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Baile público y moral entre los siglos XVIII y XIX

Egilea
Emilio Xabier Dueñas
Komunikabidea
Euskonews
Mota
Albistea
Data
2011/07/22
Lotura
Euskonews

En ambos casos la transmisión oral y la percepción visual han sido los medios por los cuales su ejecución se ha preservado, con los cambios no excepcionales, motivados por su supervivencia manifiesta. Sin embargo, la documentación existente deja grandes lagunas de sus denominaciones, las cuales no hacían referencia alguna a su especificación, tal y como lo conocemos hoy en día.

Con motivo de las festividades de dichos Santos Titulares, su celebración y festejo, es estilo conducirse tamboriles, para que dancen hombres y mujeres, continuando después del toque de las Avemarías, durando hasta horas imtempestivas, de que resultan innumerables ofensas a Dios y bastantes escándalos.1


En lo que al “baile al suelto” se refiere, se trata de una expresión relativamente reciente, inicios del siglo XX, modificándose concepto y contenido a lo largo del mismo. Otra cuestión es el origen de la modalidad. Si bien el escenario, desde el siglo XVI, se encuentra marcado por unas citas con carencia real de datos en las que hombres y mujeres ya practicaban bailes mixtos, no es hasta el siglo XVIII cuando, de una forma más evidente se mencionan, indirectamente, lo que conocemos por Fandango y Jota.

Este tipo de bailes intenta ser continuamente reprimido, mediante prohibiciones por parte, principalmente, de la autoridad eclesiástica. El clero y las órdenes religiosas, con o sin apoyo de la autoridad civil, se facultan en defensores de la moral ante la relación física entre sexos.

...Eta bada gure Obispado gueyena aurquitcen da izurri cussusco, eta eriozco enfermedade gonequi erituric, deseyatcen dugu cerbait berere erremediatzea ainberce calte, eta eracustea fieleai, diversione gaistogau dela Satanasen laquio seguroa, eta Errietan aurquitcendiren becatu, eta vicioen astera, eta zaiña: orrengatic dio Erreñu ontaco legueac, Danza dela gaistaquinteguia, non eguiten diren Jangoicoaren anitz ofensa. Ycusi ondoan bada experienciarequiñ, eztirela asqui izandu ain berce providencia nola artudiren, danzac desterratu gave, danzen oso gaistoac eragotzteco; uso gaistogobec, eta geuren concienciac obligaturic, manatcen dugu Elizaco mandamentuaren indarrean, eta escomicacioaren, eta berroguei eta amar ducaten penaren azpian, nior nior ere, edocein estado eta calidadetaco persona dela eztadiela danza guizonqui ta emaztegui nassiricaco danzetan meza, eta elizaco edo Cemeterioetan, edo ayen inguruan, ez etare bidetan, ez eremuetan, ez ezcaratzeetan, eztare Plazatic campoan...

Como puede observarse en este texto el defensor de la moral no escatima en apelativos negativos sobre la maldad contenida en las danzas mixtas, convertida en pecado, multada y no dejando mucho resquicio espacial para su realización.

Se danza como elemento ritual buscando el apoyo de la colectividad y se baila para relacionarse desde una posición individual libre

Se danza como elemento ritual buscando el apoyo de la colectividad y se baila para relacionarse desde una posición individual libre.

Sin embargo, un hecho puntual se puede convertir en algo más. Lo que en un principio tenía un evidente camino hacia la promulgación de leyes “oficiales”, mediante un barrido sistemático y espectacular para “desterrar” provisionalmente el txistu y las danzas, tropezó frontalmente con un aumento de la natalidad, tal y como lo atestigua el siguiente texto:

...Y la razón fue que en aquel año, sin tamboril ni danzas, hubo más niños expósitos que en 20 años con las danzas. Y es que, no las habiendo, se esconden y huyen a divertirse en parajes ocultos y retirados.3

Cuestión que el Padre Sebastián de Mendiburu, expresara de forma contundente con un posicionamiento clave, llegando a conseguir el destierro del baile en Azkoitia en 1746 ó en Lazkao en 1747 y teniendo algún partidario, incluso entre los ejecutantes:

...que un Cavallero, el que mejor danza sobre todos los de la Provincia (no he quedado con su nombre), y oiò mi ultima mision de Azpeitia, dijese publicamente: Tiene razon el P. Mendiburu en lo que dice sobre danzas. Y hasta ahora no he oido, haia dicho otra cosa, quien se haya enterado bien de lo que digo en este asumpto.4

Desavenencias que, además, mantuvo con otro Padre, Manuel de Larramendi, de una manera constante. No porque este último defendiera a ultranza los bailes, lo cual sí hizo pero con las danzas del país siempre que mantuvieran un comportamiento acorde con la religión, sino porque la perspectiva, no tan diferenciada como algunos estiman en presentar, se basaba en la relajación de costumbres.

No obstante, también esto sucedía con la danza más extendida por todo el país, la Soka Dantza, tal y como lo exponía en su día Larramendi:

La cuarta condición con que apruebo las danzas es que se dance con pañuelos y que no se den las manos hombres y mujeres. Esta condición, aunque no necesaria, conviene para la mayor decencia y recato, y para quitar aprensiones y escrúpulos a cualquier impertinente...5

La importancia y conexión entre la Soka Dantza, Dantza Soka, Aurresku, Erregelak, Zortziko o Ingurutxo y el “baile al suelto” o “a lo suelto” es más que innegable, por ser, parte integrante en la actualidad y desde hace un tiempo aunque, al parecer, no siempre fuera así, tal y como han constatado diversos autores en el pasado.

Sin dejar el rastro del pasado, otros religiosos de diferentes épocas o coincidentes en el tiempo (Domingo de Aguirre, Joaquín de Lizarraga, Juan Mateo de Zabala, Pedro Astarloa o el markinarra fray Bartolomé de Santa Teresa) sentenciaban sin paliativos a todos los que seguían la senda de Satanás con la excomulgación y el fuego eterno del infierno en sus sermones domingueros y ante las fiestas “desgraciadas” que llevaban a cabo los romeros devotos de Lucifer:

...An dago ardaua, lujurija ta aserria biztuteko; an tanboliña, edo soñuba, pasinoiak azkortuteko; ara batuten dira adiskide geistuak, edo egiten dira barrijak; an dira mutill ta neskatillaak, batari tira, bestiari oratu, berba nasaijak baño entzuten ez dala. Asten dira dantzaak. Ta ahi! Zer salsia! Persona honesta bat ezin egongo da begira, ikara egiñ baga. Oh santu glorioso, zeuben garbitasunaren sarijak artuten zagozanak! Orra zetara diran zuben egunak! Orra ugari erromes Luziferren debotuak!6

No es hasta el siglo XVIII cuando, de una forma más evidente se mencionan, indirectamente, lo que conocemos por Fandango y Jota

No es hasta el siglo XVIII cuando, de una forma más evidente se mencionan, indirectamente, lo que conocemos por Fandango y Jota.

El vino, generador de embriaguez, o el sonido del txistu como estimulador de las bajas pasiones, se convertían en una estupenda excusa para detractores y defensores dando, al mismo tiempo, paso libre a la imaginación de unos y otros. ¿Cuántos y cuántas se rendían a lo lúdico haciendo caso omiso a las aseveraciones y amenazas puestas en labios de los altos mandatarios?

Posteriormente, en los primeros años del siglo XIX, aparece la publicación del primer autor de un libro sobre danzas de la península, Juan Ignacio de Iztueta. Fiel defensor de las danzas autóctonas guipuzcoanas y de las melodías que las acompañan y que, en apariencia, van perdiendo protagonismo, no hace sino arremeter contra todas las formas coreográficas, supuestamente importadas, entre las que se encuentran algunos bailes.

Para llegar a entender muchas de las situaciones existentes en otro mundo y lugar, y el sentido intrínseco de actuación, se hace indispensable, aunque sea circunstancialmente, el comportamiento general de una sociedad enclavada en un tiempo en el que, a duras penas, se lograba sobrevivir. Tan importante como la exposición de testimonios, de una u otra índole, los posicionamientos de las estructuras dogmáticas y los cambios sociales, es el tener en cuenta el hecho clave diferencial, entonces, entre las rudas labores en el campo, el duro trabajo en la mar, o el insufrible estado claustrofóbico en la mina, y lo que suponía una necesidad tan básica para los habitantes de un pueblo, como son los escasos y concretos momentos de ocio y esparcimiento que daban la romería.

La persecución denostada continuamente sobre el baile mixto y de relación social, el suelto del siglo XVIII, tiene un paralelismo sin par, salvando las distancias temporales y coyunturales de la Iglesia, el poder civil y alguna que otra voz catapultada desde el sector de la nobleza, con el “baile al agarra(d)o” del siglo XX. Curiosamente, ofende a las mismas clases que los utilizan. Cambian los protagonistas pero se mantienen ideas y pensamientos que intentan mantener, con unas medidas de control severas a la población, la salvación del alma.

Preceptos religiosos que, sin duda, marcaban momentos históricos muy importantes para cada comunidad; los cuales dependían de contiendas bélicas, gobernantes de muy diferente signo político o señorial y poder eclesiástico sin fisuras.

A pesar de existir mucha documentación, aún no valorada, ni utilizada por historiadores, bien se pudiera pensar que todos los clérigos se encargaban de dar escarmiento a las clases sociales, generalmente bajas, por su regodeo en unos bailes que incitaban, según éstos, al contacto carnal. Ni todos los sacerdotes y frailes se encontraban en ese lado de la balanza, ni todo el pueblo quería, o sabía, bailar, aunque sí proporcionalmente en mayor número que hoy en día, si hablamos de la misma modalidad.

La indumentaria

Chicos y chicas bailan formando un círculo delante de un caserío del barrio Meaka de Irun. A la derecha un hombre toca el chistu y el tamboril.
Foto: Antxon Aguirre Sorondo

El tiempo marca épocas, modas y circunstancias. La indumentaria, el movimiento corporal, las miradas, los hábitos sociales y culturales, o la relación entre sexos, han constituido algunos de los cimientos sobre los que se ha sustentado el baile en espacios públicos, abiertos o cerrados: válvula de escape en épocas pasadas de muchas generaciones. Era la diversión de la juventud el domingo, siempre donde había, al menos, un panderetero o una panderetera que cantase coplas. Y si el celo de las autoridades se encontraba cerca, se buscaba la clandestinidad en otro lugar más alejado... Allí donde después comenzó a llamarse Jantzaleku, cerca de Deabru atx, en las faldas del Saibi.

Hoy nos queda el recuerdo de aquel tiempo en verbenas y concentraciones, llamémoslas romerías, llamémoslas exhibiciones de danza y baile, llamémoslas competiciones y representaciones de toda índole. No insistiremos, aquí y ahora, en la parcela cualitativa y en lo que infunde únicamente placer por el propio hecho de bailar. Para que cualquier aspecto de la tradición mantenga su supervivencia, por muy folclórico que se considere, necesita de una continua actualización, directa o indirecta, individual o colectiva, si no... en un intento por no ahogarse buscaría algo tan indispensable como el aire. “Aire” y “ritmo” veloz que marcan los bailes en la actualidad.

1 Extracto de las Ordenanzas de 1747 de Gasteiz. Dato obtenido de Gerardo López de Guereñu, “Vecindades vitorianas. Ordenanzas de 1483 y unos comentarios a las mismas”, en Boletín municipal de Vitoria, Nos. 5-6. Vitoria: Ayuntamiento de Vitoria, 1961 (capítulo 134, p. 12).

2 Promulgado en Orrio (Valle de Ezkabarte) en 1750: José M. Satrustegi. Euskal testu zaharrak I. Colección Euskararen lekukoak – 13. Real Academia de la Lengua Vasca – Euskaltzaindia. Iruñea, 1987; pp. 80-81.

3 Manuel de Larramendi, año 1764: “[Censura del P. Larramendi sobre el Cristau Dotrin edo Catecism Lucea del P. S. de Mendiburu]”, en Escritos breves, p. 368.

4 Sebastian Mendiburu: Mendibururen idazlan argitaragabeak. Bigarren liburua (edizio kritikoa, Patxi Altunak paratua). Bilbao: Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia y Ediciones Mensajero, 1982.

5 Manuel de Larramendi, S. J. Corografía o descripción general de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa. Obras del Padre Larramendi 1. San Sebastián: Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, S. A., 1969; p. 273.

6 Juan Jose Mogel. Baseerritaar nekezaleentzako eskolia. Klasikoen gordailua 9. (Original: Baseerritaar nequezaleentzaco escolia, edo icasbidiac, guraso justu, ta jaquitun familija ondo azi ebeeneen exemplu, ta eracutsijetan / emoten dau arguitara Vizcaico eusqueraan. Bilbao: Pedro Antonio Apraiz, 1816). Donostia-San Sebastián, 1987; pp. 48-49.

 

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