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«No soy genial en nada, pero se me da muy bien todo»

Yuri Yanowsky, bailarín principal del Boston Ballet

Egilea
Iratxe de Arantzibia
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Elkarrizketa
Data
2007/08/21

Lleva la danza en la sangre. Hijo y hermano de bailarines, Yury Yanowsky arribó al Boston Ballet en 1993, ostentando la máxima categoría desde 1999. Primogénito de los bailarines Anatol Yanowsky y Carmen Robles, Yury nació en Lyon, debido a que sus padres formaban parte de la compañía de esa localidad francesa. Pero él se siente «un español, que pasó la infancia en Madrid y la adolescencia en Canarias», al igual que sus hermanas Zenaida, bailarina principal del Royal Ballet de Londres, y Nadia, solista del Ballet de la Ópera de Berlín. Yanowsky forma parte de la expedición del Boston Ballet que protagoniza la única cita de ballet de la 68 edición de Quincena.

- Aunque en Donostia no vaya a hacerlo, a lo largo de la gira ha representado a James, el enamorado de la sílfide. ¿En qué consiste este rol?

- James es un soñador y lo que quiere es escapar de la realidad. Lo bonito de estos ballets es que tienen 50% técnica y 50% interpretación. Técnicamente, es muy difícil, porque tienes que bailar muy ligero, como si fuese nada. Es una de las variaciones más difíciles que hay en el repertorio clásico.

- La versión que presenta el Boston Ballet es de Sorella Englund, sobre el original de August Bournonville. ¿Qué les aportó trabajar con ella?

- Cuando lo hicimos en Boston, ella hizo de la bruja Madge y fue realmente increíble. Lo que te aporta esta señora es difícil de describir. Estás en un ensayo, y te dice cómo tienes que gesticular para decir «yo, a ti, te quiero», y apaga y vámonos. Es impresionante. Cuando me lo enseñaba, siempre le pedía que lo repitiera, porque me quedaba embobado mirándola de lo bien que lo hacía. Quería que lo hiciésemos lo más natural posible.

- ¿Cuáles son los roles que más se adecuan a sus características como bailarín?

- Tampoco me quiero echar flores, porque lo odio. He tenido la suerte de ser bastante versátil. Creo que no soy genial en nada, pero se me da muy bien todo (risas). Puedo hacer Giselle y ser un príncipe, puedo hacer Don Quijote porque soy español, puedo hacer piezas de George Balanchine. Me ha costado, pero he aprendido a bailar Balanchine. Hay cosas que me gustan más, cosas que me gustan menos.

- Después de seis semanas, finalizan su gira en San Sebastián. ¿Ha bailado aquí alguna vez?

- Bailé una vez hace muchísimo tiempo. Hice una gala con Ángel Corella (bailarín principal del American Ballet Theatre, ABT), en Quincena Musical. Vine con Carmen Corella (solista del ABT). Éramos todos españoles. Vine porque Carmen tenía que bailar con José Carlos Martínez (estrella de la Ópera de Paris), que se lesionó. Me llamaron corriendo y así fue. San Sebastián me encanta como ciudad. Una vez, la compañía fue de gira a Biarritz y me los traje a todos a San Sebastián. Bailar en cualquier ciudad española es importante. Quieres hacer lo mejor posible en cualquiera de las ciudades. Si voy a Canarias, tengo familia y amigos. También en Madrid. Por parte de mi padre, mi abuela era de Bilbao y tengo mucha familia vasca: de Vitoria. Mis abuelos vinieron a Madrid, pero toda mi familia es vasca. Mi padre se crió en Bilbao y parte en Santander. Él se considera vasco total, y eso que es rubio con ojos azules, -asegura entre risas-.

- Hijo de los bailarines Anatol Yanowsky y Carmen Robles, hermano de las intérpretes Zenaida y Nadia Yanowsky, ¿en su casa se habla de algo que no sea ballet?

- Intentamos hablar de otras cosas. Siempre que sale el tema, decimos que vamos a cortar, porque lo que queremos es estar juntos, porque no nos vemos mucho. Cuando yo libro, mi hermana está trabajando. Estamos diez días juntos y los queremos aprovechar al máximo. Hablamos de danza lo menos posible.

- A sus 34 años, ¿en qué momento profesional se encuentra? ¿le queda alguna asignatura pendiente como bailarín?

- Tengo 34 años, no voy a bailar como cuando tenía 20. Cuando tenía 20 años era una chispa, ahora ya no puedo. Ahora, maduras y te das cuenta y salir y hacer la variación. Antiguamente, lo más importante para mí era la variación. Si la variación había salido mal, el espectáculo se había acabado. Ahora me interesa interpretar el rol de principio a fin. Lo que quiero es continuar interpretando el papel. Con la edad, vas encontrando esos matices. Quiero pensar que aún me quedan muchas asignaturas pendientes. Soy un tipo de bailarín que nunca estoy contento con lo que hago. Quiero más.

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