Alsasua vuelve a su pasado rural

No iban solos, y una legión de sorginas a las órdenes del akerra; menos mascaritas, el otro personaje genuino del carnaval de Alsasua, juantramposos, la golda con sus bueyes y el itaun, la boda, el bautizo y un sin fin de personajes que aportaron colorido a este espectáculo. Se echó en falta al herensuge, el dragón, que no salió por la lluvia.

Según algunos, el momotxorro, aúna la principal simbología relacionada con el carnaval. La sarda estaría ligada a la fertilidad y los golpes encerrarían la representación simbólica de matar lo viejo para dar una nueva vida. Los cencerros servirían para ahuyentar a los malos espíritus y despertar la naturaleza dormida mientras que las crines tendrían un sentido purificador. La sangre podría simbolizar la ofrenda sacrifical. En definitiva, una imagen terrorífica y feroz fiel reflejo de acciones que en otros tiempos fueron utilizadas como medida de subsistencia ante la precariedad existencial, superada únicamente por los fuertes.

COMITIVA MULTITUDINARIA Poco después de las siete y media, el cuerno marcó el inicio de una colorista y ruidosa comitiva, un mundo mágico que cambió por unas horas la urbana e industrial Alsasua. Antes, el carnaval era la válvula de escape a las tensiones sociales. Hoy día, liberalizada la moral, es una ocasión para la fiesta y para sentir el llamado de la memoria.

Tras recorrer las principales calles de Alsasua, con un itinerario especial por las askas para que pudiese beber el ganado, la comitiva llegó a la plaza, donde una multitud bailó la Momotxorroen dantza, pieza rescatada por Enrike Zelaia de los archivos de Lekaroz.

El carnaval no es tal sin máscara pero todo tiene un final y con el sonido del cuerno y el volteo de las campanas, momotxorros y demás personajes tuvieron que mostrar sus rostros, finalizando una fiesta que se ha convertido con el tiempo en seña de identidad de Alsasua. Los festejos en honor a don Carnal finalizan en la villa el próximo sábado, ya dentro de la Cuaresma, con el Carnaval Piñata.