campo del
espectáculo, Elai-Alai llegó a actuar en cinco teatros de París, así
como en el Gran Casino de Biarritz y en otras ciudades de Bélgica y
Francia.
Al término de la Guerra Civil, Segundo Olaeta regresa del exilio y,
en los años 40, funda Ballets Olaeta, primer grupo mixto de danza en la
historia del folclore vasco y la primera compañía de ballet en el
panorama musical español, con actuaciones en Barcelona, Madrid y
Oviedo, así como en las temporadas de ópera de la ABAO, en Bilbao. Una
compañía de ballet que llegó a recorrer los escenarios de Holanda,
Reino Unido, Suiza, Estados Unidos y Canadá.
Con toda probabilidad, los espontáneos que se acercaron el pasado
día a la firma del acuerdo de donación eran más testigos de lo
acontecido en la calle Ercilla de Bilbao a partir de 1950, que
conocedores directos de cuanto pudo haber sucedido en los años treinta
y cuarenta. Efectivamente, fue en el número 11 de la calle Ercilla
cuando hace más de medio siglo Segundo Olaeta abrió una academia para
dedicarse a enseñar aquello que tan bien conocía: euskal dantzak.
Por allí pasaron, pasamos, miles de jóvenes vizcainos empeñados,
los más, en reconocernos y reencontrarnos con aquella genuina muestra
de un patrimonio cultural que se nos era hurtado y negado sin la más
mínima explicación.
Ante la atenta mirada del patriarca Segundo (en 1960 apenas tenía
64 años y nos parecía muy mayor), sus hijos Víctor y Lide -además de
Javier, Lourdes y Miren Terese- no sólo nos enseñaron a hacer barra y
seguir el paso, sino a aguzar el oído, a trabajar en grupo, a conjugar
los ritmos propios y ajenos, y a sudar el esfuerzo de todos. Para
muchos jóvenes de aquel Bilbao agazapado de los años 60, la academia de
Ercilla fue el gimnasio, la dantza etxea en la que las bailarinas
no eran otra cosa que zapatillas de deporte y fue además el lugar
mágico en el que el timbre de aquel euskera de Gernika recordaba que
había una lengua por recuperar.
Han pasado más de ochenta años desde que Segundo Olaeta fundó en
Gernika el primer grupo coreográfico vasco. Durante este largo período
la familia Olaeta-Torrezuri ha sabido crear y conservar un valioso
legado que ahora ofrecen a nuestro patrimonio cultural y, en concreto,
a la Diputación Foral de Bizkaia como institución que representa a los
vizcainos y vizcainas.
Se trata de un fondo patrimonial irrepetible y de incalculable
valor: fotografías, originales de todo tipo, documentación, archivos y
hemerotecas; partituras, grabaciones, instrumentos musicales y
elementos de atrezzo propios de museo; un vestuario compuesto
del orden de 700 unidades y materiales audiovisuales de hace más de
cincuenta años. Su clasificación, adecuación y puesta en valor
permitirá un amplio programa de difusión, con exposiciones
monográficas, ciclos de conferencias, publicaciones y estudios
etnográficos muy diversos.
Vaya por delante el agradecimiento de todos los vizcainos para la
generosa familia Olaeta que asumió el objetivo de difundir, extender y
fomentar, a través de la danza y de la música, el conocimiento, el
interés y en definitiva el amor a la cultura vasca. No más, pero
tampoco menos.
* Diputada foral de Cultura
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