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Aurresku

Egilea
Iñaki Ezkerra
Komunikabidea
El Correo
Mota
Iritzia
Data
2004/09/27

Está el 'aurresku del alpinista' que le bailó Igor Yebra a Ane Igartiburu en su épica boda tras subir doscientos setenta escalones, aquel aurresku que era como de las Olimpiadas y para el que se necesitaba más el chándal que el chaqué nupcial. Y está ese otro aurresku político, pragmático, programático y diplomático, como de encargo, ese aurresku de catering que Patxi López le pagó a Zapatero en su última visita a Bilbao -igual que quien paga una ronda de vinos- y que era un 'aurresku de giro vasquista', una escenográfica redundancia porque el aurresku ya tiene sus propios giros y es vasco por sí mismo sin necesidad del retoque político. Ya lo decía Juantxu Ramón Jiménez: 'No lo toques más, que así es el aurresku'.



Yo es que creo que para bailar el aurresku, para pedir que lo bailen, para poner un aurresku en tu vida lo que se necesita es gracia como para los chistes. Cuando yo tenía siete años el que mejor lo bailaba era el gordo de la clase. Misterios de la Naturaleza. Los demás éramos unos pobres aficionados, pero él desafiaba a las leyes de la gravedad con una fuerza prodigiosa y extraña que luego se le esfumaba cuando tenía que saltar el potro. Con los años he visto a otros gordos bailarlo con la misma inspiración y me he convencido de que ese arte es un don que no se adquiere en las academias de danza. Un ilustrativo ejemplo de lo que digo es el 'aurresku municipal' que se ha empeñado en bailar el alcalde Azkuna todos los años por la Semana Grande bilbaína como si le fuera a dar un pampurrio. Hay fotos terribles de ese hombre dando saltitos que luego reproduce la prensa con saña ominosa. El comentario de las etxekoandres es tan insidioso como, por otra parte, inevitable: 'El que lo bailaba bien era Gorordo'. Y tienen razón. Gorordo haría otras cosas mal pero bailaba bien el aurresku. El de Azkuna es un aurresku de academia y el personal lo nota.



Las academias están haciendo estragos. Gracias a ellas se está imponiendo la costumbre de que en las bodas el aurresku lo baile el padre de la novia. Gracias a las academias hay padres de novias que se tiran un año ensayando su actuación y hay bodas que terminan en tragedia, o sea aurreskus que acaban en infarto. Como esos pobres parientes mayores que logró sacudirse de encima Ane Igartiburu en esa boda que podríamos llamar 'una boda de altura', hay que aceptar con resignación en la vida que no todo el mundo es Igor Yebra.

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