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«Estoy quizá ante el desafío más importante de mi carrera»
Igor Yebra, bailarín
Igor Yebra se convertirá mañana en el primer extranjero que interpreta en Rusia el difícil y complejo papel del zar Iván el Terrible en la obra de ballet que lleva el mismo nombre y que fue creada por el insigne coreógrafo ruso Yuri Grigoróvich con música de Serguéi Prokófiev. El marco de este nuevo debut de Yebra en la exigente capital rusa será otra vez el Palacio de Congresos o Teatro del Kremlin.
-¿Cómo surgió lo de venir a Moscú a bailar en el papel principal del ballet 'Iván el Terrible', una obra tan rusa y tan complicada para el público occidental?
-Yo soy el primer sorprendido. La verdad es que bailar en el papel de aquel zar despótico y sanguinario es algo que siempre quise hacer. Ver el vídeo del ballet 'Espartaco', que también fue creado por Yuri Grigoróvich, fue lo que me animó a iniciarme en la danza, pero cuando contemplé en otra grabación 'Iván el Terrible' comprendí que este espectáculo es aún mucho más denso y dramático. Me fascinó el personaje y leí todo lo que pude sobre él. He visto hasta la película que a ese zar ruso le dedicó el director cinematográfico Serguéi Eisenstein. Este ballet se convirtió para mí en un sueño que, sinceramente, no creí que pudiera llegar a materializar.
-¿Y cómo ha llegado hasta aquí?
-En uno de mis recientes viajes a Rusia contacté con personas allegadas a Grigoróvich y les dije clara y llanamente que quería bailar Iván el Terrible. Eso fue en mayo del año pasado. En septiembre recibí una oferta en firme. En noviembre vine a Moscú para iniciar los ensayos y volví otra vez el pasado día uno de enero para terminar de preparar el ballet.
-¿Es cierto que Grigoróvich no le ha visto todavía bailar en ningún ensayo?
-Sí, y me verá bailar por primera vez el viernes, el día del reestreno del ballet, en el Palacio de Congresos del Kremlin.
La mujer del coreógrafo
-¿Cómo es que le ha confiado su ballet predilecto sin apenas conocerle?.
-Ese es el gran misterio del alma rusa. La que ha hecho de abogado ha sido su mujer, la bailarina Natalia Bessmertnova, la primera que bailó en el papel de Anastasia Románov, primera esposa de Iván el Terrible. Bessmertnova me había visto bailar pero en una cinta de vídeo. Al parecer, para ella fue suficiente para determinar mis posibilidades y me apoyó. Y lo hizo teniendo en cuenta que ese papel se lo habían negado antes a muchos bailarines rusos. Según me han dicho, Grigoróvich, que nunca dejó a un extranjero interpretar a Iván, dudó durante mucho tiempo. Después, cuando hice el primer ensayo en noviembre con Yuri Vladímirov, que es quien me está enseñando el ballet y la persona para la que se creó el papel, aumentó el número de partidarios en mi favor. Se unió también Mijaíl Lavrovski, otro gran bailarín de la época dorada del teatro Bolshói, que también bailó Iván el Terrible.
-¿Y no le agobia tanta responsabilidad? No puede defraudar.
-Lo tengo muy presente y sé lo que me juego, pero siempre quise bailar este ballet y lo voy a hacer. He ensayado sólo tres semanas, cuando los rusos emplean cuatro o cinco meses. No sé si saldrá bien o mal, pero de lo que sí estoy seguro es que en situaciones límite como en la que estoy sumido ahora uno da lo mejor de sí mismo.
-¿Es pues para usted un gran desafío?
-Quizá es el desafío más importante de toda mi carrera artística. Es una locura.
«Para mí es un honor que me equiparen con un artista ruso»
R. M. M./MOSCÚ
-La crítica mundial le considera prácticamente un bailarín ruso y usted cultiva esa imagen.
-Para mí no hay mayor honor y privilegio que me equiparen con un bailarín ruso por que siempre ha sido mi ideal y toda mi vida he sentido un gran amor hacia Rusia. Desde pequeño, siento inclinación por la literatura rusa, la música, la cultura en general de ese país. En el Bolshói sienten que soy de su escuela. De la vieja escuela de esos bailarines que le dan más importancia al proceso de génesis del personaje que a la técnica en sí, que, no obstante, también es necesaria. He crecido viendo en vídeo los ballets de Grigoróvich y, lógicamente, me he impregnado de ellos.
-¿Es difícil identificarse con alguien como Iván el Terrible?
-El ser humano tiene de todo en su interior y no es complicado abstraerse y descender hasta lo más oscuro del alma de personajes como Iván el Terrible. Mirando dentro de uno mismo se pueden encontrar pasiones negativas que están latentes aunque no les demos rienda suelta. Esas inclinaciones destructivas propias de un déspota como el zar Iván IV las voy a desatar solamente en el escenario. Podéis estar tranquilos. Ese es uno de los muchos atractivos que tiene el ballet. Que te sirve como terapia. Liberas en la escena mucha energía negativa.
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