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Agur, Faustino
Sencillo hombre de familia de su Esther y su Rakel y currela elegante que no se acongojaba (nos entendemos) y se agarraba a lo que fuera, en especial en el tajo de la construcción, y tenía carácter optimista y amistoso, siempre. Reunía la condición de onyozale (buscador de hongos), abertzale y euskaldun, osasunista (el día anterior ansiaba la vuelta con el turco), y marxista -bromista (sector Groucho Marx).
Reunía la condición de ardozale y me puso en antecedentes sobre los arizkundarras, en la taberna interrogados sobre sus gustos vinícolas: ¿Beltza edo gorria, zer nahi duzu? (¿Tinto o clarete, qué quieres?) y lo que (según debía hacerse) respondían: ¡Ardoa! O sea, uno u otro, pero: ¡Vino!. En su Arizkun era (¿es?) ley vieja que, después del café, se tomaba vino en lugar de (coñac, anís u otros) alguna copa.
Pero, por encima de todo y en lo que jamás-jamás he conocido hacer a nadie como a él, destacaba en el mutildantza, en el que era maestro de primerísima. A Faustino le tengo visto en el extinto Pierrot, que increíble parecer pueda, bailar el rock and roll, el pop o cualquier rumba del Peret, ¡…a ritmo de mutildantza! Por éstas. Salía a la pista, cogía el paso y mientras todocristo se movía bailando en extraños movimientos gimnásticos, él lo hacía al paso del mutildantza. ¡Genial! Y oye Faustino, que pues eso, que qué te vamos a decir, que agur, betiko agur, descansa y nos esperas.
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