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«Se trata de decir las cosas claras y aceptar que somos peleles»
Cristina Rota, directora de 'Haberos quedado en casa, ¡capullos!'
'Haberos quedado en casa, ¿capullos!' no dejará a nadie impasible. La obra que hoy llega a las Jornadas de Teatro de Eibar de la mano de la compañía madrileña Cristina Rota Producciones es, según su propia directora, un texto en el que se «critica la deshumanización de un mundo que predica la bondad. Se burla, ironiza sobre la violencia, la fragmentación del ser y la hipocresía de un sistema que con métodos violentos predica la paz, la bondad. Critica la perversión del lenguaje. Se expresa en términos directos en contraposición a la perversa distorsión que emana del discurso del sistema».
-¿Qué han querido reflejar en esta obra?
Cuando leí por primera vez el texto de Rodrigo García me hizo recordar un tango que dice 'Al mundo le falta un tornillo. Que venga un mecánico a ver si lo puede arreglar'. Para mí es un texto que me sugirió muchas imágenes con música y movimiento junto con rabia y dolor y risa. Y también me sugirió esa ironía que tenemos muchos. El texto critica la perversión del lenguaje y lo hace en términos muy directos, no es un texto difícil de entender. Pero sobre todo plantea la cuestión eterna: el pensamiento conservador que pide que los jóvenes, los rebeldes y los disconformes, dosifiquen las críticas y las reivindicaciones para, de esa manera, dejar de ser rebeldes. En definitiva el texto precedente movilizar, dinamizar, con personajes que pasan por todos los sentimientos. Y el título lo dice mucho: se trata de decir las cosas claras y aceptar que somos peleles, que somos marionetas que nos movemos en una pelea exterior que nos propone el sistema... Y el capullo que no quiera enterarse, mejor que se quede en casa.
-Por lo que ha explicado, en esta obra la transgresión está muy presente.
Yo no hablo de transgresión porque pienso que, en definitiva, la cultura siempre transgrede en tanto intenta elevar, dinamizar, movilizar, el pensamiento humano y convertir al hombre bélico que atenta al sistema en un hombre más espiritual. Pero Rodrigo García nos muestra la perversión, la violencia, la locura como si el ser más alienado del mundo estuviera ahí diciéndonos «bueno, si hay que pecar, pequemos, y pequemos los que más. Juguemos los que más, matemos los que más...». Pero también tiene textos, dentro de estos monólogos, muy poéticos y muy bellos.
Teatro y danza
-En esta obra han unido el teatro con la danza. ¿Qué tal ha resultado la experiencia?
Las imágenes que yo busqué para la puesta en escena son también bellas porque intenté entrar en el espectador a través de la música, del color, de la imagen, del movimiento, de la danza... Es todo muy dinámico ya que se utiliza desde un acuario donde se nada hasta unas telas donde los protagonistas se suben y hacen una serie de acrobacias. Todo es muy visual en el espectáculo, a parte de, evidentemente, una enorme cantidad de texto.
-¿Se puede calificar lo que ustedes hacen como teatro de vanguardia?
Yo no me califico como teatro de vanguardia. Elegí esta obra porque me inspiró mucho, porque me sentía identificada por esos textos y me gustaron cómo están escritos. Pero yo no hago teatro de vanguardia, yo sólo hago teatro, teatro de repertorio. Creo que esta experiencia puede calificarse como teatro contemporáneo pero, desde luego, no me atrevería a decir que esto es teatro de vanguardia.
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