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«La cabeza es la que dirige el movimiento del cuerpo. Los ojos, los que lo mueven»
Ana Lamsfus, la abogado danzante y la línea recta que va de los pies a la oraja
Prepara a sus alumnas («alumnos hay pocos, ya lo sabemos. Aunque algunos sí que nos llegan. Nos llegan al clásico desde los bailes vascos e incluso desde las artes marciales. Lógico, al fin y al cabo, el ballet es una técnica, una técnica maravillosa de y para el movimiento») para los extremos exámenes de la nobilísima Royal Academy of Dance, creada hace 82 años en Inglaterra. Y mientras las instruye, Ana se apunta a clases de danza del vientre, hace yoga y juega a ser Caperucita (o el Lobo) con chavalinas que hace poco cumplieron cuatro años.
- Le he oído que se ha apuntado a clases de danza del vientre porque la profesora tiene unos brazos maravillosos. ¡¿?!
- ¿Te extraña? Es una mujer con las curvas y volúmenes perfectos para esa danza. Es ingeniero de formación y sí, me fijé en sus brazos. Porque una vez que has colocado bien los pies, dominado el cuerpo, marcado la línea exacta que va de los pies a la cabeza, has de aprender a mover brazos y manos. No va a ser tanto el cuerpo el que se mueva. Serán los brazos los que marquen ese movimiento. El cuerpo, sostiene. Sostiene porque tú ya controlaste los cubos que lo forman. Ahora, muévete
- Pensándolo bien... es verdad. Basta con imaginarte a una bailaora de flamenco.
- No me negarás que la danza del vientre no tiene punto, esencia y ramalazo de flamenco.
- No lo negaré, no. Basta con no olvidar que Andalucía fue Al Andalus, Arabia pura. Dígame algo de esa línea que va desde...
- Los pies a la cabeza. Es ella la que te marca la colocación perfecta y exquisita en el clásico, en toda danza. De los pies a la cadera. De la cadera al hombro. Y del hombro a la cabeza, saliendo por detrás de la oreja.
- ¡Qué bellísima complicación!
- Tampoco debes pensar demasiado en esa línea imaginaría y cruel. Porque luego aprenderás que es la cabeza la que dirige el movimiento. Y desde la cabeza...
- Los ojos, supongo.
- Exacto. Ese es uno de los ejercicios de pre danza. Lograr que las niñas miren con los ojos y no moviendo la cabeza. Para que luego parezca que cada parte del cuerpo se mueve libre y soberana.
- Pero el clásico siempre da cierta idea de rigidez, elegante rigidez.
- De acuerdo. Por eso la bailarina verdadera, el bailarín auténtico y los grandes coreógrafos prueban otras danzas, experimentan otros movimientos, hacen yoga, bailan jazz, se acercan a la danza del vientre. Para lograr que el cuerpo fluya entre líneas y puntas. Para compensar esa rigidez con maneras de danza muy distintas.
- A las niñitas de cuatro años que se acercan a los cursos de pre danza no les hablaremos de líneas...
- ¡No! Jugamos. A ser perros. A ser gatos. Nos encanta ser ranas, por ejemplo. Nos divierte mucho. Saltamos a la cuerda. Bailamos el cuento de Caperucita... aunque de primeras nadie quiere ser el lobo.
- Pobre lobito... Oiga, pero yo he inscrito a mi hija en una clase de pre danza. ¿Por qué tiene que saltar a la comba?
- Porque no sabe hacerlo.
- Toda niña sabe saltar a la cuerda...
- Las de nuestra época sabían. Porque estábamos mucho en la calle y en la plaza y jugábamos a eso en el recreo. Ahora se pasan horas ante el ordenador o van a clases de violín. Presentan problemas de psicomotricidad.
- ¿Pido hora en el pediatra?
- No, mujer. Simplemente, las chavalas de hoy deben aprender en unas clases lo que a nosotros se nos vino dado porque nos la parábamos y jugábamos a chingos. Ahora hay que ensayar hasta el saltar a la pata coja. En pre danza empezamos a experimentar cómo se mueve el cuerpo. Piensa en lo que se siente cuando pones espalda de perro. O de gato. Son muy distintas. Notas cómo se mueven tus vértebras. Otra cosa crucial: las sesiones de baile libre.
- ¿Bailan a su bola en su clase?
- Justo. Porque tampoco saben hacer cosas por su cuenta.
- ¿Pido hora en el psicoterapeuta?
- Que no. Son niñas. Aprenden rápido. La cuestión estriba en que muchas de las otras actividades que realizan están dirigidas, conducidas, pautadas, así que no están acostumbradas a actuar por su cuenta y riesgo. Hasta que se sueltan a hacerlo.
- Como el pájaro nacido en jaula. No echa a volar si lo dejas libre.
- Más o menos. Y luego han de sentir el movimiento en su interior. Coger el momento musical desde dentro. Con los ojos cerrados. Estamos en una sociedad que se rige por lo visual. Si no ves, no oyes, no sientes. En pre danza nos entrenamos con los ojos cerrados. Aprendemos a contar la música para movernos a su ritmo.
- ¿Música en Ipod o piano de cola?
- Las nuevas tecnologías son de una ayuda total pero la pianista en directo imprime a la música que vas a bailar unos ritmos, unas sensaciones, unos tonos que no tuvieron las cassettes y no tiene el mp3. Pero, por otro lado, encarece mucho la clase. Eso sí, la Royal Academy of Dance exige que sus exámenes sean con pianista. Y claro, también a la música en directo ha de acostumbrarse la bailarina que sólo ha bailado con cds. Porque está viva y respira como no lo hace un disco.
- ¿Hablaron de todo eso en la cena homenaje a la 'prima ballerina' Fagoaga?
- De cuerpos y zapatillas. De música. Celebramos sus 50 años en la enseñanza del ballet.
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