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«Para volver al País Vasco necesito que haya una compañía de danza»
Lucía Lacarra se ha consagrado a nivel mundial en una de las disciplinas artísticas más difíciles y menos conocidas por el gran público: la danza
¿Cómo se lleva que la premien en casa?
Es algo muy importante y, además, sorprendente, aunque como bailarina el único reconocimiento que siempre he esperado es el del público. Premios como el de Mejor bailarina del mundo, están vinculados a mi trayectoria, pero el Sabino Arana es completamente diferente. Es un premio que se me da no sólo por mi trabajo, sino por se quien soy: porque soy vasca y por todos los años que llevo trabajando fuera de casa y, en cierto modo, siendo embajadora de mi país y de mis raíces por todo el mundo. Que te concedan un premio en tu propia casa es más importante que el resto.
¿Se siente profeta en su tierra?
Siempre se dice que nunca eres profeta en tu tierra pero, en mi caso, no estoy de acuerdo. Cuando he bailado en el País Vasco he sentido un seguimiento y un cariño increíble. Nunca he tenido la posibilidad de bailar aquí tanto como me hubiera gustado, pero siempre me he sentido muy querida por mi propia gente.
¿Sigue su corazón en Euskadi?
Mi corazón si. En mi forma de ser no he cambiado, quizás porque le doy mucha importancia a la familia, a las raíces, a mi tierra... A pesar de vivir desde hace años por todo el mundo, siempre seré una zumaiarra. Venir a casa y estar con mi familia y mi entorno me hace ver lo que es importante en la vida. Eso es lo que te ayuda a equilibrarte y valorar las cosas que de verdad importan, porque vivo en un mundo en el que hay mucha falsedad e hipocresía y la gente puede ser muy artificial.
Y cuando ya ha sido premiada como Mejor bailarina del mundo ¿qué le queda por alcanzar?
A nivel personal me queda mucho, el día que diga que no me queda nada no llegaré muy lejos. En mi profesión siempre se puede mejorar y eso te motiva a seguir trabajando. Además, lo importante no son los premios, sino sentir que el público me quiere ver bailar y las compañías me invitan, eso es lo que aprecio. Un galardón como ese te impresiona el día que lo recoges, pero no te ayuda a bailar mejor.
Tras trabajar con Víctor Ullate o con Roland Petit ¿cuáles son sus proyectos de futuro?
Precisamente estoy ultimando una gira con Roland Petit por Francia. Se trata de una antología de sus mejores ballets. Petit quería seis bailarines: cinco chicos y yo. Lo que me emociona es que él dice que la única bailarina que puede dar honor a sus ballets soy yo. Eso para mí es más importante que cualquier premio: que un coreógrafo, que es un mito viviente, te dé ese voto de confianza.
Son muchos los bailarines vascos en la cumbre de la danza...
Hay muchos vascos con muy buenas cualidades que están bailando y triunfando en compañías internacionales, aunque sobre todo, por falta de una compañía en el País Vasco que pueda acoger a toda esa gente con talento. En Alemania, Inglaterra, en todas partes hay bailarines vascos, algo que quizás responde a nuestras raíces en las que las danzas vascas son muy importantes; o quizás sea nuestra forma de ser, porque generalmente somos gente con mucho tesón, con una cabeza bastante dura, y muy trabajadores.
¿Tiene fecha su regreso a Euskadi?
De vacaciones, desde luego, pero para regresar necesitaría tener una compañía de danza a nivel internacional. No se trata de que quiera o no, sino de que necesito una compañía, lo cual es complicado y necesita tiempo. No se puede decir que nunca llegará porque hay gente, y se podría y se debería, pero sería un proceso muy largo. Si algún día la hubiera, sería la primera en apoyarla.
¿Y después de la danza qué...?
Por ahora no veo mi vida de otra forma que no sea bailar. Desde que era un bebé era lo único que quería, no tenía otra ansia, era una necesidad. Tengo pasión por lo que hago y el día que decida que debo dar el relevo, me gustaría seguir trabajando y ayudando a los profesionales artísticamente a exprimirse como yo intento hacerlo.
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