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«La gente cada vez es más consciente de que tiene un cuerpo del que disfrutar»
Saioa Ibañez, bailarina
-¿Cómo definiría la obra que presentó en la Muestra de Jóvenes Coreógrafos Vascos, Ihez puntuak?
-Es un trabajo con una base muy sencilla, no tiene historia, no hay principio y final. Parte del movimiento del cuerpo y de su propio peso para crear ese movimiento. Trataba de trabajar físicamente conceptos como la dualidad o la contrariedad.
-¿Y como se definiría a usted misma?
-Suelo presentarme como bailarina, pero la verdad es que no me siento exactamente bailarina. En inglés digo mover, pero en castellano la que se mueve queda muy feo. He estudiado danza, pero no sé si soy bailarina.
-¿Quiere romper fronteras?
-Es que yo empecé a bailar tarde, con 20 años, llevo siete años estudiando danza. La escuela en la que estoy ahora, la Escuela para el Desarrollo de la Nueva Danza, en Amsterdam, te obliga a crear tu propia historia, más a nivel coreógrafico y de dirección, a combinar todos los elementos además de bailar. Y eso está genial. Tenía que graduarme ya ahora, pero me voy a tomar tres meses más porque tengo un trabajo que quiero terminar.
-¿Hasta los 20 años no le atrajo la danza?
-Yo siempre he sido muy deportista y muy energética, y pensé que podía canalizar esa energía de forma más creativa. También tenía ganas de salir de Euskadi. Decidí irme a Barcelona y estuve tres años estudiando danza por mi cuenta. Descubrí que mientras el deporte es cosa de músculo y energía, la danza era lo contrario, encontrar tus músculos más internos para moverte desde ahí. Y me pareció muy interesante buscar el equilibrio entre las dos cosas, y meterme en una especie de reeducación de mi cuerpo y mi mente.
-Esa trayectoria tan distinta a lo habitual, ¿le ocasionó problemas?
-No sé si la ignorancia es atrevida, pero me metí de cabeza, con mucha ilusión, no iba a una escuela concreta, sino que iba eligiendo con qué profesores quería aprender. Me enganchó muchísimo.
-¿Por qué quería salir de Euskadi?
-Quería ver lo que había fuera, porque aquí tenía un profesor que sólo me daba cuatro clases al mes y no había mucho más. Para ir a Vitoria o a Bilbao a una academía, preferí lanzarme más. Y una vez que ví lo que había en Barcelona, me fui a Bruselas. Pero ya no podía seguir más así, no tenía forma de financiármelo. Me presenté a esta escuela, y nos eligieron a ocho entre los 150 que se presentaron.
-El año pasado también le eligieron para la Muestra.
-Sí, y el anterior, pero esta era la primera vez que me presentaba en solitario. He hecho muchos trabajos acompañada por otros bailarines, pero enfrentarme yo sola a un escenario, con una idea tan simple pero para mí tan importante, no me resultaba fácil. En la pieza juego con las luces y las sombras, y con una especie de construcción del cuerpo, para tratar la idea del cuerpo vivo y muerto, y el hecho de ser conscientes de que estamos vivos.
-¿Se quedó contenta del resultado?
-Sí, no creía que la gente iba a entenderlo tan bien. En el Ayuntamiento de Arrasate me han ofrecido hacer una muestra allí en verano y también he recibido propuestas para dar clases en una academia. Este tipo de encuentros están muy bien para comunicarnos entre la gente que estamos haciendo cosas.
-¿Conoce lo que se está creando en danza en Gipuzkoa?
-Sí, y me parece que en tres años ha habido un cambio muy grande. La gente se está viendo muy atraída por la expresión corporal, es más consciente de que tiene un cuerpo del que pueden disfrutar más y toma clases de danza. En un futuro va a haber mucha gente queriendo hacer cosas.
-¿Qué le dicen nombres como Nacho Duato o Víctor Ullate?
-Bueno, es la élite, para un grupo de gente y punto, lo que se pone en los grandes teatros. Pero quizá habría que acercar más la danza a la gente, es algo que todo el mundo puede hacer. Este tipo de espectáculos disponen de una gran cantidad de dinero, que también le vendría bien a gente menos conocida. Debemos abrirnos más a todo lo que hay.
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