Dokumentuaren akzioak
Al gigante africano se le escapan las lágrimas por su bailador, Andoni Iribarren
Al gigante africano, estos Sanfermines, las lágrimas se le escapan. Se debe a que le toca despedir a su bailador durante los últimos casi 40 años. Un récord guinnes en la comparsa que lo marca el pamplonés de 58 años Andoni Iribarren Imaz, quien vive sus últimas fiestas bajo las capas de este rey a quien dirá adiós en el día de San Saturnino.
Corría el año 1975 cuando ingresó en la comparsa. Vivía junto a sus cuatro hermanos y sus padres en la calle Gorriti. "Pamplona era pequeña y a los críos nos soltaban en la calle. Entonces, nos íbamos a ver los gigantes. A mí me gustaban. Un año entré a probar y me quedé", recuerda este hombre casado y padre de dos hijas, de 28 y 32 años.
Hoy, la juventud y las ganas de comerse el mundo de aquel joven de 19 años han dado paso a la experiencia y a una mirada más reposada, con la que se siente muy cómodo.
"Ha sido maravilloso poder estar todo este tiempo en la comparsa. Me voy sin pena. No hay que estirar todo hasta el infinito", valora este profesor de educación física en Hegoalde, quien prefiere retirarse a tiempo, sin dar lugar a frases como "Con lo que fue y ahora...". "Nunca un bailador ha estado tanto tiempo. Además, mi compañero, Josetxo Aranguren, cumple 25 años, así que pongo a este capítulo un broche final redondo".
Esta decisión la ha recibido su mujer, maestra en la Ribera, con un "¡Ya era hora!". Y Andoni asiente. "Los gigantes suponen vivir las fiestas de una manera que me ha encantado, pero entraña sacrificios", confiesa en referencia a ella, a quien conoció estudiando Magisterio.
De hecho, él vive rodeado de chavales. En su día a día, da clases de educación física a jóvenes de entre 6 y 12 años. En total, 25 sesiones semanales que, además de mantenerle en forma, le rejuvenecen. "Estar con chavales te empuja a vivir", reflexiona, quien también vive los Sanfermines con los niños pegado "a sus faldas".
"La emoción de los niños al ver los gigantes no ha cambiado con el paso del tiempo, aunque hoy hay una gigantitis que me parece exagerada", valora este aficionado a la pelota a mano. "En los recreos, hasta en los colegios de la Ribera, hay niños jugando con gigantes de goma. Además, a todos les hacen gigantes para que los bailen", detalla.
Sus nietos, Ander, de 7 años y Janire, de 11, sin embargo, "no han salido muy giganteros". Tampoco sus hijas. A todos ellos Andoni los ha llevado hasta el corazón de la comparsa. No conserva recuerdos especiales, pero sí infinitas fotos que, al verlas, le emocionan.
UN PESO QUE HUNDE
Cada vez que Andoni se mete en las entrañas de su gigante tiene la misma sensación: "Al levantarlo, te hunde. Es un peso terrible que me sigue sorprendiendo". Él, a su vez, ha intentando impregnarlo de una determinada forma de bailar.
"Siempre he procurado que se baile bien. No soy partidario de coreografías sofisticadas, creo que ver a los gigantes al ritmo de la música es ya un espectáculo", opina mientras confiesa que uno de sus momentos favoritos es bailar un pasacalles hasta el final en una calle estrecha. En este sentido, otro de sus 'momenticos' es la despedida de la comparsa, cuando los niños se acercan a dar besos.
En su corazón 'gigantero' cabe toda la gente que ha conocido en todos estos años, desde los Oroz, a Viguiristi. "Han pasado muchas generaciones", exclama. Y comparte que tiene una pena, la de haber dejado la vieja estación de autobuses. "El nuevo local está muy bien, pero la nueva estación es fría y los gigantes se pierden", matiza.
Por otra parte, en estos 40 años viendo la ciudad a través de los ojos del africano ha asistido "al cambio de muchas señas de identidad de Pamplona". En este punto, Andoni se detiene en otro capítulo que le ha dejado un sabor amargo. "El Ayuntamiento nos dio la medalla de oro, pero este año cuestionó que fuéramos nosotros quienes bailásemos los gigantes. Es como sacar a concurso La Pamplonesa. ¿Así es como valoran el trabajo de estos 150 años? La conclusión a la que llego es que les importamos poco. Y esto es extrapolable a otras cosas", sentencia.
Se acerca el final y Andoni brinda por otros 150 años o 300 más para la comparsa. Y advierte: "Si me necesitan, ahí estaré. Dejarla no significa que me desentienda".
Andoni Iribarren, decadas bailando los gigantes de la Comparsa / Miguel Ciriza
Dokumentuaren akzioak