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«En ballet, el virtuosismo sin pasión es sólo deporte»
Antonicheva y Belogolovtsev, figuras del Bolshoi, actúan en 'Don Quijote' La pareja de bailarines se suma al Grigorovich Ballet Krasnodar
Recién llegados de Nueva York, donde su compañía se encuentra de gira, llegaron ayer a San Sebastián con el tiempo justo para ensayar -el importante atasco de la N-1 les tuvo retenidos más de una hora en la carretera- y ponerse a las órdenes de Grigorovich, un tótem dentro de la danza rusa con bastantes malas pulgas. «No dudamos ni un momento porque además de conocerle porque ha sido director del Bolshoi durante más de treinta años, es una de nuestras referencias a la hora de formarnos. Prácticamente hemos crecido bajo su sombra». Belogolovtsev ha trabajado con el coreógrafo en tres montajes.
Anna Antonicheva es azerbayana, aunque sus estudios de ballet los realizó en Moscú. Pertenece al Bolshoi desde 1991 y ha destacado como solista en repertorios clásicos como La leyenda del amor, El lago de los cisnes, Bayadère, Giselle, Romeo y Julieta, Spartacus y La bella durmiente. Su calidad le ha hecho acreedora del título de artista honorífica de Rusia y entre otros premios ha recibido el Soul of dance como estrella con proyección artística. A pesar de todo la bailarina sigue afirmando que «el ballet es un arte complejo y fantástico. Todavía hay algunos papeles que no he bailado. Me queda mucho por aprender... toda la vida». También destaca en la danza contemporánea.
Antonicheva y Belogolovtsev ha recibido en varias ocasiones el calificativo de virtuosos, pero ambos aseguran que su trabajo va más allá. «En ballet, el virtuosismo sin pasión es sólo deporte, simples contorsiones con cierto ritmo», afirman los dos. Ésta es una de las razones por la que se sienten muy cómodos en los papeles de Quitri y Basil de Don Quijote. «Son roles muy particulares porque tienen mucha emoción, permiten demostrar nuestra técnica y nuestra pasión al mismo tiempo. El final, con el paso a dos, es muy emocionante».
Dmitri Belogolovtsev se unió al Bolshoi en 1992 para convertirse en su bailarín principal en 1996. Ha interpretado papeles de príncipe Siegried en Swan Lake, Ferkhad en La leyenda del amor, Romeo y Tybalt de Romeo y Julieta. Sus recientes estrenos con el Bolshoi han sido el papel de Favorito en el Hamlet ruso -el hijo de Caterina la Grande en una producción de Boris Eifman, La siesta de un fauno de Jereome Robbins, y por último, Taor en La hija del faraón de Petipa, puesto en escena por Pierre Lacotte. Sin tener todavía 30 años está considerado como el mejor Spartacus de la actualidad.
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