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Aprendiz desde la ventana

II. Dantza tradizionalaren esker onak

Begoña Arroyo lleva toda la vida ligada a las danzas e impulsó hace 40 años Salbatzaile Dantza Taldea
Egilea
Joana Perez
Komunikabidea
Deia
Mota
Albistea
Data
2018/12/01
Lotura
Deia

HABLA una mujer que lleva las danzas en la sangre, que aprendió copiando los pasos que veía cuando ensayaban los chicos. Begoña Arroyo se siente orgullosa de toda su labor en Salbatzaile Dantza Taldea -entidad que este 2018 ha cumplido 40 años de trayectoria en el bilbaino barrio de Castaños- pero sobre todo de que sus tres hijos y ocho nietos continúen en un grupo al que se ha dedicado en cuerpo y alma.

El pasado mes de junio Salbatzaile Dantza Taldea celebró su Euskal Jaia en la que rindió tributo a la impulsora del grupo.

El pasado mes de junio Salbatzaile Dantza Taldea celebró su Euskal Jaia en la que rindió tributo a la impulsora del grupo. (Foto: Oskar González)

Son muchos los recuerdos que guarda esta mujer en su memoria, muchas horas de ensayos y de aprendizaje que comenzaron cuando era muy jovencita. “Con 14 años formaba parte del grupo de catequesis de la parroquia y el director tenía en su despacho una ventana que daba a un frontón al que venía Víctor de Olaeta a enseñar danzas a los chicos y yo miraba qué era lo que les enseñaba. Aprendí el aurresku, el soletino…”, rememora Arroyo quien no perdía el tiempo en poner en práctica lo que había observado a través de la ventana. “Iba donde mis amigas y les decía cómo lo hacía Olaeta y qué música tenía el baile”. Así poco a poco fue empapándose de las danzas y las exhibía cuando podía. “Solíamos ir a Santa Marina y al hospital. El padre de una de mis amigas tenía un camión y allí nos metíamos todas para ir”, comenta divertida.

Del grupo de la parroquia se mudó a Dindirri donde continuó formándose, en una época en la que las actividades culturales estaban miradas con lupa. “Sí que nos decían: Tened cuidado. Para nosotros era como si no existiera nadie, bailábamos y ensayábamos. Yo pasaba de todo”, cuenta entre risas. Sin embargo, en su querido barrio faltaba un grupo al que poder transmitir todos sus conocimientos. “Un grupo de madres me dijo que por qué no les enseñaba a sus hijos a bailar. Y así empecé. El cura de la parroquia nos dejaba el local de la catequesis media hora a la semana y ya un día nos dejó una hora”, comenta Begoña Arroyo. El efecto del boca a boca fue imprescindible para que Salbatzaile Dantza Taldea fuera creciendo hasta albergar a “unas 400 personas” en la actualidad.

En los inicios nadie se quedaba fuera. “Me preguntaban si podía venir uno, otro…”, señala Arroyo que “sin saber mucho” sacó al grupo a bailar “a la plaza del Funicular en las fiestas del barrio”. Y de ahí hasta hoy en día, con un bagaje de recuerdos y anécdotas ilimitado. “Solemos ir a Urepel, al Salbador Eguna”, apunta esta mujer que reconoce que uno de los viajes más especiales fue el que hicieron a Almuñécar (Granada). “El cura nos dijo que dentro había un grupo de vascos y nos preguntó si les podíamos poner los palos y las espadas. Lo hicimos y algunos terminaron llorando de la emoción”.

Sin duda, si hay una cita en la que destaca el grupo esa es Carnaval. “Comenzamos con el de Lapurdi, Lantz, Valcarlos, Zuberoa…”, explica esta mujer que tiene debilidad por el de Lantz ya que es “en el que entran más niños”. Unos niños por los que Begoña se ha desvivido y siente “una gran ilusión” cuando ve que regresan al grupo “con 17 años” tras haberlo dejado unos años antes. Un grupo que no sería lo que es hoy sin Begoña Arroyo.

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