La pasión por el baile es una chispa que se enciende; un deseo irresistible que provoca moverse al ritmo de la música, expresarse y conectarse con los demás a través de este lenguaje universal que se entiende sin palabras. De este arte que se mueve saben mucho Elene Aranburu, Usoa Agirre, Sonia Rodríguez, Maialen Aranguren, Ane Arrieta, Nora Blanco, Sonia González y Andrea Zabala, las ocho bailarinas de Bergara y Antzuola que dan cuerpo a una compañía con alma: Arima, que ha florecido entre las cuatro paredes de Camden Dance Studio.

Se trata de un proyecto relativamente joven, con dos años de andadura. “Lo pusimos en marcha con el objetivo de crear, mostrar y difundir propuestas en el marco de la danza contemporánea, la danza-teatro que es otra disciplina, y la performance” explica Olmar Elejaga, bailarina, profesora y directora de la escuela ubicada en el pabellón 13 del número 1 de la calle Amillaga de Bergara.

El nombre con el que han bautizado al grupo expresa, según detalla su directora artística y coreógrafa, la bailarina madrileña afincada en Antzuola Blanca Carrasco, “nuestra forma de hacer y sentir la danza. Bailamos desde lo que nos mueve, nos emociona y nos inquieta. Usamos el lenguaje del cuerpo para contar historias, transmitir emociones y, ¿por qué no?, denunciar y generar reflexión”.

La aventura de la danza

Ane Arrieta es una de las integrantes de Arima Proyect. Con cinco años empezó con la euskal dantza, pero no fue hasta 2021 cuando decidió probar otra de las múltiples vertientes del baile. “Comencé en una época de mi vida que no lo estaba pasando especialmente bien y me atrapó. Bailar es mi refugio, me siento libre”, asegura esta joven bergararra. En el caso de Nora Blanco fue la gimnasia rítmica la que le dotó de ciertas habilidades motrices que, de algún modo, despertaron en ella el gusanillo del baile. Con 12 años, como recuerda, se inscribió en Camden Dance Studio y ahora con 27, y tras haberse formado con profesionales en diversos cursos, es una de las docentes de la escuela de Bergara.

Ambas y el resto de sus compañeras han convertido la danza en una bonita aventura. Elejaga, que constituye el otro vértice de la dirección y producción de este proyecto, cuenta que vieron “la necesidad de compartir” con el alumnado “inquietudes e intereses más allá de las clases semanales”. “Teníamos ganas de crear nuestras propias piezas para desarrollar y explorar el movimiento desde diferentes prismas y hacer otro tipo de cosas. El grupo que hemos formado es muy versátil”, enfatiza.

Un paso más

Sus cuerpos se doblan. Se hacen flexibles y comienzan a dibujar movimientos y figuras. Es la hora de arrancar con una de las sesiones que durante esta semana Carrasco ha impartido a sus pupilas dentro del taller de interpretación que han organizado para este mes de julio. Lo aprendido en estas clases les servirá para “aplicarlo” en el montaje que están preparando de cara a su puesta de largo en 2025.

En estos años de rodaje han ido cogiendo tablas en el espectáculo Amalurra y en el centenario del Orfeón Bergarés, bajo la batuta del oñatiarra Aitor Biain; han presentado coreografías de cosecha propia como Rebellio en el acto convocado por Martxanterak dentro del Día Internacional contra la Violencia de Género, además de participar en los desfiles de moda celebrados en la localidad mahonera y la vecina Arrasate.

Ahora quieren dar “un paso más”, alumbrando su primera pieza larga que esperan estrenar el próximo febrero. Centrado en los personajes femeninos de la mitología vasca y los elementos de la naturaleza, este espectáculo “nos hará viajar desde las raíces más profundas de nuestra historia hasta el contexto actual a través de la figura de la mujer, valorando la importancia que esta ha tenido en nuestras leyendas y cultura. Queremos que el espectador deje volar su imaginación y descubra esa fuerza que caracteriza a cada uno de los seres fantásticos que cobrarán vida encima del escenario, y quizá se ve reflejado en uno o varios de ellos”, exponen al unísono Carrasco y Elejaga. La idea es que el grupo se vaya profesionalizando, y esta “primera pieza está pensada, precisamente, para avanzar en este sentido y poder mostrarla en distintos teatros”, señalan.

La danza es arte, pasión, expresión y creatividad. Pero más allá de la narrativa corporal y del placer que supone bailar, entre las ocho componentes de Arima ha echado raíces “la amistad”, tal y como recalca Ane. “Tienen entre 14 y 48 años y empastan súper bien”, sentencia Eleja