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«Ahora siento que bailo a través de mis alumnos»
Amaia Leiza (30 años) es de Bera, pero tiene los pies en Gipuzkoa casi desde que probó el ballet, con paso intenso por Madrid, donde aprendió de danza, de la vida y además, se graduó como maestra bilingüe. Con sus alumnos, no faltará mañana a la cita con la barandilla de La Concha, ni hoy al mediodía a la barandilla de Dunboa en Irun y por la tarde a los jardines de Alderdi Eder. Porque abril es el mes de la danza.
Un año de Basque Ballerina...
Es el segundo curso, llevo un añito, pero enseñando ya son 9.
¿Siempre te ha gustado la danza?
Empecé con 4 ó 5 años, en Bera, en la Casa de Cultura. No fue iniciativa mía, que yo recuerde, sino de mi madre y de los profesores de la Ikastola. Yo siempre he sido súper tímida, pero me disfrazaba y me transformaba. En la Ikastola se dieron cuenta y preguntaron a mis padres si no habían pensado apuntarme a teatro o a algo así. Mi madre, que había hecho euskal dantzak y a la que siempre le ha gustado el ballet, supo que venía una profesora a dar clases de ballet a Bera, Rebeca Aranzadi, y me apuntó. Yo le puse como condición no ir de rosa. Tengo grabada la primera frase de la profesora: 'el ballet es disciplina'. Recuerdo salir de esa clase y no dejar de pensar en el ballet nunca más.
Y claro, a aprender a donde hiciera falta...
Fui a Irun con Guadalupe Arana y a Donostia con Mentxu Medel, que fue la que me preparó para ir a Madrid. Durante casi diez años me formé con los mejores maestros.
Sí, pero para mí el más especial es en casa, en el Kursaal. Es donde he tenido a la gente de cerca conmigo. Son las actuaciones que más nerviosa me ponen, porque te conocen, te han visto crecer, bailar, quieres hacerles sentir, emocionarles.
Siempre serás bailarina, pero y el paso de ser profesora, ¿cómo fue?
Con 16 años empecé con una molestia en el tobillo y después de dar 8.000 vueltas me diagnosticaron la cola del astrágalo prominente. Me operaron dos veces. Yo seguía bailando, es increíble como el dolor puede formar parte de ti. Había terminado Bachiller y estaba con la carrera, Magisterio, Educación Primaria con especialidad de Inglés. Nunca lo hice con la idea de ser profesora, mi sueño era ser bailarina y después estaba ser arquitecto, desde pequeñita. Pero la arquitectura, por horas de estudio, era incompatible con la danza. El ritmo era intensísimo. A las 08.30 horas estábamos ya todos calentando para empezar a bailar a las 09.00, hasta las tres de la tarde. A las cuatro entrábamos en el Instituto, en un turno vespertino, especial para los que estábamos en los Conservatorios, hasta las nueve y media de la noche más o menos. En una gran ciudad, súmale el tiempo en desplazamientos, los deberes, los exámenes...
No somos conscientes de todo lo que implica...
Seguramente no. Que implica disciplina y sacrificio, sí, pero tanto, no. Y no te lo imaginas a una edad tan temprana. Yo lo viví de forma natural, porque tenía muy claro lo que quería. Hay un talento tremendo en España, tenemos un nivel de bailarines espectacular, muy valorados..., pero la situación no cambia. La visibilización, no cambia el tema de la ayuda académica, escolar... Por eso la mayoría tiene un plan B. Mi profesora Mentxu, mi gran maestra, durante muchos años cuando estaba en Madrid y volvía de visita, me decía: tú tienes que ser profesora. No sé lo que veía. Yo me lo tomaba fatal, no lo valoraba.
Pero llegó el momento...
Aunque con el baile estaba en un momento muy potente, con la historia de la lesión, anímicamente fue un momento difícil. En verano fui a Bera con la idea de volver al médico. Pensaba que con fisioterapia mejoraría, pero tuve que volver a operarme... Volví a bailar y en verano, de vuelta, me dijeron que estaban buscando profesora de ballet. No era una opción, pero en casa me dijeron que no pasaba nada por probar. Empecé a dar clases y la primera semana fui consciente de que esto es lo mío por cómo me llena. No sé por qué, ni cómo explicarlo, pero siento que bailo a través de mis alumnos. No me hace falta bailar. Hay un momento, cuando llevas varios años con los alumnos, que reconoces movimientos tuyos en ellos, más allá de la técnica, son mis gestos en ellos.
Menudo año con Basque Ballerina...
Más de 200 alumnos. Las aulas son grandes, pero las clases están cerradas porque me gusta seguir el progreso de cada alumno. La más pequeñita acaba de cumplir 3 y también doy clases a adultos.
Y con muchas alegrías...
Sí, este año tres alumnas han sido seleccionadas entre más de 900 jóvenes de todo el mundo por The Royal Ballet School de Londres y L'École de Danse de l'Opéra de París para participar en varios cursos. Hay muchísimo trabajo por detrás y un apoyo tremendo de la familia que es de agradecer. Yo les ofrezco mi mano y ellos me dan la suya para ir con las niñas a lo que haga falta y a lo que podemos, porque económicamente es un esfuerzo. Necesitamos que las instituciones se hagan eco, ayuden, porque es todo muy caro, ya solo las puntas de las zapatillas... Cuando vas a los concursos tienes que pagar por participar, viaje, hotel, cursillos, donde es muy difícil entrar y hay que poder pagarlos. Es la élite del ballet. Se necesitan recursos y apoyo de las instituciones.
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