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«El Victoria Eugenia es y será siempre mi teatro, así que es un reencuentro muy esperado»
Itziar Mendizabal, bailarina solista del Ballet de Leipzig
Nunca ha bailado como profesional en el Teatro Victoria
Eugenia desde que debutó hace ya una década. Pero en sus recuerdos
infantiles, Itziar Mendizabal atesora con especial cariño el festival
de fin de curso con Elvira Ubierna, celebrado en este recinto cuando
tenía ocho años. Con apenas cuatro primaveras, la hondarribitarra
comenzó su formación con esta profesora en su localidad natal,
completando dichos estudios en la escuela madrileña de Víctor Ullate.
El gran maestro zaragozano le brindó la oportunidad de comenzar su
trayectoria profesional en su compañía (1998-2002). A partir de ahí,
inició su carrera internacional que, tras una etapa como demi-solista
en el Ballet de Zurich (2002-2006), alcanza su máximo reconocimiento en
el Ballet de Leipzig, compañía de la que forma parte desde hace dos
años como solista, aunque está a punto de ser promovida a la categoría
de bailarina principal. Pero eso será la próxima temporada, ahora
Itziar Mendizabal se encuentra emocionada y satisfecha ante la primera
actuación del Ballet de Leipzig en Donostia, en la que formará parte
del elenco de Suite for two pianos y Beethoven: Sinfonía número 7, dos
de las tres piezas que ofrecerá la compañía germana en sus
representaciones del sábado y domingo.
- Actúa el fin de semana en el Teatro Victoria Eugenia, con su compañía el Ballet de Leipzig. ¿Qué piezas va a bailar ?
- Voy a bailar Suite for two pianos y Beethoven:
Sinfonía número 7, dos piezas de Uwe Scholz. Tanto Suite como Beethoven
son representaciones que crean una fusión entre el bailarín y la
orquesta, con la gran precisión musical con la que están creadas todas
las obras de Uwe Scholz. Las dos son piezas en las que la técnica
clásica se lleva al límite. Son muy físicas, pero con mucho juego entre
las mujeres que se muestran muy femeninas y los hombres, muy varoniles.
Pierrot Lunaire -pieza en la que Itziar Mendizabal no interviene-, es
muy teatral, en la que cada gesto tiene su sentido. Su escenificación
no puede dejar indiferente a nadie: o te encanta o no te gusta.
- Primera vez que baila como profesional en el Victoria Eugenia, ¿va a ser especial actuar en casa?
- En el Victoria Eugenia hice mi primer espectáculo de
ballet con la escuela de Elvira cuando tenía unos 8 años y, desde
entonces, no he vuelto a pisar su escenario. Pero siempre ha sido y
será 'mi teatro', y es un reencuentro que he esperado desde que soy
profesional. Va a ser muy especial y, como cada vez que se baila en
casa, estaré llena de nervios y de emociones fuertes, estoy segura.
- Empezó a bailar con 4 años, ¿qué es lo que le atrajo de la danza a esa corta edad?
- En mi casa nunca hubo tradición por el ballet, aunque
tengo que reconocer que mi aita bailaba euskal dantza de joven y a mi
madre siempre le gustó bailar, aunque nunca recibió clases de nada.
Creo que yo casi bailaba antes de caminar. Desde chiquitina, me quedaba
hipnotizada cuando había algo relacionado con la danza en televisión y,
con 4 añitos, le dije a mi ama que quería hacer ballet. No sé de dónde
vino mi pasión por la danza, creo que ya estaba dentro de mí.
- Con 14 años, deja Hondarribia, y se va con un
gran maestro de la danza a completar su formación. ¿Cuál es la
enseñanza más importante que le transmitió Víctor Ullate?
- Fui a Madrid con los aitas y tomé clase en más de una
escuela antes de decidirme, pero lo tuve clarísimo, ¡fue una
corazonada! Víctor me ha enseñado miles de cosas, mencionar piruetas,
saltos..., me parece innecesario. Aprendí a crecer y a aceptar mis
responsabilidades, me enseñó que nadie puede hacer las cosas por ti y
que si realmente quieres, puedes. Es un magnifico maestro y te empuja a
tus límites. Nunca es suficiente y eso hace que trabajes muy duro. Él
reconoce el talento e intenta sacártelo al máximo.
- ¿Recuerda su debut como bailarina profesional en el Ballet de Víctor Ullate, en 1998?
- La pieza con la que debuté fue el Baile las Dríadas de
Don Quijote en Cádiz. Era todavía una 'bambi', flaquita y blandita y
pasé muchos nervios hasta que puse los pies en el escenario, a partir
de ahí, disfruté como una enana cada segundo.
- Tras una etapa en el Ballet de Zurich
(2002-2006), se trasladó a Leipzig. ¿Qué le atrajo de esta compañía,
tan marcada por el legado del coreógrafo Uwe Scholz?
- Cuando estaba en Zurich tuve la oportunidad de bailar
Oktet de Uwe Scholz y me maravilló este ballet, por lo que decidí
probar suerte en Leipzig y fui a audicionar. Desde el primer momento
hubo una gran conexión con el director y, en poco tiempo, me ofreció un
contrato de solista. No me lo pensé dos veces. Por desgracia, muchos
artistas son reconocidos después de su muerte y ese es el caso de
Scholz. Su trabajo siempre fue conocido en Alemania, pero ahora, es más
valorado y solicitado en el mundo. Creo que era un coreógrafo magnífico
con una musicalidad inigualable, ya que creaba los ballets sobre
partituras. Me encantan sus piezas y creo que se deben dar a conocer
porque tiene auténticas joyas.
- Es hondarribitarra y ejerce como tal, como demostró en la actuación en su localidad natal el pasado verano.
- Sé que para los hondarribitarras tener una bailarina
de su ciudad ha sido una sorpresa y, poco a poco, han empezado a
interesarse por la danza. Creo que para muchos, el pasado verano fue la
primera vez que vieron en vivo una actuación de danza clásica y ha
cambiado un poco la imagen cursilona que tenían del ballet. Fue la
primera vez que bailé en casa y no puedo explicar con palabras lo que
fue aquello. ¡Un sueño!
- Este año, además, Madrid, donde vivió siete
años, le invita expresamente a participar en la gala del Día
Internacional de la Danza, el próximo 29 de abril.
- El que me llamaran para bailar en la Gala del Día
Internacional de la Danza en Madrid fue un gran honor y me hizo muy
feliz ya que Madrid fue mi casa durante 7 años. Allí pasé mi juventud y
estoy muy agradecida por la invitación. Será un reencuentro muy
especial.
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