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Amores cruzados
La compañía checa disipó el nefasto recuerdo dejado en su última visita en 2002, ofreciendo una buena y compacta imagen de grupo, en la interpretación del clásico. La bailarina protagonista estuvo adecuada en su rol de Raymonda, a excepción de su difícil control de los giros, a los que entraba desbocada. Los protagonistas masculinos desarrollaron un buen trabajo, sobre todo, de partenaire. El gran enemigo de la formación checa fue la escasez de espacio escénico, especialmente, en las escenas grupales. Más de un grand-jetté estuvo demasiado cerca de la boca del escenario. Cuánto mejor en el Auditorio del Kursaal. Esta noche, última oportunidad de deleitarse con los amores cruzados de Raymonda y sus galanes de diferentes culturas.
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