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«El futbolista del futuro debería ser un gran bailarín»
Cesc Gelabert, bailarín y coreógrafo
Cesc Gelabert y su gente no paran apenas de ensayar días antes de volver al Teatro Arriaga, donde presentarán las piezas más nuevas de su repertorio -'Psitt!!, Psitt!! y 'Caravan', a propósito ésta del mítico título de Duke Ellington. «Es que que tenemos dos bailarines nuevos que se van a presentar en Bilbao y tienen que estar a punto; de todas formas, en la danza, ya de por sí, trabajamos mucho», se disculpa al teléfono Gelabert, que a sus 52 años sigue en escena, además de idear y plasmar sus propias coreografías junto con Lydia Azzopardi, más atenta a cuestiones de dirección escénica y de vestuario.
Su creatividad se desencadena de forma insospechada; lo mismo a partir de un tema del jazz de los años 60 que de las anotaciones a pie de pentagrama del compositor Erik Satie, en 'Psitt!! Psitt!!'
-¿Cómo son sus nuevas creaciones?, ¿qué le han sugerido los comentarios de Satie?
-Son comentarios provocativos y a veces surrealistas. Junto con Pascal Comelade, un compositor de 'Catalunya del Nord' con el que ya había trabajado, he creado una estructura a partir de esas notas. Comelade ha hecho una música suave y refrescante, dando lugar a una obra luminosa, transparente y muy medida, con la que busco que el espectador se ponga alerta y dispare sus sentidos.
-¿Tiene algo que ver esta coreografía con el fútbol?
-En realidad nada. Se debe de referir usted a algunos comentarios que hice después de estrenar esta pieza. Es que justo preparaba unas conferencias en Darmstadt por encargo del Mundial de Alemania 2006: Yo puedo explicar la danza en términos de cualquier cosa, desde la comida al fútbol, porque quiero que la danza interese cada vez a más gente. Y esas son referencias válidas. La verdad es que el fútbol y la danza tienen en común más de lo que parece a primera vista; por ejemplo, los futbolistas tienen que buscar apoyarse en una pierna para conseguir que la otra actúe con la sensibilidad de un brazo. Hay desde similitudes técnicas como ésta a cuestiones de ocupación del espacio que son similares.
Un histórico en apuros
-¿Quién baila mejor hoy en día?, ¿el Barça o el Madrid?
-Yo soy del Barça y creo que no hay ni color: siempre, mi equipo, aunque reconozco que lo veo con ojos deformados. En el fútbol priman las estrategias defensivas y el uso al límite del reglamento. Muy pocos equipos se pueden permitir hacer un fútbol realmente creativo, aunque éste debería ser el único que valiera. Yo soy partidario de que se hagan correcciones en el reglamento para que triunfe el fútbol creativo. Creo que el futbolista del futuro debería ser un gran bailarín.
-Sabrá que un equipo histórico como el Athletic atraviesa un mal momento. ¿Usted cree que además de un cuadro técnico necesitaría también de un director artístico?
-Bueno. Ja, ja. Un coreógrafo o un bailarín podrían ayudar, pero el Athletic es un equipo que lo que necesita hoy es ganar partidos y no creo que esté para hacer muchas florituras. No debe. Está obligado a salvarse.
-¿Y qué tipo de inspiración le reporta 'Caravan', el tema de Ellington, una música mestiza en la que afloran incluso toques medio árabes, así como la música de Chet Baker, Lester Bowie y, en definitiva, el jazz?, ¿a qué le lleva?
-Esta pieza está compuesta básicamente de dúos. Significa el encuentro entre personas sin pasado ni futuro en lugares que no conocen. Para mí es la oportunidad de disfrutar con distintas combinatorias, en este caso con músicas en el ámbito del jazz y del blues. Incluimos el tema 'Caravan', pero interpretado por Dr. John, un 'blusero' fantástico. Esta obra es una invitación a la comunicación entre las personas, a explorar espacios y relaciones nuevas, ahora que parece que sólo nos comunicamos a empujones.
«Trabajar con Baryshnikov me ha dado seguridad»
«Trabajar con Baryshnikov me ha dado seguridad»
Corrían los 80 cuando Cesc Gelabert y Lydia Azzopardi irrumpieron en Bilbao. Fue en La Fundición, entonces en una destartalada planta industrial en Deusto. Hoy regentan un grupo residente en el Teatre Lliure, de Barcelona, y actúan en todo el mundo.
-¿Qué recuerda y cómo se ven hoy?
-Creo que aquella vez bailé yo solo. Después hemos vuelto bastante a Bilbao. Lydia y yo empezamos en el año 80, aunque trabajábamos ya en la danza. Debemos mirar el vaso medio lleno. Hoy tenemos más conocimientos y dirigimos un equipo muy preparado, aunque sólo desde hace unos años nos sigue más gente. A Bilbao hemos vuelto, pero más al Teatro Barakaldo, que nos ha permitido presentar lo que hemos hecho en este tiempo. Ahora tienen también el Euskalduna, pero su segunda sala no está bien hecha: va bien de aforo, pero el escenario es pequeño.
-¿Hace unos años creó una coreografía para el prestigioso Mihail Baryshnikov con música de John Cage? ¿Realmente fue bien?
-Fue un éxito. Baryshnikov es un clásico, una verdadera enciclopedia... Trabajar, ver que podía hablar y pasarlo bien con él, me ha dado seguridad en mí mismo. Es como una garantía de que lo que hago no es ninguna tontería.
Virtud creativa
ENRIQUE PORTOCARRERO
Ya se sabe que la gran virtud creativa de Cesc Gelabert es su concepción de una estética danzante en la que cualquier expresión corporal es la consecuencia de una emoción interior que da sentido y razón a la gestualidad, al movimiento que nace del sentimiento.
Así pues, en sus coreografías e interpretaciones puede haber una lograda plástica cromática y un notable atrezzo escénico, si bien lo realmente importante es la interiorización del discurso danzante por parte del intérprete, es decir, la asunción interior de una inspiración coreográfica que sale al exterior como expresión de un estado del alma. Toda una sublime creación que puede servir tanto para reflejar la gestualidad de la Bauhaus, el mundo pictórico de Miró o la arquitectura escultórica de Frank Gehry, como para componer con intensidad un movimiento que se desenvuelve con la música de Verdi.
Y siempre, claro, con esa elegante precisión o con esa sensualidad y rigor de un artista que incorpora el lenguaje estético moderno a la mejor tradición de la danza. También, claro, con un intenso fervor por el individualismo, ya que esa perfecta armonía entre la emoción interior y la expresión exterior es siempre propiedad final del intérprete.
Algo fácil de entender, en fin, cuando se presenta un programa que quiere homenajear a Satie y a sus indicaciones sobre el estado de ánimo del intérprete o, simplemente, que busca inspirarse en ese sonido de los años 60 de Duke Ellington, tan individual, interior y rítmico como la mejor danza de Cesc Gelabert.
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