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"Al final de este espectáculo, el público se va con la sensación de que el jazz también se puede bailar"
¿Cuál es la clave para poder representar el jazz a través de la danza, dos conceptos artísticos que, en principio, no tienen nada en común?
La clave radica en el talento del coreógrafo, Roland Petit, que, en este sentido, siempre ha sido un innovador que se ha atrevido a realizar fusiones inesperadas en el mundo de la danza. Ejemplo de esta mezcla es también el montaje que realizó hace 25 con música de Pink Floyd, un espectáculo que también tuve la oportunidad de representar hace dos años. Y, siguiendo en esta línea, hace cinco años Petit se inspiró en Duke Ellington, al que considera el genio del jazz, para crear un ballet entero con la base de su música. Con su genio coreográfico ha conseguido un espectáculo en el que finalmente no se ve la diferencia entre el jazz y la danza porque se crea una fusión maravillosa con un ritmo y una atmósfera muy especial.
Pero la fusión no se da sólo en la obra sino en los que la representan, ya que, además de usted, el escenario también lo ocupan los bailarines japoneses que, por otra parte, llegan a cantar en inglés. ¿Cómo reacciona el público ante esta mezcla de artes y artistas?
Es una mezcla curiosa pero, sinceramente, lo que más le sorprende al público es el hecho de ser sorprendido, ya que hoy en día es muy difícil ver un espectáculo del que no tienes ninguna idea preconcebida. Esto es lo que resulta interesante de este montaje, que la gente va a ver algo que no se imagina cómo puede ser; al final, se van con la sensación de no saber si lo que han visto era jazz o danza. Simplemente ha disfrutado de un espectáculo que les ha entretenido y han descubierto que el jazz también se puede bailar.
'Duke Ellington Ballet' es un montaje que cuenta con 14 piezas diferenciadas pero, ¿existe algún hilo que dé unidad a toda la obra?
Pienso que el hilo que une todas estas piezas es primeramente la música y luego la coreografía. La verdad es que son partes independientes unas de otras, pero se crea un ambiente tal que ejerce como un hilo conductor que va desde el principio hasta el final y que sube en ritmo e intensidad. El estilo y el espíritu de Roland Petit es el que une en escena el jazz con la danza y nos mete a todos dentro.
Un estilo, el de Roland Petit, que también viene marcado por la escenografía.
Sí. La ventaja de contar con un coreógrafo que sabe lo que está haciendo es que no tiene necesidad de utilizar demasiados accesorios para cubrir los espacios. Sólo contamos con una cámara negra y algunos elementos que utilizamos para bailar. Podría decir que nosotros mismos, los bailarines, y la música somos el decorado. En cuanto al vestuario, también está marcado por la sobriedad del blanco y el negro.
De Pink Floyd al jazz pasando por los clásicos que interpreta como primera bailarina de la Ópera de Múnich, estilos muy diferentes para una misma artista. Si tuviera que elegir, ¿con cuál se quedaría?
Yo me encuentro cómoda en muchísimos estilos, tanto haciendo clásicos como El lago de los cisnes , obras dramáticas como Romeo y Julieta o en los montajes de Roland Petit. Pero esto no es una cuestión de comodidad sino de pasión, así que yo elegiría, sin duda alguna, todo lo que es dramático y está relacionado con el mundo interpretativo de la danza. No importa el estilo que esté bailando sino el poder ejecutar un ballet en el que yo pueda interpretar un rol.
Lucía Lacarra se formó en la escuela de Víctor Ullate junto a otras figuras ahora internacionales como Tamara Rojo o Igor Yebra. ¿Qué sucedió en vuestra generación para que salieran a la vez tantos grandes valores de la danza?
Fue una generación bastante especial que, además, tuvo la suerte de tener a Víctor Ullate como maestro; una persona que nos inculcó la pasión por bailar así como el sentido del trabajo y la disciplina, algo que perdura para siempre porque es la base de tu carrera. Era un grupo maravilloso en el que todos teníamos mucha pasión por bailar; eso fue lo que marcó la diferencia.
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