CINCO años y una pandemia después, regresan los galardones Alonsotegitik Alonsotegira: el reconocimiento municipal a sus vecinos más ilustres a la par que próximos y volcados en sus respectivas ocupaciones y aficiones orgullosos de su lugar de procedencia. Muchas cosas han cambiado en este lustro, también el emplazamiento de la gala de entrega, que se traslada de la ermita de San Antolín a los nuevos locales del frontón.
La implicación vecinal ha resultado clave a la hora de obtener los nombres de las personas y entidades agraciadas. En el segundo trimestre de este año 2002 “se abrió un proceso participativo y en septiembre los integrantes de la comisión de Cultura votaron para designar a quienes finalmente se ha elegido”, explica el alcalde, Joseba Urbieta. Una lista que aúna las raíces ganaderas de Alonsotegi, la cultura de las dantzas, deporte y labor social.
El Club Deportivo Larramendi de Fútbol se lleva la palma en cuanto a longevidad, puesto que acaba de finalizar la conmemoración de su centenario. En 1922 se inauguró el campo de Pertxeta. “En la temporada 1958-1959, el equipo ascendió a tercera división por primera vez en su historia”, rememora Manu Villar. En 1973 comenzaron a disputar sus partidos en el campo de Errota hasta que en 2004 arrancaron las obras de construcción del corredor del Kadagua. Desde 2006, Basteita es la casa del Larramendi, que en 2012 estrenó himno.
Jesica Álvarez demuestra que el abanico deportivo de Alonsotegi da más de sí aparte del balompié. La campeona de halterofilia asegura que ninguna disciplina “me ha fortalecido tanto el cuerpo como la mente y el alma”. Enrolada en el club San Luis de Barakaldo, se convirtió en “la primera chica que acudía allí y, a pesar de la sorpresa que les causé por querer entrenar, me acogieron con los brazos abiertos”. “Se está visibilizando más el deporte de fuerza como algo necesario para disponer de una vida saludable”, expone Jesica, quien aspira a convertirse en “referente para mis hijos”.
Como Julio Otaola, con toda una vida dedicada a la ganadería extensiva desde su caserío de Samundi, donde él y su familia cuidan de “más de cien vacas de la raza autóctona terreña”, cuenta su nuera, Josune Vivanco. Se dedican “sobre todo a las novillas de carne que vendemos cuando se destetan y leche para consumo propio”. La feria de Andra Mari de Alonsotegi es una de sus citas imprescindibles.
También para el grupo Mendipe, al que pertenece Dori Euba. Comenzó a impartir clases de dantzas “en 1986 en un programa destinado a las escuelas”, del que acabó surgiendo la agrupación Mendipe. En aquel entonces “entraban en su mayoría niños y ahora ocurre al contrario, que se incorpora más gente adulta”. “Todo el mundo puede bailar, aunque unos necesiten más práctica que otros”, anima.
Dori ha visto crecer a medio Alonsotegi, al igual que Antonia Cano, que a lo largo de cuarenta años ha dado catequesis a padres e hijos. “Aprendían oraciones, leían el Evangelio y nos divertíamos en excursiones” que seguramente rememorarán el miércoles.