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Bailarines destinados al exilio

La danza es «la hermana pobre de las artes», afirma la presidenta de la Asociación de Profesionales de la Danza de Gipuzkoa, debido a la falta de formación y compañías

Egilea
Izaskun Jorge
Komunikabidea
Diario Vasco
Tokia
San Sebastián
Mota
Erreportajea
Data
2009/07/26
La situación en la que se encuentra la danza en el País Vasco es «del siglo anterior», sentencia Sonia del Barrio, profesora de ballet en el Conservatorio Municipal de Irun desde hace 17 años. «Los bailarines vascos no tienen expectativas de futuro en danza dentro del Euskadi, por un problema de raíz: no existe una enseñanza reglada, ni tan siquiera un grado elemental».
Tan solo existe una escuela de formación de grado medio en danza en toda la Comunidad Autónoma Vasca, situada en Vitoria, y ninguna de formación superior. «La danza es la hermana pobre de las artes», afirma Mª Eugenia Maisueche, presidenta de la Asociación de Profesionales de la Danza de Gipuzkoa, y «aquí está fatal; todo el que quiera dedicarse a bailar tiene que marcharse a la edad de 12 años, porque es una profesión a la que te tienes que dedicar desde muy joven». Esto supone «una imposición» demasiado drástica para edades tan tempranas. Además, «para los padres la decisión de alejar a sus hijos de sus hogares tan jóvenes, no siempre resulta fácil», ni tampoco factible, la disponibilidad económica es «determinante», añade Maisueche. Los propios afectados se enfrentan a una decisión fundamental para su futuro. Para Sonia del Barrio es «elegir entre tu pasión y el destierro».
La decisión de marcharse fuera para ampliar los estudios de danza resulta un handicap muy serio y debería de plantearse como una opción y no como una imposición. Sonia del Barrio afirma que «puede que existan otras comunidades autónomas por debajo de Euskadi, pero la realidad es que la mayoría nos iguala o nos supera; y con respecto a Europa estamos a años luz».
Maisueche reivindica «la necesidad de centros de formación en Gipuzkoa, que ofrezcan estudios paralelos a la danza para que los bailarines puedan tener una formación básica» y así no comprometer su futuro.
Adriana Trujillo, es una bailarina irunesa de 19 años. Hace un año que estudia en la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León, situada en Burgos. Como muchos, eligió marcharse para bailar tras haber finalizado sus estudios de bachillerato y compatibilizarlo con estudios universitarios, «por lo que pueda pasar». Eligió Burgos y no Vitoria, porque ambas opciones le planteaban tener que irse, y solo la primera tenía ofertas universitarias que le interesaban, pero afirma que «si hubiese tenido la posibilidad, sí me hubiese quedado a menos kilómetros de casa». Asegura que «podría haber empezado la formación profesional mucho antes, si hubiese oportunidad para hacerlo más cerca, y prepararme mientras estudiaba; así podría haber adquirido un nivel mayor, sin irme de casa, que me ofreciese la posibilidad de entrar en una compañía profesional a las 18 años, al concluir el grado medio, y no a los 23, que será cuando lo termine».
Compañía profesional
El País Vasco tampoco cuenta con una compañía de ballet clásico profesional que ofrezca una salida a quién se dedique a la danza. Las pocas iniciativas que existen, como por ejemplo Dantzaz Elkartea, son privadas y mezclan neoclásico, contemporáneo y clásico.
Para los bailarines con proyecciones profesionales, las expectativas de desarrollar su carrera se prevén difíciles y casi inexistentes si quieren seguir en Euskadi. En el caso en el que la formación y educación en danza no supusiese un problema, el panorama no diferiría demasiado del actual, puesto que las circunstancias serían similares: los bailarines profesionales, una vez formados, se verían obligados a abandonar el País Vasco para poder encontrar posibilidades de trabajo.
Verónica Domínguez, bailarina irunesa de 19 años, considera que «a pesar de la poca inversión y dedicación que se le da a la danza» y la necesidad urgente de «fomentarla en Euskadi», es en «el incierto futuro profesional» donde reside el verdadero problema del País Vasco. Adriana Trujillo, de la misma opinión, reconoce que «está muy bien que puedas prepararte, pero ¿para qué? ¿para no conseguir trabajo porque no existen prácticamente compañias?». En este caso el problema es más de naturaleza económica, puesto que las subvenciones a las agrupaciones las proporcionan las instituciones y son ellas las que deberían de «apoyar la creación de compañías profesionales de danza que den trabajo a todos los bailarines que se tienen que ir fuera».
Becas y subvenciones
La situación empeora para quién no tenga la posibilidad económica de costearse unos estudios en otro lugar. La única alternativa que se les plantea es abandonar y dedicarse a otra cosa, pero resulta una solución un tanto dramática puesto que supone condenar su futuro a la segunda opción de una lista de prioridades.
El Gobierno Vasco presenta un programa de promoción de la danza en el que ofrece una ayuda económica de 234.000 euros. Se trata de una cantidad elevada si se ignora el hecho de que está destinada a seis modalidades diferentes: la creación coreográfica, la producción de obras de danza, las giras artísticas, las actividades de formación dentro del ámbito de la danza, los proyectos de difusión y la consolidación de compañías (nueva modalidad de la convocatoria de este año 2009).
También existen becas nominales, dependientes de la Diputación Foral de Gipuzkoa que se otorgan tras la evaluación de una representación. La presidenta de la Asociación de Profesionales de la Danza de Gipuzkoa afirma que «este año, debido a la situación de crisis, la disposición económica se ha visto reducida de 52.000 a 50.000 euros», por lo que el número de becados también ha sufrido un receso.
«Tener a un hijo estudiando fuera supone prácticamente un sueldo, y eso teniendo en cuenta que hoy en día las escuelas profesionales no son demasiado caras, pero hay que contar con piso o residencia, alimentación, transporte, etc.», comenta Del Barrio. «Además, si decides estudiar en Vitoria por cercanía, resulta que la diputación te deniega la beca, por ser dentro de la Comunidad Autónoma Vasca. ¿Qué contradicción, no?».
Agustin Alzaga, bailarín de Irun de 17 años, considera que en este sentido, las instituciones no hacen mucho por defender «un arte por el que muchos luchamos pero sin reconocimiento». Considera una única solución urgente y posible: «Promover la danza a través de actuaciones, formación y compañías para pasarla del segundo plano en el que se encuentra, al primero junto con las demás artes».
A pesar de la situación que viven los bailarines, la representante de los profesionales de la danza de Gipuzkoa mira al futuro con optimismo y espera que «con el tiempo se solucionará, porque existe la capacidad para hacerlo, además de mucha ilusión».
Bailarines destinados al exilio
Bailarinas en la barandilla del Urumea con motivo del Mes de la Danza de este año 2009. /JOSE MARI LÓPEZ

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