Dokumentuaren akzioak
Bailarines destinados al exilio
La danza es «la hermana pobre de las artes», afirma la presidenta de la Asociación de Profesionales de la Danza de Gipuzkoa, debido a la falta de formación y compañías
La situación en la que se encuentra la danza en el País
Vasco es «del siglo anterior», sentencia Sonia del Barrio, profesora de
ballet en el Conservatorio Municipal de Irun desde hace 17 años. «Los
bailarines vascos no tienen expectativas de futuro en danza dentro del
Euskadi, por un problema de raíz: no existe una enseñanza reglada, ni
tan siquiera un grado elemental».
Tan solo existe una escuela de formación de grado medio
en danza en toda la Comunidad Autónoma Vasca, situada en Vitoria, y
ninguna de formación superior. «La danza es la hermana pobre de las
artes», afirma Mª Eugenia Maisueche, presidenta de la Asociación de
Profesionales de la Danza de Gipuzkoa, y «aquí está fatal; todo el que
quiera dedicarse a bailar tiene que marcharse a la edad de 12 años,
porque es una profesión a la que te tienes que dedicar desde muy
joven». Esto supone «una imposición» demasiado drástica para edades tan
tempranas. Además, «para los padres la decisión de alejar a sus hijos
de sus hogares tan jóvenes, no siempre resulta fácil», ni tampoco
factible, la disponibilidad económica es «determinante», añade
Maisueche. Los propios afectados se enfrentan a una decisión
fundamental para su futuro. Para Sonia del Barrio es «elegir entre tu
pasión y el destierro».
La decisión de marcharse fuera para ampliar los estudios de danza resulta un handicap
muy serio y debería de plantearse como una opción y no como una
imposición. Sonia del Barrio afirma que «puede que existan otras
comunidades autónomas por debajo de Euskadi, pero la realidad es que la
mayoría nos iguala o nos supera; y con respecto a Europa estamos a años
luz».
Maisueche reivindica «la necesidad de centros de
formación en Gipuzkoa, que ofrezcan estudios paralelos a la danza para
que los bailarines puedan tener una formación básica» y así no
comprometer su futuro.
Adriana Trujillo, es una bailarina irunesa de 19 años.
Hace un año que estudia en la Escuela Profesional de Danza de Castilla
y León, situada en Burgos. Como muchos, eligió marcharse para bailar
tras haber finalizado sus estudios de bachillerato y compatibilizarlo
con estudios universitarios, «por lo que pueda pasar». Eligió Burgos y
no Vitoria, porque ambas opciones le planteaban tener que irse, y solo
la primera tenía ofertas universitarias que le interesaban, pero afirma
que «si hubiese tenido la posibilidad, sí me hubiese quedado a menos
kilómetros de casa». Asegura que «podría haber empezado la formación
profesional mucho antes, si hubiese oportunidad para hacerlo más cerca,
y prepararme mientras estudiaba; así podría haber adquirido un nivel
mayor, sin irme de casa, que me ofreciese la posibilidad de entrar en
una compañía profesional a las 18 años, al concluir el grado medio, y
no a los 23, que será cuando lo termine».
Compañía profesional
El País Vasco tampoco cuenta con una compañía de ballet
clásico profesional que ofrezca una salida a quién se dedique a la
danza. Las pocas iniciativas que existen, como por ejemplo Dantzaz
Elkartea, son privadas y mezclan neoclásico, contemporáneo y clásico.
Para los bailarines con proyecciones profesionales, las
expectativas de desarrollar su carrera se prevén difíciles y casi
inexistentes si quieren seguir en Euskadi. En el caso en el que la
formación y educación en danza no supusiese un problema, el panorama no
diferiría demasiado del actual, puesto que las circunstancias serían
similares: los bailarines profesionales, una vez formados, se verían
obligados a abandonar el País Vasco para poder encontrar posibilidades
de trabajo.
Verónica Domínguez, bailarina irunesa de 19 años,
considera que «a pesar de la poca inversión y dedicación que se le da a
la danza» y la necesidad urgente de «fomentarla en Euskadi», es en «el
incierto futuro profesional» donde reside el verdadero problema del
País Vasco. Adriana Trujillo, de la misma opinión, reconoce que «está
muy bien que puedas prepararte, pero ¿para qué? ¿para no conseguir
trabajo porque no existen prácticamente compañias?». En este caso el
problema es más de naturaleza económica, puesto que las subvenciones a
las agrupaciones las proporcionan las instituciones y son ellas las que
deberían de «apoyar la creación de compañías profesionales de danza que
den trabajo a todos los bailarines que se tienen que ir fuera».
Becas y subvenciones
La situación empeora para quién no tenga la posibilidad
económica de costearse unos estudios en otro lugar. La única
alternativa que se les plantea es abandonar y dedicarse a otra cosa,
pero resulta una solución un tanto dramática puesto que supone condenar
su futuro a la segunda opción de una lista de prioridades.
El Gobierno Vasco presenta un programa de promoción de
la danza en el que ofrece una ayuda económica de 234.000 euros. Se
trata de una cantidad elevada si se ignora el hecho de que está
destinada a seis modalidades diferentes: la creación coreográfica, la
producción de obras de danza, las giras artísticas, las actividades de
formación dentro del ámbito de la danza, los proyectos de difusión y la
consolidación de compañías (nueva modalidad de la convocatoria de este
año 2009).
También existen becas nominales, dependientes de la
Diputación Foral de Gipuzkoa que se otorgan tras la evaluación de una
representación. La presidenta de la Asociación de Profesionales de la
Danza de Gipuzkoa afirma que «este año, debido a la situación de
crisis, la disposición económica se ha visto reducida de 52.000 a
50.000 euros», por lo que el número de becados también ha sufrido un
receso.
«Tener a un hijo estudiando fuera supone prácticamente
un sueldo, y eso teniendo en cuenta que hoy en día las escuelas
profesionales no son demasiado caras, pero hay que contar con piso o
residencia, alimentación, transporte, etc.», comenta Del Barrio.
«Además, si decides estudiar en Vitoria por cercanía, resulta que la
diputación te deniega la beca, por ser dentro de la Comunidad Autónoma
Vasca. ¿Qué contradicción, no?».
Agustin Alzaga, bailarín de Irun de 17 años, considera
que en este sentido, las instituciones no hacen mucho por defender «un
arte por el que muchos luchamos pero sin reconocimiento». Considera una
única solución urgente y posible: «Promover la danza a través de
actuaciones, formación y compañías para pasarla del segundo plano en el
que se encuentra, al primero junto con las demás artes».
A pesar de la situación que viven los bailarines, la
representante de los profesionales de la danza de Gipuzkoa mira al
futuro con optimismo y espera que «con el tiempo se solucionará, porque
existe la capacidad para hacerlo, además de mucha ilusión».
Dokumentuaren akzioak