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«En el Carnaval hay que matar al mal para lograr el bienestar de todos»
Joaquím Jiménez, experto en tradiciones y fiestas de Álava
Joaquín Jiménez disfruta del Carnaval estudiando sus tradiciones. Este fin de se semana no se pondrá ninguna máscara porque «soy como soy, y para qué voy a cambiar. No necesito esconderme detrás de una máscara para hacer lo que quiero». Ayer quiso empezar el Carnaval desgranando la historia de este ritual ancestral con una conferencia en la sede de la Sociedad Landázuri.
-¿Qué se festeja en Carnaval?
-Esta fiesta se diferencia de las demás en que cada año cae en un
día distinto, puesto que depende de la Cuaresma y de la luna llena de
primavera. La Cuaresma es una época en la que uno no puede divertirse,
más bien tiene que privarse de muchas cosas. Por eso, se buscaron tres
días en los que poder hacer de todo.
-¿Y de quién fue la gran idea?
-Todas las culturas, tanto romanos, como fenicios, asirios y
egipcios tenían unos días al año en los que hacían toda clase de
diversiones imaginables. Esa es la fiesta de Carnaval, que algunos
llamaban Bacanales, en honor al dios Baco.
-Pero el Carnaval rural tiene una intención diferente.
-Sí. Allí se celebra el despertar de la naturaleza. Hay que matar
al mal para que el pueblo tenga todo el bienestar. Por eso, el rito más
importante es el que representa la muerte del Carnaval, que en
Zalduondo por ejemplo es un muñeco llamado Markitos. A él le echan la
culpa de todo el mal ocurrido y lo queman cuando empieza la primavera
para conseguir que la cosecha sea buena y el ganado no tenga problemas.
-¿Con qué Carnaval disfruta más?
-A todos nos gusta la diversión, pero el rural es más entrañable.
-¿Cuándo nació esta fiesta?
-No se sabe, únicamente podría decir que en Vitoria era ya una
realidad en el siglo XIV. Si uno coge el libro de 'El Buen Amor', del
Arcipreste de Hita, puede leer sobre una pelea entre Don Carnal y Doña
Cuaresma. Aunque al principio parece que gana Don Carnal, luego Doña
Cuaresma acaba con él y lo quema.
-Una lucha entre el bien y el mal, que siempre debe ganar el primero.
-Según el poeta, sí.
-¿Cómo ha evolucionado este ritual festivo?
-En el pueblo, lo que empezó con un tamboril y una flauta, luego se
va convirtiendo en una fiesta mayor. Pero no cambia porque es un
ritual. En la ciudad, sin embargo, cada año el Carnaval es distinto,
los disfraces nunca se parecen, y tampoco se repiten las canciones.
-¿Cómo es el de Vitoria?
-Es igual que el de Madrid o Cádiz, una gran comparsa. En cada
lugar, le ponen la chispa de su región, su alma y su forma de ser.
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