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«Mi madre me ha enseñado del primer al último paso»
Sara Baras, bailaora
La primera vez que se subió al escenario del Arriaga fue para recoger
«no uno, sino tres premios Max» y Sara Baras se dijo que tenía que
bailar en él. Cumplió, y aquí ha presentado todas sus obras. Ahora,
tras año y medio de rodar por el mundo, llega con 'Sabores. Para
Concha, mi madre', su espectáculo más personal y más libre, el que le
sabe a «gloria bendita».
-¿Qué veremos en 'Sabores'?
-Es
un recorrido por diferentes palos del flamenco donde intentamos darle
color a cada sentimiento. Con una escenografía sencilla queremos darle
más fuerza al sentimiento y jugar más con el riesgo de quien está en el
escenario bailando, tocando o cantando.
-¿Qué sentimientos trasmite?
-Este
es el espectáculo que más satisfacción me da. Será porque se lo
dedicamos a mi madre, no sólo por el amor que se le tiene como madre,
sino como maestra. Ella me lo enseñó todo. Sentimentalmente, tiene
muchos momentos que reúnen toda mi carrera. Es un abanico, es como los
colores. Más alegre que triste, lo que no quiere decir que no sea
profundo. Más flamenco alegre aunque la tragedia sea casi parte del
flamenco. Aquí no hay eso, sólo colorido, alegría, el sentir de cada
palo.
Emocionada
-Suena a capricho personal, a que ha hecho lo que ha querido.
-Pues
la verdad es que sí. Desde que empezamos con la compañía hace diez años
siempre hemos elegido los espectáculos de acuerdo a la carrera, a lo
que conviene, a lo que se pide. Más moderno, o más profundo, o más
drama. Pensé que necesitaba tener un peso para dirigir algo como
'Sabores', lo que me apetecía. Te ríes y lloras cuando lo sientes, es
la libertad de este espectáculo. Era el momento de dedicarle algo a mi
madre. Nos volcamos cuando pasa algo y en este caso no es así: ella
está tan contenta y tan bien y tan emocionada.
-¿Pensaba en ella al darle forma al espectáculo?
-¿Qué
le gustará más a Concha? Le gusta que baile el martinete, y para la
soleá me visto de blanco, que le gustará... Así lo hemos hecho. Me
siento muy orgullosa y contenta con un espectáculo nada pretencioso,
muy sencillo, con el riesgo de dejar momentos que transmitan, que se
claven en el corazón.
-¿Y qué dice Concha?
-Cuando vi la
cara de mi madre en el estreno en París, de verdad te lo digo, cuando
la vi... Ella, que es muy presumida, me decía: 'Cómo me habéis hecho
esto, con lo mona que estaba maquillada'. Se puso a llorar. Pero la
cara de emoción... Se lo habíamos escondido hasta el final. No hay
satisfacción más grande que ésa. Dicen que la hay cuando eres madre, yo
no lo soy, pero la de ser hija es bestial.
-¿Forma ella parte del equipo de Ballet Flamenco?
-Gracias
a ella estoy aquí. Es la que le da el visto bueno a todo. Es la más
importante en esto, la que me ha enseñado desde el primer paso al
último.
-¿Con qué sabor la identifica, a ella y al espectáculo?
-Me
sabe a gloria. El sabor es el de la gloria. Ella es muy de Cádiz y eso
se nota en 'Sabores': es muy importante la brisa, cualquier esquina es
especial... El espectáculo termina diciendo 'Dicen que Cádiz es la
luz', y es verdad, y es el sabor de la gloria bendita.
-París, San Petersburgo, Bilbao... ¿Se entiende igual?
-Se
nota diferente pero es impresionante. A lo mejor los aplausos están en
diferentes sitios y eso te sorprende. Pero a todo el mundo le hace
sentir y eso es algo que a veces, aun con los mejores ingredientes, no
ocurre. 'Sabores' tiene una verdad y una entrega que consigue clavarse.
Es lo más fuerte.
-Llega a Bilbao con un gran rodaje.
-Ahora
es cuando más alto está, con medio mundo recorrido. Ya notas los
segundos que faltan y que sobran, limas cada detallito. Me hace mucha
ilusión llegar a Bilbao con el espectáculo en este estado. Me gusta su
público. Sabe, respeta y quiere. Se entregan del todo. 'Sabores' es lo
más personal y quiero que lo vean.
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